sábado, 28 de agosto de 2010

Testigos en Samaría

Hechos 8:5-12

En la reflexión ‘A quiénes y dónde’, habíamos señalado a Samaría como la segunda etapa del plan evangélico de NS Jesucristo; e identificábamos este objetivo, con lo que bien podría representar en nuestros días, a los hermanos alejados, a los que un día formaron parte de la comunidad, pero que, por distintas razones, se separaron, siguiendo otros caminos.

En los comienzos del cristianismo, luego de la muerte de Esteban, Felipe, siguiendo las instrucciones que Jesús diera a sus discípulos Hch 1:8, descendió a una ciudad de Samaría y allí predicaba a Cristo (5) Reflexionemos sobre estos acontecimientos para sacar enseñanzas, que nos puedan aportar a nuestra actividad misionera con los hermanos alejados.

Al oírlo y al ver los milagros que hacía, todos recibían unánimemente las palabras de Felipe (6) Lo primero que nos muestra el relato es, que la presencia del Espíritu Santo, estaba con Felipe. De otra forma, esos milagros no hubieran sido posibles, y las palabras que proclamaba no hubieran sido recibidas unánimemente. Sabemos que el Espíritu Santo, fue el gran protagonista del nacimiento de nuestra Iglesia, relatado por Lucas en el libro de los Hechos.

Y fue grande la alegría de aquella ciudad (8) Lo que Felipe decía y el resultado de su presencia eran motivo de alegría. O sea, no fue a confrontar, ni a cuestionar o reprender, fue a mostrar, lo que de bueno, tenía para ofrecerles.

Felipe se encontró con personas que habían sido seducidas por Simón el mago, al cual seguían con devoción porque: desde hacía tiempo los tenía seducidos con su magia (11)

Esta característica, lamentablemente, está presente en muchos de los hermanos alejados, la ansiedad. En la reflexión anterior, ya aludida, veíamos como los samaritanos se habían separado del pueblo judío, por un reclamo, que justificado o no, no fue atendido. Muchas personas que integraron la comunidad, pueden haberse apartado por no haber tenido una respuesta satisfactoria a sus expectativas, ya sea en el tiempo o en la forma.

Esto es parte de la letra del problema y debemos ser cautos y prudentes en el manejo de esta circunstancia. Nosotros hemos aprendido, aunque no siempre comprendido, que los tiempos y los planes del Señor, no son iguales que los nuestros.

Mientras el Señor tiene planes a largo plazo, que incluyen nuestra paciencia, obediencia y constancia, para madurarnos espiritualmente y fortalecernos en la fe; muchos de nosotros, no podemos controlar la ansiedad, también porque, muchas de las urgencias así lo imponen.

De la actitud y el control que tengamos de nuestra ansiedad, puede depender, que permanezcamos o que nos quedemos en el camino.

Pero el mismo Señor que a veces nos dice: Esta generación malvada y adúltera reclama un signo, pero no se le dará otro que el del profeta Jonás Mat (12:3) también nos dice: Les aseguro que todo lo que pidan al Padre, él se lo concederá en mi Nombre Juan (16:23)

Él conoce los corazones y sabe a qué personas responder en forma inmediata y cuándo es necesario esperar. Quizás, la diferencia esté en que reciban y permanezcan unidas a Él, o reciban y una vez obtenido lo que buscan, sigan su camino. Sólo Él lo sabe, nosotros no.

Como los samaritanos de Felipe, muchas personas están siendo seducidas por supuestas soluciones mágicas, que como todo acto de mago, es ilusorio, temporal, efímero. Dura lo que la sorpresa. La solución que nosotros proponemos, sabemos que es real, es permanente, es eterna.
  
El carisma de Felipe, fue llegar hasta los samaritanos, lleno del Espíritu Santo, anunciarles la buena nueva, y mostrar el amor de Dios en acciones: Porque los espíritus impuros, dando grandes gritos, salían de muchos que estaban poseídos, y buen número de paralíticos y lisiados quedaron curados. (7).

Confrontados con la Palabra de Dios, que podemos llevarles, muchos espíritus impuros, pueden huir de las personas, aunque no griten, aunque se vayan silenciosamente, si podemos demostrarles que la vida en comunidad, a la larga, paga más que cualquier distracción, cuando no, de cualquier adicción, a la que ahora estén recurriendo.

Es probable, también, que esa misma Palabra levante a muchos lisiados espirituales, que se han dejado vencer y caídos al costado del camino, dejaron de luchar.

