sábado, 4 de agosto de 2012

Vete, pero…


Juan 8:1-11
La semana pasada habíamos estado reflexionando, acerca de las diferencias entre el juicio y la justicia, desde el punto de vista cristiano.

Hoy vamos a ver un ejemplo de ello, que Jesús mismo nos ofrece en el pasaje del Evangelio conocido como el ‘Perdón de la adúltera’.

Para mejor discernimiento vamos a dividir el episodio en escenas.

En la primera escena (versos 1 a 4) vemos la acusación, pecado contra uno de los bienes más queridos por Dios, la familia.

En la segunda escena (5 y 6 a) vemos la intención de los acusadores: tenderle una trampa a Jesús, ponerle una piedra de tropiezo. Enfrentar la Justicia con la Misericordia Divinas.

En la tercera (6b a 9) vemos a Jesús humillándose, integrarse al jurado, para validar la competencia de los jueces.

En la cuarta (10-11 a) el veredicto de Jesús, ya de pie, la sentencia.

En la quinta (11 b) la libertad y la restauración, acompañadas de la recomendación.

Esta obra dramática, la estamos viviendo en forma cada vez más acentuada en nuestros días.
Asistimos al escenario donde el hombre, incómodo por la presencia de Cristo y sus enseñanzas, indigno de juzgar a otro, trae a consideración la Justicia Divina y la discriminación.

Se nos enfrenta a los discípulos - como los fariseos a Jesús - a los extremos: cumplir la voluntad de Dios y discriminar, o admitir que las personas con ‘opciones diferentes’ están en libertad de acción y negar así la voluntad de Dios.

No podemos rehuir nuestro compromiso, no podemos mirar para el costado, fingiendo que no pasa nada, porque aunque falibles y débiles, seguimos siendo sal en la tierra y luz en el mundo. Pero tenemos la gracia de recibir la Sabiduría de Cristo.

¿Qué haría Jesús en nuestro lugar?

Respecto al juicio. Dice San Agustín:
No dijo no sea apedreada, para que no pareciese que hablaba contra la Ley. Tampoco dijo sea apedreada, porque había venido, no a perder lo que había encontrado, sino a buscar lo que se había perdido. ¿Pues qué responderá? "El que entre vosotros esté sin pecado, tire contra ella la piedra el primero".

Esta es la voz de la justicia. Sea castigada la pecadora, pero no por los pecadores. Cúmplase la Ley, pero no por medio de los mismos que la quebrantan.

Respecto al pecador:
Únicamente quedaron dos, la miseria y la misericordia, pues sigue: "Y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en pie, en medio".
Yo creo que aquella mujer se quedó aterrada, porque esperaba ser castigada por Aquél en quien no se podía encontrar culpa alguna. Mas Aquél que había rechazado a sus adversarios con la lengua de la justicia, levantando hacia ella sus ojos de mansedumbre, le preguntó: "Y enderezándose Jesús, le dijo: mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿ninguno te ha condenado?" Dijo ella: ninguno, Señor".
Hemos oído antes la voz de la justicia; oigamos ahora la voz de la mansedumbre: "Y Jesús, ni yo tampoco te condenaré".  Esto dice aquél por quien, acaso, has temido ser condenada, por ser el único en quien no has encontrado culpa.

Pero también respecto al pecado:
¿Qué es esto, Señor? ¿Fomentas los pecados? No, en verdad. Véase lo que sigue: "Vete, y no peques ya más". Luego el Señor condenó, pero el pecado, no al hombre. Porque si hubiese sido fomentador del pecado, hubiese dicho: "vete, y vive como quieras; está segura que yo te libraré; yo te libraré del castigo y del infierno, aun cuando peques mucho". Pero no dijo esto.

Fíjense los que desean la mansedumbre en el Señor, y teman la fuerza de la verdad, porque el Señor es dulce y recto a la vez

El hombre moderno se levanta del asiento antes que termine la obra, no le interesa ver el último acto, nos sentimos más cómodos salteándonos el pero, el ‘no peques más’.

El hombre moderno – no debería ser así con el discípulo – pretende disfrazarse de solidario. Queremos darnos un barniz de humanidad y nos estamos equivocando de pintura, tomamos el tarro de la mediocridad y una segunda mano de decadencia.

Los discípulos debemos estar atentos, aunque estamos en el mundo, no somos del mundo.

Debemos ser astutos y preguntarnos: ¿Cuál es el verdadero propósito de correr reglas, de apagar los semáforos, de derrumbar umbrales, de quemar los libros?

Sin duda habrá personas muy bien intencionadas, pero también muy equivocadas.

San Pablo nos dejó esta sabia conclusión:  "Todo me está permitido", pero no todo es conveniente. Todo me está permitido", pero no me dejaré dominar por nada. 1 Corintios 6:12

Al hombre común le cuesta entender que ‘la Verdad nos hace libres’ y por contradictorio que parezca, sólo en la Verdad, en la Sabiduría que proviene de Dios y que Jesús nos enseña, hallaremos la libertad de cumplir la voluntad de Dios, que a la postre, es el único refugio donde podemos encontrar la paz para nuestras pobres existencias.

Dios es nuestro padre, que nos ama, pero no nos malcría. No tenemos que mirar muy lejos para darnos cuenta  de las consecuencias que en la vida de los hijos, tienen las condescendencias de los padres.

La pregunta que debemos hacernos hoy es: ¿en qué sociedad queremos vivir dentro de diez años? De lo que hoy llamemos bueno y de lo que hoy nos permitamos, es de lo que va a estar hecha esa sociedad.

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