sábado, 27 de octubre de 2012

¿Caridad o Filantropía?


El hombre bueno, busca hacer el bien.

El CIC nos enseña:  El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer  al hombre hacia sí, y sólo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar:
La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la comunión con Dios. El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento; pues no existe sino porque, creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor; y no vive plenamente según la verdad si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su Creador (GS 19,1) 27

Ese deseo de Dios, le induce hacia las cosas buenas, las buenas obras, el bien proceder.

Si logra darse cuenta de dónde le nace esa propensión, buscará acercarse, aunque sea a tientas a la ‘caridad’ – en cuanto virtud teologal – o si no ha sido informado, o rechaza el verdadero origen, tenderá igualmente hacia el bien en un esfuerzo para dar respuesta a esa necesidad de su corazón en forma de alguna virtud humana, como la filantropía.

El que busca la caridad, tarde o temprano se encontrará con la fe que necesariamente lo conducirá a formar parte de la Iglesia de Cristo.

Quien practica la filantropía, lo hará, ya bien en forma personal, o asociándose con otras personas en grupos sociales, políticos, etc., que tengan afinidad de métodos.

Los resultados no están garantizados por el ambiente en el que se desarrolle la práctica. Pueden haber cristianos que se queden en la búsqueda, sin aplicar lo que Cristo enseña y sin darle ningún servicio a los demás y pueden haber personas buenas que hagan sentir bien a los demás actuando por sí mismas.

En ambos casos, no habrá una satisfacción completa.

El cristiano que toma solo la primer parte de la Caridad – el amor a Dios – y no cumple con la segunda – el amor al prójimo – está incompleto y por lo tanto insatisfecho. Está en el riesgo de la falsa de seguridad de creerse cristiano.

El filántropo que sólo conoce del amor al prójimo, pero no se apropia del amor de Dios, también está incompleto e insatisfecho. Está en riesgo de inconscientemente o a sabiendas, caer en la soberbia de reconocerse a sí mismo como autor del bien.

En tiempos de guerra espiritual, como los que estamos viviendo, es importantísimo tener claras las opciones, ya que el enemigo está utilizando todos sus ardides para convencernos que el camino de la filantropía es la mejor opción y que los errores de la Iglesia de Cristo invalidan sus propósitos.

Así vemos como cada día, muchos compañeros del camino, caen en la apostasía, porque el mentiroso les hizo una zancadilla. Los puso con la nariz pegada al árbol caído y le impidió ver lo frondoso del bosque.

Los errores que como cuerpo cometimos, cometemos y cometeremos, nos deben doler, por supuesto que sí, pero no avergonzar. Debemos hacernos fuertes en nuestra debilidad y recurrir al consejo y la dirección del que todo lo sabe. Que esos errores nos sirvan de memorial de lo que no debemos hacer, pero que nunca sean un justificativo que nos exima de nuestras responsabilidades.

En estos casos el fin no justifica los medios.

Los discípulos tenemos bien claro que nuestro método no es la lucha ni la confrontación, nuestro método es el de Cristo, que manso y humilde de corazón se presenta como solución a la problemática del hombre y de todos los hombres, sin exclusiones.
El Espíritu Santo nos enseña por medio del apóstol Pablo:

Que la Palabra de Cristo resida en ustedes con toda su riqueza. Instrúyanse en la verdadera sabiduría, corrigiéndose los unos a los otros. Canten a Dios con gratitud y de todo corazón salmos, himnos y cantos inspirados. Todo lo que puedan decir o realizar, háganlo siempre en nombre del Señor Jesús, dando gracias por él a Dios Padre. Col 3:16-17 

Por lo tanto, todas nuestras virtudes están subordinadas al nombre de Cristo. Nada podemos hacer por nosotros mismos, si queremos que sea completo.

El Catecismo lo explica con estas palabras: La virtud es una disposición habitual y firme a hacer el bien. Permite a la persona no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. Con todas sus fuerzas sensibles y espirituales, la persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a través de acciones concretas. El objetivo de una vida virtuosa consiste en llegar a ser semejante a Dios. (S. Gregorio de Nisa)

En este año de la Fe, pidámosle a Dios Padre, que nos de la gracia de poder apropiarnos a cabalidad de la Fe, la Esperanza y sobre todo de la Caridad, y el valor para poder demostrarle a los filántropos que su insatisfacción, a pesar del bien que hacen, se debe a que Cristo los está llamando a formar parte de una mayor y mejor Iglesia.

sábado, 4 de agosto de 2012

Vete, pero…


Juan 8:1-11
La semana pasada habíamos estado reflexionando, acerca de las diferencias entre el juicio y la justicia, desde el punto de vista cristiano.

Hoy vamos a ver un ejemplo de ello, que Jesús mismo nos ofrece en el pasaje del Evangelio conocido como el ‘Perdón de la adúltera’.

Para mejor discernimiento vamos a dividir el episodio en escenas.

En la primera escena (versos 1 a 4) vemos la acusación, pecado contra uno de los bienes más queridos por Dios, la familia.

