Juan 8:1-11
La semana pasada habíamos estado
reflexionando, acerca de las diferencias entre el juicio y la justicia, desde
el punto de vista cristiano.
Hoy vamos a ver un ejemplo de ello, que Jesús
mismo nos ofrece en el pasaje del Evangelio conocido como el ‘Perdón de la adúltera’.
Para mejor discernimiento vamos a dividir el
episodio en escenas.
En la primera escena (versos 1 a 4) vemos la acusación,
pecado contra uno de los bienes más queridos por Dios, la familia.
En la segunda escena (5 y 6 a) vemos la
intención de los acusadores: tenderle una trampa a Jesús, ponerle una piedra de
tropiezo. Enfrentar la Justicia con la Misericordia Divinas.
En la tercera (6b a 9) vemos a Jesús humillándose,
integrarse al jurado, para validar la competencia de los jueces.
En la cuarta (10-11 a) el veredicto de Jesús, ya
de pie, la sentencia.
En la quinta (11 b) la libertad y la
restauración, acompañadas de la recomendación.
Esta obra dramática, la estamos viviendo en
forma cada vez más acentuada en nuestros días.
Asistimos al escenario donde el hombre, incómodo
por la presencia de Cristo y sus enseñanzas, indigno de juzgar a otro, trae a
consideración la Justicia Divina y la discriminación.
Se nos enfrenta a los discípulos - como los
fariseos a Jesús - a los extremos: cumplir la voluntad de Dios y discriminar, o
admitir que las personas con ‘opciones diferentes’ están en libertad de acción
y negar así la voluntad de Dios.
No podemos rehuir nuestro compromiso, no
podemos mirar para el costado, fingiendo que no pasa nada, porque aunque falibles
y débiles, seguimos siendo sal en la tierra y luz en el mundo. Pero tenemos la
gracia de recibir la Sabiduría de Cristo.
¿Qué haría Jesús en nuestro lugar?
Respecto
al juicio. Dice San Agustín:
No dijo no sea apedreada, para que no pareciese
que hablaba contra la Ley. Tampoco dijo sea apedreada, porque había venido, no
a perder lo que había encontrado, sino a buscar lo que se había perdido. ¿Pues
qué responderá? "El que entre vosotros esté sin pecado, tire contra ella
la piedra el primero".
Esta es la voz de la justicia. Sea castigada la pecadora, pero no por los
pecadores. Cúmplase la Ley, pero no por medio de los mismos que la quebrantan.
Respecto al pecador:
Únicamente quedaron
dos, la miseria y la misericordia,
pues sigue: "Y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en pie, en
medio".
Yo creo que aquella
mujer se quedó aterrada, porque esperaba ser castigada por Aquél en quien no se
podía encontrar culpa alguna. Mas Aquél que había rechazado a sus adversarios
con la lengua de la justicia, levantando hacia ella sus ojos de mansedumbre, le
preguntó: "Y enderezándose Jesús, le dijo: mujer, ¿dónde están los que te
acusaban? ¿ninguno te ha condenado?" Dijo ella: ninguno, Señor".
Hemos oído antes la
voz de la justicia; oigamos ahora la voz de la mansedumbre: "Y Jesús, ni
yo tampoco te condenaré". Esto dice aquél por quien, acaso, has temido
ser condenada, por ser el único en quien no has encontrado culpa.
Pero también respecto
al pecado:
¿Qué es esto, Señor?
¿Fomentas los pecados? No, en verdad. Véase lo que sigue: "Vete, y no
peques ya más". Luego el Señor condenó, pero el pecado, no al hombre. Porque
si hubiese sido fomentador del pecado, hubiese dicho: "vete, y vive como
quieras; está segura que yo te libraré; yo te libraré del castigo y del
infierno, aun cuando peques mucho". Pero no dijo esto.
Fíjense los que desean
la mansedumbre en el Señor, y teman la fuerza de la verdad, porque el Señor es
dulce y recto a la vez
El hombre moderno se levanta del asiento antes que termine la obra, no le
interesa ver el último acto, nos sentimos más cómodos salteándonos el pero, el ‘no
peques más’.
El hombre moderno – no debería ser así con el discípulo – pretende disfrazarse
de solidario. Queremos darnos un barniz de humanidad y nos estamos equivocando
de pintura, tomamos el tarro de la mediocridad y una segunda mano de
decadencia.
Los discípulos debemos estar atentos, aunque estamos en el mundo, no somos
del mundo.
Debemos ser astutos y preguntarnos: ¿Cuál es el verdadero propósito de
correr reglas, de apagar los semáforos, de derrumbar umbrales, de quemar los
libros?
Sin duda habrá personas muy bien intencionadas, pero también muy
equivocadas.
San Pablo nos dejó esta sabia conclusión: "Todo
me está permitido", pero no todo es conveniente. Todo me está
permitido", pero no me dejaré dominar por nada. 1 Corintios 6:12
Al hombre común le cuesta entender que ‘la Verdad nos hace libres’ y por
contradictorio que parezca, sólo en la Verdad, en la Sabiduría que proviene de
Dios y que Jesús nos enseña, hallaremos la libertad de cumplir la voluntad de
Dios, que a la postre, es el único refugio donde podemos encontrar la paz para nuestras
pobres existencias.
Dios es nuestro padre, que nos ama, pero no nos malcría. No tenemos que
mirar muy lejos para darnos cuenta de las
consecuencias que en la vida de los hijos, tienen las condescendencias de los padres.
La pregunta que
debemos hacernos hoy es: ¿en qué sociedad queremos vivir dentro de diez años? De
lo que hoy llamemos bueno y de lo que hoy nos permitamos, es de lo que va a
estar hecha esa sociedad.
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