También debemos llevar algo que mostrar. Quizás a los ojos de los demás no se vea como milagro, pero para nosotros, lo que Dios hizo en nuestras vidas, han sido verdaderas señales, prodigios y maravillas.

El relato nos dice, que cuando los samaritanos creyeron a Felipe, se hicieron bautizar, es decir se unieron a la comunidad. Las preguntas que nos debemos hacer son:
·         ¿Soy creíble cuando voy a anunciar a Cristo?
·         ¿Estoy realmente convencido como para convencer a los demás?
·         ¿Estoy seguro que la magia no me va a derrotar?
·         ¿Realmente, puedo dar razón de mi fe?

Repasemos lo aprendido:
1.    Cuando vayamos a hablarle a los hermanos alejados, antes, debemos clamarle al Espíritu Santo que nos acompañe, que sea quien hable, que si quiere, haga milagros en las vidas de esas personas.
2.    Nuestra actitud y nuestro mensaje, deben ser siempre pro-activos, positivos. No vamos a confrontar ni a reprender, vamos a llevar un mensaje de esperanza, una nueva oportunidad.
3.    Los planes del Señor, son misteriosos, ante la duda debemos clamar al Padre en el nombre de Cristo, intercediendo por las necesidades de esas personas.
4.    Debemos nosotros  estar convencidos, antes de tratar de convencer a los demás.
5.     Como dicen las orientaciones pastorales de nuestra comunidad de Belén: Debemos creer lo que anunciamos, vivir lo que creemos y predicar lo que vivimos.
6.     Debemos mostrarle al otro el milagro que Dios ha hecho en nuestras vidas. Para eso, es importante que tengamos buena memoria y apreciemos sinceramente nuestro presente, respecto a nuestro pasado, aunque todavía le falte para llegar al futuro ideal.

Que el Espíritu Santo nos guíe hasta aquellos a los que el Señor está buscando, a los que hecha de menos en el redil, y que nos revista con los carismas necesarios para llevar adelante lo que nos toca por hacer.

miércoles, 25 de agosto de 2010

De gusanos de seda, capullos y mariposas

Por Edgardo Tambasco

El mes de setiembre siempre ha sido para mi algo esperado. Los vientos que dan la sensación de limpieza van dando el presagio que los fríos se van terminando. Los brotes en las plantas, los pájaros que inician sus nidos, las flores con sus hermosos colores, que ni la paleta del más ilustre pintor ha podido igualar.

En uno de esos setiembres, cuando tenía apenas catorce años veía como los gusanos de seda que criaba en unas cajas de zapatos iban saliendo de los huevos. Eran miles, y necesitaban alimentarse.

Su comida era la hoja de mora. No era fácil encontrar un árbol en el barrio, tenía uno a unas diez cuadras de mi casa, del cual, iba pacientemente día por medio a recoger las hojitas, ya que las mismas debían estar frescas.

Cuán sabia es la naturaleza. Las primeras hojas del árbol de la mora son sumamente tiernas para que los pequeños gusanitos puedan ir degustándolas sin ningún tipo de problema.

Me encantaba verlos apresurarse a llegar a las hojas de mora una vez que las ponía en la caja. Casi en forma inmediata veía como empezaban a comer, dejando surcos a lo largo de toda la hoja, y al cabo de un rato, se podía ver a través de ella.

El tema de la limpieza llevaba su tiempo, enseguida que se notaba que los gusanitos estaban disfrutando de su banquete, tenía que sacar algunos de los que quedaban sobre las hojas ya secas y tirar lo que los pequeños desechaban, como así también, algunos que se morían.

Disfrutaba viéndolos crecer, y esperaba ansiosamente el momento en que empezaban a hacer sus capullos. Cada uno iba buscando su lugar de predilección, algunos en los ángulos de las cajas, otros sobre hojas secas.

¿Cómo sabían cuál era su momento para empezar a tejer su capullo, a sabiendas que iban a entregarse y morir para dar nueva vida?

Al poco tiempo las mariposas empezaban a surgir de aquellos capullos inertes.

Como comunidad hemos sentido el soplo del Espíritu Santo en nuestras vidas, como esas brisas de primavera, que han hecho brotar en nuestras almas hermosos frutos y nos ha regalado hermosas flores que sólo el Señor ha podido “pintar” con Su paleta magistral.