En la segunda escena (5 y 6 a) vemos la intención de los acusadores: tenderle una trampa a Jesús, ponerle una piedra de tropiezo. Enfrentar la Justicia con la Misericordia Divinas.

En la tercera (6b a 9) vemos a Jesús humillándose, integrarse al jurado, para validar la competencia de los jueces.

En la cuarta (10-11 a) el veredicto de Jesús, ya de pie, la sentencia.

En la quinta (11 b) la libertad y la restauración, acompañadas de la recomendación.

Esta obra dramática, la estamos viviendo en forma cada vez más acentuada en nuestros días.
Asistimos al escenario donde el hombre, incómodo por la presencia de Cristo y sus enseñanzas, indigno de juzgar a otro, trae a consideración la Justicia Divina y la discriminación.

Se nos enfrenta a los discípulos - como los fariseos a Jesús - a los extremos: cumplir la voluntad de Dios y discriminar, o admitir que las personas con ‘opciones diferentes’ están en libertad de acción y negar así la voluntad de Dios.

No podemos rehuir nuestro compromiso, no podemos mirar para el costado, fingiendo que no pasa nada, porque aunque falibles y débiles, seguimos siendo sal en la tierra y luz en el mundo. Pero tenemos la gracia de recibir la Sabiduría de Cristo.

¿Qué haría Jesús en nuestro lugar?

Respecto al juicio. Dice San Agustín:
No dijo no sea apedreada, para que no pareciese que hablaba contra la Ley. Tampoco dijo sea apedreada, porque había venido, no a perder lo que había encontrado, sino a buscar lo que se había perdido. ¿Pues qué responderá? "El que entre vosotros esté sin pecado, tire contra ella la piedra el primero".

Esta es la voz de la justicia. Sea castigada la pecadora, pero no por los pecadores. Cúmplase la Ley, pero no por medio de los mismos que la quebrantan.

Respecto al pecador:
Únicamente quedaron dos, la miseria y la misericordia, pues sigue: "Y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en pie, en medio".
Yo creo que aquella mujer se quedó aterrada, porque esperaba ser castigada por Aquél en quien no se podía encontrar culpa alguna. Mas Aquél que había rechazado a sus adversarios con la lengua de la justicia, levantando hacia ella sus ojos de mansedumbre, le preguntó: "Y enderezándose Jesús, le dijo: mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿ninguno te ha condenado?" Dijo ella: ninguno, Señor".
Hemos oído antes la voz de la justicia; oigamos ahora la voz de la mansedumbre: "Y Jesús, ni yo tampoco te condenaré".  Esto dice aquél por quien, acaso, has temido ser condenada, por ser el único en quien no has encontrado culpa.

Pero también respecto al pecado:
¿Qué es esto, Señor? ¿Fomentas los pecados? No, en verdad. Véase lo que sigue: "Vete, y no peques ya más". Luego el Señor condenó, pero el pecado, no al hombre. Porque si hubiese sido fomentador del pecado, hubiese dicho: "vete, y vive como quieras; está segura que yo te libraré; yo te libraré del castigo y del infierno, aun cuando peques mucho". Pero no dijo esto.

Fíjense los que desean la mansedumbre en el Señor, y teman la fuerza de la verdad, porque el Señor es dulce y recto a la vez

El hombre moderno se levanta del asiento antes que termine la obra, no le interesa ver el último acto, nos sentimos más cómodos salteándonos el pero, el ‘no peques más’.

El hombre moderno – no debería ser así con el discípulo – pretende disfrazarse de solidario. Queremos darnos un barniz de humanidad y nos estamos equivocando de pintura, tomamos el tarro de la mediocridad y una segunda mano de decadencia.

Los discípulos debemos estar atentos, aunque estamos en el mundo, no somos del mundo.

Debemos ser astutos y preguntarnos: ¿Cuál es el verdadero propósito de correr reglas, de apagar los semáforos, de derrumbar umbrales, de quemar los libros?

Sin duda habrá personas muy bien intencionadas, pero también muy equivocadas.

San Pablo nos dejó esta sabia conclusión:  "Todo me está permitido", pero no todo es conveniente. Todo me está permitido", pero no me dejaré dominar por nada. 1 Corintios 6:12

Al hombre común le cuesta entender que ‘la Verdad nos hace libres’ y por contradictorio que parezca, sólo en la Verdad, en la Sabiduría que proviene de Dios y que Jesús nos enseña, hallaremos la libertad de cumplir la voluntad de Dios, que a la postre, es el único refugio donde podemos encontrar la paz para nuestras pobres existencias.

Dios es nuestro padre, que nos ama, pero no nos malcría. No tenemos que mirar muy lejos para darnos cuenta  de las consecuencias que en la vida de los hijos, tienen las condescendencias de los padres.

