Por Edgardo Tambasco
Cuando era niño me encantaba estar todo el día jugando a la pelota en un campito a los fondos de mi casa, era casi una cuadra de distancia ( siempre y cuando no estuviera en el otro arco , que se convertía casi en dos cuadras!).
A pesar de ello mi mamá estaba siempre vigilante y la veía aparecerse asomando sigilosamente su cabeza detrás de un muro para ver si me encontraba bien, y yo hacía que no la veía por temor a que tuviera que dejar de jugar.
Igualmente estaba siempre atento a la llamada de mi madre que se hacía sentir a pesar de la distancia . "Edgardooooooo, Edgardoooo! "
Que cuerdas vocales! Cómo hacia para hacerse sentir!
Sabía que su llamado era para ir a disfrutar, si era al mediodía, de un refresco bien helado y una riquísima comida que siempre preparaba con gran cariño. Si era en la tarde, el café con leche con una tortita recién horneada.
Yo siempre estaba atento, esperando a que me llamara porque sabía lo que se venía....
Esto me vino a la mente y pienso cuántas veces estamos distraídos, buscando metas o tratando de hacer goles en arcos equivocados, o andamos lejos de la casa del Padre y Él igualmente nos está vigilando para que no tropecemos, para que no nos hagan daño.
El ha gritado y grita a diario nuestros nombres .
Cuántas veces tememos que Dios nos llame y nos distraiga de nuestras tareas cotidianas, cuando en realidad tendríamos que tenerlo presente en cada acto de nuestra vida.
¿Estamos realmente a la escucha del llamado del Padre, cómo cuando una madre llama a su hijo para recibir el Gran Banquete?
Parafraseando la Biblia, si nuestros padres nos preparan manjares terrenales, cuánto más nos dará el Padre del Cielo que es el que todo lo posee, quien es Amor por excelencia y abundancia.
Ahora que mi mamá no está en este mundo, resuena en mi corazón su llamado y comprendo que en ese llamado estaba oculto el llamado del Señor.
Él tiene la delicadeza de hacerse el último, de hacerse hostia para que recurramos a su Cena de todo corazón y nos cuida desde lo Alto.
Gracias Señor por tu llamado y por las personas que has puesto en mi camino!
Desde lo íntimo de mi corazón y desde el Espíritu
Edgardo,
ResponderEliminarQué cosa mas linda escribiste!
Pensando en esto, me resonaba un “vuelve a mi”…el llamado del Señor cuando nos hacemos los distraídos, o buscamos ocuparnos de otras cosas para no comprometernos con El…hacer goles en arcos equivocados…es verdad lo que decis que grita a diario nuestros nombres: cada vez que nos conmueve algo, cada vez que hacemos algo equivocado y nos duele al ser concientes de eso, cada vez que se hace difícil ser auténtico por las presiones cotidianas que reafirman que su Reino no es de este mundo.
Pero que bueno saber que en su misericordia infinita siempre habrá un “vuelve a mi” esperándonos, como el hijo pródigo…y que bueno tener la esperanza de que por su misma misericordia y amor incondicional seremos capaces con su gracia de ser cada dia un poco mas Cristo en nosotros, un poco mas muertos a nuestra vida para que nazca El en ella, un poco mas vacíos de nosotros mismos para que El llene con su plenitud nuestra vida.
Y el premio final? La Vida Eterna, donde ya no necesitará gritar nuestros nombres porque estaremos tan cerca de El, en El, que le miraremos cara a cara y sólo tendremos que decir una vez para siempre el Aquí estoy Señor porque me has llamado.
Abrazo grande, gracias por compartir tus vivencias, Dios contigo.
Gonzalo