Cuándo pequeños fuimos recibiendo la  palabra del Señor de parte de nuestros padres, catequistas o sacerdotes, que como hojas tiernas eran fáciles de asimilar. Y nos fuimos alimentando poco a poco, fuimos conociendo la gracia del Señor en nuestras vidas y nos fuimos robusteciendo en la fe.

En algunos casos hemos visto como muchos fueron muriendo en la fe, y por momentos uno mismo se ha visto ir palideciendo, pero el Señor ha ido limpiando nuestra casa, sacando nuestras inmundicias de ella.

Hoy nos toca también a nosotros alimentar a aquellos desnutridos en la fe, a aquellos que no conocen a Jesús.

Me imagino a Dios feliz mirándonos  a cada uno de nosotros. Como vamos creciendo en la fe, y como su gracia nos va robusteciendo, y como su Palabra siempre tierna y fresca es dada a conocer.

Así como Su Hijo, al llegar su hora,  tomó su cruz, se hizo el más pequeño y entregó su vida por cada uno de nosotros, y resucitó para que podamos salir del capullo de la muerte llenos de vida y gloria, nosotros debemos seguir su ejemplo tomando cada uno nuestra cruz.

domingo, 22 de agosto de 2010

Testigos en Jerusalén

Hoy nos vamos a concentrar en el primero de los objetivos evangélicos: ‘Hacia Adentro’ y para ello vamos a dejarnos guiar por las indicaciones de la persona que más autoridad demostró tener en cuanto a comunidades, el apóstol Pablo. Efesios 4:1-16

Lo primero que nos dice es, que cuando vamos a trabajar para la comunidad y en la comunidad, nuestra actitud debe ser de humilde servicio: Sean humildes y amables, tengan paciencia y sopórtense unos a otros con amor (2).

Y continúa diciéndonos, que sea cual sea, la actividad que desempeñemos, por encima de ella ha de estar la unidad de la comunidad: esfuércense por mantener la unidad del espíritu con el vínculo de la paz.(3) un sólo Señor, una sola fe, un sólo bautismo (5)

Por mal que pensemos que estén las cosas, no es admisible un espíritu de crítica sino de conquista, no viendo las posibles debilidades de nuestros hermanos, sino las ricas oportunidades que tenemos de servirles.

Todos podemos tener visiones y opiniones distintas, de ‘qué es lo mejor’, lo importante es saber que muchas veces lo mejor es enemigo de lo bueno, y lo bueno es: un sólo Señor, una sola fe, un sólo bautismo

Cada uno de nosotros ha recibido los dones que Cristo mismo distribuyó conforme a su plan, no los mismos dones ni en la misma proporción, pero todos ellos sumados y combinados, llegan a la medida justa y a la composición armónica, necesaria para la ejecución de dicho plan.

Él nombró a unos apóstoles, a otros profetas, evangelistas, pastores y maestros. (11) Hablando del plan misionero, se nos presentan estas actividades o misiones personales orientadas a la construcción del cuerpo místico. Sabemos que nuestros cimientos como comunidad están en Cristo y Cristo está en la Palabra.

Por eso algunos tendremos funciones apostólicas (como la del Papa, los obispos y presbíteros) Otros por la inspiración del Espíritu Santo seremos instrumentos para que Dios hable a través nuestro (profecía). Otros iremos anunciando la buena nueva y recordándola a quienes ya la conocen (evangelistas). Habrá quienes trabajen en las distintas pastorales (de los jóvenes, de la salud, de los ancianos, pastoral personal). Habrá también quienes nos encarguemos de enseñar a otros la sana doctrina (catequistas de jóvenes y adultos).

Distintas formas de hacer lo mismo: servir a nuestros hermanos, para que puedan tener un encuentro íntimo, personal y permanente con Jesús Resucitado.

Quizás alguien distraído piense que este proceso formativo, se asimile a una carrera universitaria, donde se va avanzando de curso en curso y de año en año, hasta graduarse.

No es poco común, escuchar a hermanos, diciendo: ‘hace tantos años que asisto a la comunidad’, ‘hace tantos otros que soy guía o tengo tal o cual ministerio’. Lo dicen como convencidos, que en el tiempo de desempeñar un servicio, hubiera más mérito que el de la constancia.

El Señor tiene otra forma de medir, y son los resultados.