La pregunta que debemos hacernos hoy es: ¿en qué sociedad queremos vivir dentro de diez años? De lo que hoy llamemos bueno y de lo que hoy nos permitamos, es de lo que va a estar hecha esa sociedad.

sábado, 28 de julio de 2012

Que crezcan juntos




Mateo 13:24-30
Los discípulos, producto de nuestra propia inmadurez espiritual, muchas veces confundimos el juicio divino con la justicia divina.
La idea bíblica de justicia o rectitud generalmente expresa conformidad con todas las áreas de la vida de Dios: ley, gobierno, Alianza, lealtad, integridad ética o acciones amables. Cuando los hombres se adhieren a la voluntad de Dios como está expresado en su Ley, son considerados justos o rectos. Jesús enseñó que aquellos que conformen sus vidas a sus enseñanzas son también justos, rectos.
Mientras que: El juicio es el proceso por el cual Dios pide cuentas al pueblo de su conducta y reparte en consecuencia su destino.[1]
Es muy importante que conozcamos la diferencia porque, mientras estamos llamados a uno, estamos prevenidos del otro.
Busquen primero el Reino y su justicia Mateo 6:33
Queridos míos, no hagan justicia por sus propias manos, antes bien, den lugar a la ira de Dios. Porque está escrito: Yo castigaré. Yo daré la retribución, dice el Señor.Rom 12:19
Al punto nos lleva nuestra confusión, de dejarnos enredar por los lazos que el enemigo nos va tendiendo, cuando nos lleva a cuestionar la coherencia divina, que permite el mal en el  mundo, y la efectividad de la comunidad, cuando percibimos que ese mal o injusticia, real o aparentemente se manifiesta hasta en sus siervos.
En la parábola del trigo y la cizaña se nos plantea una curiosidad, vemos al  Señor diciéndonos que no tratemos de destruir el mal, porque corremos el riesgo de destruir también el bien y se nos ordena ‘Dejen que crezcan juntos’
Comentando la parábola, John Henry Newman dice:
        Hay escándalos en la Iglesia, cosas censurables y vergonzosas; ningún católico podrá negarlo. Tiene siempre que asumir (la Iglesia-n.e.) el reproche y la vergüenza de ser la madre de hijos indignos; tiene hijos que son buenos, y otros que son malos... Dios habría podido instituir una Iglesia que fuera pura; pero predijo que la cizaña sembrada por el enemigo, crecería con el trigo hasta la cosecha, en el fin del mundo. Afirmó que su Iglesia sería semejante a una red de pescador "que recoge peces de todas clases" y que no se escogen hasta el atardecer (Mt 13,47s).
        Yendo más lejos todavía, declaró que los malos y los imperfectos, le importaban más que los buenos. “Muchos son los llamados, dijo, pero pocos los escogidos" (Mt 22,14), y su apóstol dice "que subsiste un resto, elegido por gracia" (Rm 11,5). Existe, pues sin cesar, en la historia y en la vida de los católicos, el juego de hechos ampliamente contradictorios... Pero no nos avergonzamos, ni escondemos el rostro entre las manos, al contrario, levantamos nuestras manos y nuestra cara hacia nuestro Redentor.
        "Como los ojos de los esclavos fijos en las manos de sus señores..., así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia" (Sal. 122,2)... Acudimos a ti, juez justo, porque eres tú el que nos mira. No hacemos ningún caso a los hombres, mientras te tenemos, a ti..., mientras tenemos tu presencia en nuestras asambleas, tu testimonio y tu aprobación en nuestros corazones.[2]
Qué importante es aprovechar esta rica sabiduría, que la tradición de nuestra iglesia ha conservado para nuestro bien y a la que hoy tenemos la gracia de acceder.
Cuanta inquietud, cuanta vergüenza, cuanta desmotivación, cuando dolor, nos podemos ahorrar si nos dedicamos a lo que nos corresponde, buscar la justicia, y le dejamos a Cristo la tarea del juicio y castigo. A nosotros el preparar el terreno, el sembrar el trigo, el fertilizarlo y regarlo. Al Señor y sus ángeles el segar y separar la cizaña para el fuego.
 Consideremos que sólo aquel que es la Misericordia absoluta puede ser digno del juicio absoluto. ¿Acaso, somos nosotros capaces de tal dación como para poder atribuirnos el juicio?
Desde el origen de la vida del hombre, el mentiroso ha estado engañándonos, haciéndonos creer que a Dios no le interesa nuestro bien, sino que es un dios egoísta. En nuestros días lo sigue haciendo, aprovechando cualquier error o tergiversando información o manipulándola a su antojo para que cualquier piedra de tropiezo – léase escándalo – se transforme en una montaña que dealiente nuestro paso.
Cuando Cristo entrega su vida para mostarle al mundo que la justicia del Padre vale más que nada, aún más que la vida, el enemigo señala con el dedo cualquier árbol caído para tratar de convencernos que el bosque no existe. Es obvio, no le conviene quedar en evidencia. Como aquellos niños que son reprendidos por alguna travesura señalan a otro diciendo que también hizo algo mal, o aquellos empleados infieles que ante una norma disciplinaria argumentan que no la respetan porque algún superior no lo hace.
Ante esa situación podemos elegir: entre ser parte de la solución o parte del problema y es en la fe donde encontraremos las reservas necesarias que nos permitan optar entre una u otra. La fe en Dios, no en los hombres, el creer en lo que Dios nos dice y no en lo que enemigo se empeña en hacernos notar.
Claro que no es fácil, porque la fe es la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve. Ni lo tenemos, ni lo vemos. No le podemos probar a nuestros sentidos y a nuestra razón lo que ella nos dice, porque aquellos no acceden a donde ella vive. Pero tengamos en cuenta que sin fé es imposible agradar a Dios.
El padre P. Horacio Bojorge, en las reflexiones acerca de la acedia cita al  poeta argentino, Francisco Luis Bernárdez que tiene un soneto muy hermoso que se puede aplicar a lo de la fe, dice:
«Porque después de todo he comprendido
que lo que el árbol tiene de florido
vive de lo que tiene sepultado».
Así también, en la vida cristiana. La vida cristiana tiene las flores de las virtudes de la vida cristiana que viven de la fe, que está como enterrada en la oscuridad de la tierra, pero que nutre - esa fe - a las virtudes de la caridad, de la esperanza.               


[1] FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, 2001
[2] Beato John Henry Newman (1801-1890), teólogo, fundador del Oratorio en Inglaterra Sermones predicados en varias ocasiones, n° 9, 2.6

sábado, 30 de junio de 2012

Nos conocerán por nuestros frutos


Mateo 7:15-23
La semana pasada, cuando reflexionamos acerca de las comunidades cristianas como instrumento de bendición y de salud  para todos los hombres y mujeres, quedó pendiente la pregunta ¿por qué habría alguien de acercarse a nuestra comunidad?
Así como resulta de difícil poder explicarle los colores a una persona ciega de nacimiento, lo es, explicarle las verdades espirituales a alguien que nunca ha tenido noticia de ellas y que no asocia su necesidad vital con las respuestas que tales verdades pueden darle.
Cuando Jesús interroga a los apóstoles con respecto a qué pensaba la gente de Él y quién pensaban ellos mismos, que Él era - además de hacer que se revelara en Pedro la moción del Espíritu Santo anunciándolo como el Mesías - nos estaba dejando, a todos los discípulos una forma de evaluarnos.
En efecto, cuando Pedro reconoce que Jesús es el Cristo, está proclamando que es la solución que han estado esperando para sus vidas.
Cabe preguntarnos si los discípulos de hoy día, somos capaces de transmitir a los demás, que nuestra propuesta de vida es la solución que han estado esperando, que es lo que llena el vacío que queda cuando se agotan los recursos materiales, sentimentales y emocionales, que intentan ser un paliativo.
Cuidado que podemos estar cayendo en la categoría de falsos profetas de los que Jesús nos quiere alertar (Mateo 7:15)
Para un observador cualquiera, la diferencia entre una persona creíble y un charlatán ha de ser lo que percibe como nuestros frutos.
Dice San Agustín refiriéndose al tema:
“Por sus frutos los conoceréis”
        Preguntémonos sobre qué frutos el Señor quiere llamar la atención para reconocer el árbol. Algunos consideran como frutos lo que constituye las vestiduras de las ovejas, así los lobos pueden engañarlos.
      Quiero indicar aquí los ayunos, las oraciones, las limosnas y todas las obras que pueden ser hechas por los hipócritas. Sin esto Jesús no habría dicho: "Absteneos de hacer justicia delante de los hombres, para llamarles la atención " (Mt 6,1)...
     Muchos dan a los pobres por ostentación y no por benevolencia; muchos rezan o más bien parece que rezan, pero no lo hacen por Dios sino más bien por la estima de los hombres; muchos ayunan y fingen una austeridad asombrosa, para atraerse la admiración de los que ven sus obras. Todas estas obras son engaños...   El Señor concluye que estos frutos no son suficientes para juzgar el árbol. Las mismas acciones hechas con una intención recta y en verdad constituyen la vestidura de las ovejas auténticas...
        El apóstol Pablo nos dice por qué frutos reconoceremos el árbol malo: "Es fácil reconocer las obras de la carne: desenfreno, impureza, obscenidad, idolatría, brujería, odios, disputas, celos, cólera, disensión, sectarismo, rivalidades, borracheras, rencillas y cosas semejantes " (Ga 5,19-20). El mismo apóstol nos dice seguidamente por qué frutos podemos reconocer un árbol bueno: "Pero al contrario los frutos del Espíritu son amor, alegría, paz, paciencia, benevolencia, bondad, fe, humildad y control de sí" (v. 22-23).
       Hay que saber que la palabra "alegría" se toma aquí en su sentido propio; los hombres malvados en sentido propio ignoran la alegría, pero conocen el placer...  
      Es el sentido propio de la palabra, lo que sólo los buenos conocen; "no hay alegría para los impíos, dice el Señor" (Is 48,22). Lo mismo ocurre con la fe verdadera. Las virtudes enumeradas pueden ser disimuladas por los malos y los impostores, pero no engañan al ojo limpio y puro capaz de discernirlo. [1]
En nuestro jardín había una ‘Santarrita’ que no sabíamos cuidar y pensábamos que necesitaba mucha agua y estar a refugio del sol. Nunca dio una flor.
También hay un limonero muy viejo, taladrado por el gusano, de tronco grisáceo, con sus raíces apretadas, que no para de darnos limones dos veces al año.
¿Cuál de las dos plantas nos sirven mejor?
A veces caemos en el error de prepararnos demasiado, buscando la perfección – a la que somos llamados, sin dudas – pero nos quedamos mirando nuestro follaje y nada de frutos.
Al igual que la felicidad el cristianismo no es un lugar al que se llega sino el camino que se recorre.
No podemos esperar a llegar al final del camino para dar frutos. Aún en la búsqueda de la santidad, con nuestras miserias y nuestros pecados en proceso de conversión, tenemos que producir. Aún si nos plantan en un terreno que nos parece que no es el más apropiado para nosotros. Jesús mismo, dio gracias al Padre por ser como somos: Jesús dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños.Mateo11:25
Debemos ser capaces de demostrarle al mundo, que la Vida Nueva, no es para los perfectos, no es para los que ya son santos, no es para alguna élite especial de elegidos, es para todos aquellos que reconociendo la necesidad, teniendo sed, vengan a beber de la Fuente del Agua Viva.
Aunque tengamos un talento, si conseguimos ganar otro, habremos dado fruto al ciento por uno.
Que el Espíritu Santo, nos ayude a discernir: el tiempo, la forma y el tipo de fruto que se espera de cada uno de nosotros.