¿Dónde pone Pablo el ‘hasta cuándo’? Según él, ¿cuándo nos graduamos? (13)

·         hasta que todos alcancemos la unidad de la fe – Lograr la unidad plena de nuestra comunidad por medio de la fe que tenemos en Quién nos llama.
·         del conocimiento del Hijo de Dios – Lograr un conocimiento, no intelectual, sino personal de Cristo. De oídas te había oído, pero ahora mis ojos te ven.
·         al estado de hombre perfecto – Haber llegado a un grado de conversión tal, que el pecado no pueda vencernos.
·         a la madurez de la plenitud de Cristo – Poder decir como Pablo, ya no vivo yo, sino que es Cristo que vive en mí.

Este ‘hasta’ de Pablo nos dice claramente, que no es el tiempo que hayamos estado haciendo algo, sino lo que hayamos logrado para nosotros mismos, para nuestros hermanos personalmente y para nuestras comunidades.

¿Puede alguno de nosotros considerarse graduado con los estándares que Pablo propone?

Si es así, ¡¡Gloria a Dios!!

¿Qué evitaremos, si nos mantenemos en un proceso de formación constante?

Así dejaremos de ser niños, sacudidos por las olas y arrastrados por el viento de cualquier doctrina, a merced de la malicia de los hombres y de su astucia para enseñar el error. (14)

Nos previene, respecto a la falta de formación cristiana. Si no nos formamos, si no nos capacitamos, si nuestra vida cristiana ha de ser un mero transcurrir, estamos expuestos a la inmadurez de nuestros estados cíclicos que un día nos ponen en el éxtasis del Lugar Santísimo y al otro en el más cruel de los desiertos.

Hoy en día, hay mucha gente que con distintas intenciones, dice estar en lo correcto, acerca de tal o cual posición, acción o pensamiento, anunciando lo mejor para el ser humano. Que está bien que la persona tenga libertad de acción y decisión, que pueda librarse de un embarazo que le coarta, de un matrimonio que le esclaviza, de una enfermedad dando fin a su vida, etc.

Lo escuchamos tanto y de tantos, que si no estamos bien parados, corremos el riesgo que ese viento de modernidad, nos quite el rumbo y nos lleve a cualquier parte.

Si los cristianos dejamos de formarnos, si dejamos de capacitarnos, si no avanzamos, retrocedemos. Porque el mundo avanza. Hoy más que nunca queda demostrado que nuestra lucha no es contra carne y sangre. El terreno de la batalla es mucho más sutil. Si no estamos preparados, es muy probable que perdamos, no sólo la batalla, sino la guerra.

Los que somos asistentes, debemos preocuparnos por nuestra formación y exigirles con amor a nuestros guías que se preparen constantemente para eso, para que nos motiven a asumir nuevas responsabilidades y servicios. Los que somos responsables de guiar comunidades o ministerios, debemos estar preparándonos todo el tiempo, para intentar conocer lo que Dios quiere que escuchen nuestros hermanos y lo que nuestros hermanos necesitan escuchar de Dios.

¿Y de las bajas, qué? ¿No nos duele el corazón cuando dejamos de ver en las misas y en las comunidades  a personas que parecían ‘tan tocadas’? Acaso no sería más fácil ayudarlos a permanecer, darles la contención necesaria, en lugar de tener que salirlos a buscar luego que se alejaron.

Pidámosle al Espíritu Santo que nos asista, que nos haga sencillos como palomas trabajando en comunidad, pero también astutos como serpientes, para saber sortear los riesgos que nos presenta nuestra comodidad personal, la rutina cristiana, el no querer capacitarnos, el dejarnos vencer por el ‘no se puede’ Pidámosle también que nos haga poner en práctica los dones y carismas que hemos recibido para servir y para servirnos, para que viviendo en la verdad y en el amor, crezcamos plenamente, unidos a Cristo. Así el Cuerpo crece y se edifica en el amor.

lunes, 16 de agosto de 2010

El llamado de los llamados

Por Edgardo Tambasco

Cuando era niño me encantaba estar todo el día jugando a la pelota en un campito a los fondos de mi casa, era casi una cuadra de distancia ( siempre y cuando no estuviera en el otro arco , que se convertía casi en dos cuadras!).

A pesar de ello mi mamá estaba siempre vigilante y la veía aparecerse asomando sigilosamente su cabeza detrás de un muro para ver si me encontraba bien, y yo hacía que no la veía por temor a que  tuviera que dejar de jugar.

Igualmente estaba siempre atento a la llamada de mi madre que se hacía sentir a pesar de la distancia . "Edgardooooooo, Edgardoooo! "

Que cuerdas vocales! Cómo hacia para hacerse sentir!