[1] San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte) y doctor de la Iglesia Explicación del Sermón de la Montaña, cap. 24, §80-81

sábado, 23 de junio de 2012

Una sola alma y un solo corazón


Se nos pidió definir qué es una comunidad y nos pareció oportuno tomar como base la definición que nuestro propio pastor, el padre Julio C. Elizaga, hace de la misma.[1]
Una comunidad cristiana, es una agrupación estable, orgánica y fraternal de personas centradas en Cristo y llenas del Espíritu Santo y bajo la guía de su Pastor, que se sienten responsables unos de otros, compartiendo lo que son y lo que tienen, para ser testigos de Cristo, personal y comunitariamente, instaurando el reinado de Cristo en cada corazón y en todos los corazones, acelerando la gloriosa venida del Señor.
ESTABLE: Decisión explícita de pertenecer al grupo.Reconocimiento y aceptación por todos los demás miembros.Fidelidad a la comunidad en la prosperidad y en la adversidad. Reuniones semanales con participación activa de todos.
ORGANICA: Cuerpo bien articulado con funciones diferentes pero complementarias. Reconociendo, aceptando y promoviendo todos, el lugar y la función de cada uno de los miembros dentro de la comunidad. Sintiéndose parte de un mismo cuerpo cooperando para el bien del todo.
FRATERNAL: Hijos de un mismo Padre por la vida en Jesús que los hace miembros de la familia de Dios y movidos por el mismo Espíritu.
CENTRADAS EN CRISTO: Personas realmente convertidas al Señor, con un corazón nuevo y un espíritu nuevo y consiguientemente con una nueva escala de valores para descubrir y crear un nuevo orden humano. Encuentro personal de Cristo como Señor y Salvador con conocimiento experimental y comunicación permanente con el Señor. Se reúnen para escuchar su Palabra, orar juntos al Padre en su nombre y celebrar la Eucaristía.
LLENOS DEL ESPIRITU SANTO: Que han recibido la efusión del Espíritu Santo que congrega y forma la comunidad y le da vida y crecimiento. Que caminan juntos en el Espíritu dejándose iluminar, enseñar y conducir por El. Abiertos a las manifestaciones, carismas y ministerios para edificar el Cuerpo de Cristo.
BAJO LA GULA DE SU PASTOR: Siguiendo la orientación del Pastor puesto por el Espíritu Santo para apacentar a la Comunidad". Hechos 20, 28 Con el ministerio de organizar a los miembros para la edificación del Cuerpo de Cristo.
RESPONSABLES UNOS DE OTROS: Sufriendo y alegrándose juntos. Con intereses y comunión que va más allá de las reuniones. Dando y recibiendo apoyo. Cada uno acepta la responsabilidad del otro y comparte su propio ser.
EDIFICANDOSE MUTUAMENTE:  Exhortación mutua, corrección fraterna, búsqueda en común de la voluntad de Dios para cada uno y para el grupo. Impulso para servir a otros. Dando testimonio unos a otros de lo que el Señor está haciendo en ellos y por medio de ellos, manifestándose así la gloria de Dios. Impulsarse mutuamente para la evangelización y el servicio.
COMPARTIENDO LO QUE SON Y LO QUE TIENEN: Poniendo al servicio de los demás, todos sus talentos, carismas, conocimientos y experiencias. Una sola alma y un solo corazón, con apertura y trasvase de todas sus riquezas. Reflexión y planificación para el servicio y la evangelización. Algunas comidas todos juntos, algunos trabajos, estudios, y esparcimientos en común. Cada uno contribuye según su capacidad y se da a cada uno según sus necesidades. Apertura, intercambio y servicio con otras comunidades y con grupos más amplios. Y TODO para ser Testigos de Jesús, personal y comunitariamente, instaurando el reinado de Cristo en cada corazón y en todos los corazones, acelerando así la gloriosa venida del Señor.
COMUNIDAD Y EVANGELIZACION
Si la Comunidad cristiana es de la esencia del cristianismo, la evangelización es de la esencia de la comunidad cristiana. La evangelización es tanto un efecto de una vida cristiana saludable, como una causa de salud.
En el plan de Dios, la vida de amor y de unidad de las comunidades cristianas concretas, está destinada a atraer hombres y mujeres a la fe en Dios y en Jesús como el Salvador enviado que ama a los hombres.
La vida que se lleva y la palabra que se explica, la predicación, obran juntamente para atraer hombres a la fe.
En el plan de salvación de Dios cuenta con que hayan cristianos unidos visiblemente en comunidades cristianas, que muestren con sus vidas la realidad del amor de Dios en medio de ellos, que muestren la verdadera identidad de Jesús como el Salvador de Dios para todos los hombres.
El contexto para la evangelización es la vida comunitaria a nivel local. Si no podemos decir: Miren aquí hay una comunidad donde se vive la vida cristiana, nuestras palabras y nuestra evangelización son huecas y vacías.
La gente ya ha oído muchas teorías y lo que necesitan ver es una demostración. Necesitan ver realmente la vida en el Reino de Dios, donde hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, ricos y pobres, se relacionan con amor porque están centrados en Cristo Jesús.
Por eso dijo Jesús:
"Te pido Padre que todos ellos estén completamente unidos; que sean una sola cosa como Tu Padre está en míy Yo estoy en Tí, que todos sean uno, para que el mundo crea que Tú me enviaste". Juan 17.21
El pedido de Jesús de que todos seamos uno es, "para que el mundo crea". La total unidad de nosotros los cristianos es una necesidad.
Para que el mundo pueda ver lo que Dios realmente es, necesitamos vivir su vida, una vida de amor, de unión, de servicio y de compromiso.
La clave para llevar el mundo a Dios, es nuestra unión con Cristo y con los demás. El mundo necesita ver la totalidad de Dios y Dios quiere revelar esta totalidad a través de nosotros su pueblo cristiano. Nos dice Mons. Parteli:

"Así nuestra acción pastoral, estará articulada de manera orgánica bajo la guía del Pastor, con la participación de todos sus miembros activos para Pensar en Común, para Vivir en Común y para Actuar Solidariamente, en ámbitos diferentes, con una única mira, con un gran espíritu de corresponsabilidad y con una  entrega total a la causa abrazada: Instaurar el reinado de Cristo en cada corazón y en todos los corazones que, juntos hacen la familia humana y el clima que ella respira".




[1] Folleto: Vivamos en Comunidad – P. Julio C. Elizaga

sábado, 16 de junio de 2012

Tiempos modernos


Desde los principios de la predicación apostólica, la postura, el estado  de los discípulos es de confrontación. Así lo anunció Jesús [i] el Príncipe de la Paz, aunque parezca contradictorio. ¿Confrontación entre quiénes? Entre el Espíritu Santo y el espíritu de este mundo.
Muchas veces dejamos volar la imaginación, quizás influenciados por algunos filmes cinematográficos de ficción y se nos ocurre que tendremos que salir a enfrentar algún ser mitológico con cuernos y cola, que escupe fuego. O tal vez alguna especie de fantasmas que andan deambulando por ahí. La batalla no es tan fácil porque el enemigo no es visible[ii]
Como no es visible, y como la fantasía no se hace realidad, nos engaña haciéndonos creer que no está sucediendo. Cuando nos damos cuenta, ya nos ganó la desazón, la desmotivación y hasta llegamos a pensar, que nuestra lucha es en vano.
En lo que se conoce como el ‘testamento espiritual’ de Pablo, las cartas a Timoteo, el apóstol nos advierte de la situación al mismo tiempo que profetiza.[iii]
Los primeros discípulos deberion enfrentarse con aquellos que no creían que Jesús fuese el Mesías. Los discípulos de hoy debemos enfrentarnos con aquellos a quienes no les importa, ni les preocupa saber si hay un dios, con los indiferentes. Con el hombre mismo vuelto hacia adentro, únicamente hacia lo que las satisfacciones de lo sensorial puedan retribuirle.[iv]
Personas que creyendo que actúan de buena fe, o directamente desafiando todo principio, ya no religioso, sino ético y moral, quieren sepultar hasta las leyes naturales, no por lo que son sino por provenir de donde provienen. Si viene de la Iglesia de Cristo, es malo, es retrógrado es iracional, es fanatismo. Lo bueno es ser transgresor, eso libera y causa felicidad.
Personas que manejan la opinión pública, desde los gobiernos, los medios de comunicación, las universidades, intentando convencer que su pregón es bueno para el hombre. Que es bueno que nos convirtamos en una especie que mata a sus crías, o a sus enfermos y ancianos si son un estorbo para satisfacer nuestro ego o nuestra diversión. [v]
Personas que van formando una cultura, que nos envuelve, introduciéndose en nuestra intimidad, en nuestros hogares, en nuestra familias – las que todavía sobreviven – seduciendo a los más débiles.[vi] Y aquellos otros que aparentan estar en la búsqueda de la verdad, pero cuando ésta les roza, miran para otro lado o se desentienden. Que los hay mezclados entre los propios discípulos, consumidores de cuanto recurso cristiano surja, de los que no se obtiene la mínima muestra de amor o de servicio.[vii]
Muchas veces, sin darnos cuenta, participamos de su circo. Por supuesto que cuando nos dejamos envolver por su discurso. Pero también cuando los enfrentamos con sus mismos métodos. Pablo es contundente con su recomendación. ¡Apártate de esa gente! 2Ti 3:5.