Sabía que su llamado era para ir a disfrutar, si era al mediodía, de un refresco bien helado y una riquísima comida que siempre preparaba con gran cariño. Si era en la tarde, el café con leche con una tortita recién horneada.

Yo siempre estaba atento, esperando a que me llamara porque sabía lo que se venía....

Esto me vino a la mente y pienso cuántas veces estamos distraídos, buscando metas o tratando de hacer goles en arcos equivocados, o andamos lejos de la casa del Padre y Él igualmente nos está vigilando para que no tropecemos, para que no nos hagan daño.

El ha gritado y grita a diario nuestros nombres .

Cuántas veces tememos que Dios nos llame y nos distraiga de nuestras tareas cotidianas, cuando en realidad tendríamos que tenerlo presente en cada acto de nuestra vida.

¿Estamos realmente a la escucha del llamado del Padre, cómo cuando una madre llama a su hijo para recibir el Gran Banquete?

Parafraseando la Biblia, si nuestros padres nos preparan manjares terrenales, cuánto más nos dará el Padre del Cielo que es el que todo lo posee, quien es Amor por excelencia y abundancia.

Ahora que mi mamá no está en este mundo, resuena en mi corazón su llamado y comprendo que en ese llamado estaba oculto el llamado del Señor.

Él tiene la delicadeza de hacerse el último, de hacerse hostia para que recurramos a su Cena de todo corazón y nos cuida desde lo Alto.

Gracias Señor por tu llamado y por las personas que has puesto en mi camino!
Desde lo íntimo de  mi corazón y desde el Espíritu

sábado, 7 de agosto de 2010

A quiénes y dónde

Hemos estado hablando, respecto a cómo acercarnos a los demás, para llevar la Buena Noticia, qué cosas deberíamos anunciar, la forma como hacerlo, la disposición a escucharlos y a entender sus razones, expectativas, costumbres, y necesidades. También la mirada desprejuiciada y misericordiosa con la que nos debemos disponer a acercarnos. Ahora deberíamos pensar quiénes son y dónde encontramos a esas personas.

¿Qué nos dice Jesús al respecto? ¿Cómo planificó el trabajo misionero, cuáles fueron sus ins-trucciones? Vamos a especular un poco, tomando como referencia las directivas que dio a los primeros discípulos y trayéndolas al escenario de hoy día.

Hacia su pueblo:

Las primeras instrucciones dadas a los Doce fueron: "No vayan a regiones paganas, ni entren en ninguna ciudad de los samaritanos. Vayan, en cambio, a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Mat 10:5-6
El pueblo de Israel, el pueblo elegido, con quien Dios padre hizo su primer pacto y a quienes estaba dirigida la promesa originalmente. Aquellos que conocían de la venida del Mesías, que lo esperaban con ansias, que lo buscaban afanosamente en las Escritura. Es decir que estaban preparados para recibirlo, tanto: religiosa, cultural como intelectualmente.

De ellos Jesús quería levantar sus discípulos y misioneros, porque sabían lo que adoraban, sabían qué significaba el Mesías para la vida del hombre. Hoy en día, este pueblo de Israel, somos los cristianos, los que le hemos aceptado y nos constituimos en sus discípulos.

Distinguiéndonos de los incrédulos, el apóstol Pedro nos identifica como: Ustedes, en cambio, son una raza elegida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido para anunciar las maravillas de aquel que los llamó de las tinieblas a su admirable luz 1Pe 2:9

Pero aún así, es necesario que Jesús llegue hasta nosotros para ayudarnos a perseverar y crecer en la fe, para que lleguemos a conocerle personalmente, a entender sus enseñanzas a no fallar a ellas, a mantenernos junto a Él, porque separados nada podemos hacer.

¿En qué ámbito sucede ese encuentro? Este es el típico trabajo parroquial: celebración de Misas, catequesis, formación de guías y distintos responsables, reuniones de comunidad, grupos de oración, retiros, seminarios, etc. Este tipo de tarea se llama Atención Pastoral.

Estas personas, son tus hermanos de comunidad, con aquellos que compartes la misa y los sacramentos. Han sido atraídos, quizás han sido evangelizados, pero es probable que muchos de ellos, todavía no se hayan convertido. Son los que el Señor llamó a formar parte de su comunidad, pero del que únicamente escucharon su llamado, todavía no le conocen, ni conocen el propósito para sus vidas.