Entrar en su juego es exponerse a que nos utilicen como ejemplo de aquello en lo que no se debe ser o parecer. Es dejar que nos dejen en ridículo para convencer a otros incautos. No es que nos importe que nos ridiculicen a causa del Señor, ellos no saben que nos están haciendo un favor, es que nos importan los incautos.
Pablo los compara con los magos del farón de Egipto que mientras Moisés trataba de mostrarle que venía de parte de Yahveh, ellos usaban su magia para distraerlo y convencerlo que no necesitaba creerle a Dios, para obtener los mismos resultados.[viii]
El no enfrentarlos, no implica que cedamos el terreno. Debemos ser astutos y mientras ellos se están vanagloriando, debemos ocuparnos del hombre común, aquel que todavía tiene los ojos velados para que no le resplandezca la Luz.
Pablo nos exhorta con toda su fuerza:
‘proclama la Palabra de Dios, insiste con ocasión o sin ella, arguye, reprende, exhorta, con paciencia incansable y con afán de enseñar. Porque llegará el tiempo en que los hombres no soportarán más la sana doctrina; por el contrario, llevados por sus inclinaciones, se procurarán una multitud de maestros que les halaguen los oídos, y se apartarán de la verdad para escuchar cosas fantasiosas. Tú, en cambio, vigila atentamente, soporta todas las pruebas, realiza tu tarea como predicador del Evangelio, cumple a la perfección tu ministerio. 2Ti 4:2 -5
No debemos olvidar, que nosotros no convencemos a nadie, quien convence es el Espíritu Santo y Él se manifiesta desde la Palabra.
El apostol nos recomienda que evitemos entrar en discusiones que nada aportan, así que no perdamos de vista a lo que vamos, nuestra misión es presentar a Cristo y dejar que Él haga el resto y discutiendo no lo vamos a conseguir, lo que lograremos es que el otro se cierre más  y no nos escuche.[ix]
Pidámosle al Espíritu Santo que nos de la sabiduría necesaria, que nos dirija, para que podamos discernir y darnos cuenta, quienes son enemigos y quienes terreno a conquistar.


[i]¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división. Luc 12:51 
[ii] Porque nuestra lucha no es contra enemigos de carne y sangre, sino contra los Principados y Potestades, contra los Soberanos de este mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal que habitan en el espacio. Efe 6:12 
[iii] Quiero que sepas que en los últimos tiempos sobrevendrán momentos difíciles. 2Ti 3:1 
[iv] Porque los hombres serán egoístas, amigos del dinero, jactanciosos, soberbios, difamadores, rebeldes con sus padres, desagradecidos, impíos,  incapaces de amar, implacables, calumniadores, desenfrenados, crueles, enemigos del bien,  traidores, aventureros, obcecados, más amantes de los placeres que de Dios; 2Ti 3:2 -4
[v] 5  y aunque harán ostentación de piedad, carecerán realmente de ella 2Ti 3:5a
[vi] Así son los que se introducen en los hogares, seduciendo a mujeres frívolas y llenas de pecados, que se dejan arrastrar por toda clase de pasiones, 2Ti 3:6 
[vii] esas que siempre están aprendiendo, pero nunca llegan a conocer la verdad. 2Ti 3:7 
[viii] Así como Janés y Jambrés se opusieron a Moisés, ellos también se opondrán a la verdad: son hombres de mentalidad corrompida, descalificados en lo que se refiere a la fe. 2Ti 3:8 
[ix] El que sirve al Señor no debe tomar parte en querellas. Por el contrario, tienen que ser amable con todos, apto para enseñar y paciente en las pruebas. Debe reprender con dulzura a los adversario, teniendo en cuenta que Dios puede concederles la conversión y llevarlos al conocimiento de la verdad, haciéndolos reaccionar y librándolos de la trampa del demonio que los tiene cautivos al servicio de su voluntad. 2Ti 2:24 -26

sábado, 2 de junio de 2012

Pedir bien


En tiempos de ‘Llame ya’ y de ‘Obtenga ahora y pague después’ se le hace difícil a las personas encontrar un estado de paz, vivimos en épocas de urgencias por satisfacer necesidades de todo tipo, la mayoría de ellas, creadas por los analistas de marketing.
Lo angustiante, es que esa misma impaciencia por obtener cosas la llevamos a las demás áreas de nuestra vida, a nuestros sentimientos, a nuestras expectativas, a lo inmanente y a lo trascendente.
La experimentamos en lo personal, pero también en nuestras relaciones con los demás, con nuestra familia, con nuestros compañeros de trabajo, con nuestros amigos, con nuestros hermanos de comunidad.
La ansiedad logra que esperemos más de lo que el otro puede dar, o de lo que quiere dar o de lo que conviene que recibamos de él. Se producen entonces los conflictos, con nosotros mismos, con los demás y hasta con Dios mismo.
Santiago – el primo del Señor – nos pregunta desde su carta:
¿De dónde provienen las luchas y las querellas que hay entre ustedes? ¿No es precisamente de las pasiones que combaten en sus mismos miembros? 4:1
Nos atrevemos a actualizar la pregunta diciendo ‘entre ustedes [y en ustedes]’
Esas pasiones que están en dentro nuestro, pueden ser caprichos, pero también pueden ser válidas y justificadas, quizás hasta necesarias para nuestra vida. Pueden ser tanto un celular de la cuarta generación como la necesidad de sanación de un ser querido. No les carguemos las culpas tanto a ellas como a la forma como las manejamos.
En el siguiente párrafo, Santiago se refiere aquellos creyentes o no, que se enroscan en el círculo del desasosiego antes de acordarse de nuestro Padre y sentencia: Ustedes no tienen, porque no piden
Es que hasta los discípulos, muchas veces nos olvidamos de pedirle a papito Dios aquello que necesitamos, el motivo de nuestra intranquilidad. Sustituimos la oración por la acción, cuando aunque andando juntas, la segunda está supeditada a la primera.
Seguramente Santiago se acordaba de las palabras de Jesús cuando les enseñaba a sus discípulos: También les aseguro: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá. Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre. Luc 11:9-10 
Alguien dirá: pero yo pido y no dejo de pedir hasta el cansancio y sin embargo no tengo la respuesta que espero.
Santiago, arriesga una causa probable en el versículo tres: O bien, piden y no reciben, porque piden mal, con el único fin de satisfacer sus pasiones.
Es muy importante que cuando estemos orando, en nuestros pedidos incluyamos no solamente el qué, sino también el para qué.
¿Cuál es la relevancia? Sencillo, pensando el para qué necesitamos lo que estamos pidiendo podemos llegar a darnos cuenta que si bien es algo que quisiéramos no es tan importante ni tan urgente y puede tener el trámite común en lugar del urgente.
Esto es tan válido para algo que necesitemos o queramos en lo personal como hasta para algún servicio que estemos prestando como discípulos.
Por poner un ejemplo. Supongamos que se nos mete en la cabeza pedirle al Señor el don de predicar su Palabra. Propósito muy loable si lo queremos para servir a Cristo llevando sus enseñanzas a aquellos que no la conocen, de ayudar a los que tienen dudas, de acompañar en el crecimiento espiritual a los que caminan a nuestro lado, y todos los demás beneficios implícitos en el don.
Pero, si nos ponemos en oración y cuando le vamos a decir al Padre el para qué, nos damos cuenta que nos gustaría que los demás nos pudieran ver desde el ambón, dominando las escrituras, y de esa forma podríamos destacar entre nuestros hermanos y ser reconocidos, que nos mirasen con otros ojos ya no como uno que va en el pelotón. ¿Verdad que deberíamos revisar nuestro pedido?
Otras veces nos concentramos demasiado en la solución. Pedimos aquello que nos parece que nos va a resolver tal o cual problema y en cierta forma le estamos poniendo las condiciones a Dios, diciéndole resuélveme esto, pero de esta forma, la que a mí me parece.
¿Será tan difícil orar como conviene?  Por supuesto que no. Tenemos un aliado que sabe mucho de esto y al que muchas veces dejamos de lado y es el Espíritu Santo. ‘… el mismo Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad porque no sabemos orar como es debido’ Rom. 8:26
Nos conviene presentarle el problema al Espíritu Santo y pedirle que sea el quien le plateé el asunto al Padre, ya que él nos conoce a los dos. Conoce nuestras intenciones, pasiones y debilidades y también conoce la ‘forma de pensar’ de Dios. Está asegurada la  mejor forma de presentar la solicitud.
Para terminar, está el tema de la respuesta y de los tiempos. Muchas veces pasa que lo hemos hecho todo bien, pero la solución no llega.
Es curioso ver como, a nuestro criterio, Dios satisface los caprichos de algunas personas impertinentes y posterga los pedidos sensatos y realmente necesarios de otras. Suponemos que como buen padre que conoce el corazón y la personalidad de cada uno de sus hijos, maneja los tiempos de acuerdo a la madurez espiritual y al propósito que ha previsto a para sus vidas.
Debemos confiar en su criterio. En este caso el fin justifica los medios. El propósito que Dios quiere lograr en nuestra vida está por encima de los medios que use para lograrlo, aunque nos resulte duro o no lo podamos entender.
Jesús nos prometió que Todo lo que pidan en la oración con fe, lo alcanzarán Mat.21:22 Oración y fe, es decir confianza, nos darán el resultado, quizás no tanto en el qué, pero sin duda en el para qué.
Aprendamos a pedir como conviene y lo que conviene, tengamos en cuenta que la sabiduría produce paz, y aliémonos al Espíritu Santo quien en estos tiempos es la propia Sabiduría que Jesús nos regaló.