Necesitan de ti, que te das cuenta de lo que está sucediendo con ellos, y tienes la voluntad de formarte y trabajar, para ayudarte y para ayudarlos. Necesitan que con humildad, los sirvas, acompañándolos para mostrarles al Señor. Necesitan que ores por ellos y colabores para que puedan recibir la promesa del Padre, el bautismo con el Espíritu Santo.

Hacia el pueblo que se alejó

Más adelante en el plan del Señor, una vez que la comunidad se hubiera formado con los primeros discípulos – todos judíos, todos cristianos, - vendría la segunda parte, el segundo objetivo, no sin antes, la comunidad unida, perseverante y obediente, recibiera la fuerza de su Espíritu. Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra". Hch 1:8

Este segundo objetivo, trasciende los límites de la comunidad, apuntando primero a los hermanos, que un día formaron parte del pueblo, de la familia, pero que por distintas razones se separaron siguiendo otros caminos. En aquella época los samaritanos.

En el 926 a. C. – Diez tribus de las doce de Israel se rebelaron, se enfrentaron al hijo del rey Salomón, el rey Roboam, y se separaron de Judea, eligiendo como rey a Jeroboam. Surgiendo así dos reinos: el del norte y el del sur. En el reino del norte, con el tiempo, se fundó Samaria. La separación, derivó en idolatría, como muchas veces terminan los actos de desobediencia y desunión. Eso hizo que se produjera una gran rivalidad entre judíos y samaritanos.

A esos hermanos alejados nos manda ir el Señor. ¿Quiénes son esos hermanos hoy en día? Son aquellos que pasaron por nuestras comunidades y ahora no están, quizás les hayan resultado muy duras las enseñanzas, la obediencia a la doctrina de la iglesia, o simplemente se fueron quedando atrás en el camino. Lo cierto es, que no llegaron a conocer a Jesucristo personalmente, ya que de otra forma, no se hubieran separado.

Adoraban lo que no sabían, lo conocían de oidas. Tal vez hoy tengan recuerdos teóricos acerca de Jesucristo, pero no un conocimiento profundo que es el que surge de un encuentro personal con El. Ellos fueron evangelizados pero la vida cristiana se ha dormido en ellos: deben ser evangelizados nuevamente. Este tipo de tarea se llama Nueva Evangelización.

No todo está perdido con ellos, ya que una vez respondieron el llamado. Quizás fueron felices, disfrutaron de la familia y vaya a saber por qué causa que se cruzó en su camino, se apartaron en búsqueda de otras ‘soluciones’.

También necesitan de ti, que los recuerdes, que ores por ellos, que los llames o que los visites. Que les preguntes las causas por las que se apartaron, si les gustaría volver y qué cosas deberían cambiar en la familia para que volvieran.

Hacia los que están afuera

Finalmente, Jesús nos manda a “los confines de la tierra”, es decir, hacia los que no lo conocen, ni nunca tuvieron noticia antes de Él.

Son las personas, que no saben de Jesucristo, o tienen una imagen errada de El. Con ellos, la tarea consiste en anunciarles a Jesucristo y su Mensaje. Este tipo de tarea se llama Primera Evangelización, Tarea misionera específica o Misión Ad Gentes.

Esos son tus vecinos, tus compañeros de trabajo, tus compañeros de estudio, tus familiares. Tienen la necesidad, pero no saben qué necesitan. Andan buscando, pero no saben qué es lo que buscan.

También necesitan que tú les hables a Dios de ellos y luego les hables a ellos de Dios. Contarles como te está yendo en la vida a partir de que haber conocido a Cristo. Invitarlos a que vengan a escucharlo en las reuniones de comunidad, que se acerquen a preguntar y a esclarecer sus dudas. Que le den la oportunidad de hacer algo bueno de sus vidas.

¿A quién te diriges?

El Maestro ya ha puesto en tu corazón, la vocación necesaria para saber el camino que tienes que tomar: si hacia Jerusalén (hacia adentro de la comunidad) hacia Samaría (hacia los hermanos alejados) o a los confines de la tierra (hacia afuera). Busca hermano, busca en tu corazón, cuál es el camino que tienes que tomar. Ah… y no te olvides de pedir la fuerza del Espíritu Santo

Busca y escribe, lo que piensas que se puede hacer para llegar a destino, lo que te parece mejor, y sobre todo, lo que tú puedes hacer.