sábado, 28 de agosto de 2010

Testigos en Samaría

Hechos 8:5-12

En la reflexión ‘A quiénes y dónde’, habíamos señalado a Samaría como la segunda etapa del plan evangélico de NS Jesucristo; e identificábamos este objetivo, con lo que bien podría representar en nuestros días, a los hermanos alejados, a los que un día formaron parte de la comunidad, pero que, por distintas razones, se separaron, siguiendo otros caminos.

En los comienzos del cristianismo, luego de la muerte de Esteban, Felipe, siguiendo las instrucciones que Jesús diera a sus discípulos Hch 1:8, descendió a una ciudad de Samaría y allí predicaba a Cristo (5) Reflexionemos sobre estos acontecimientos para sacar enseñanzas, que nos puedan aportar a nuestra actividad misionera con los hermanos alejados.

Al oírlo y al ver los milagros que hacía, todos recibían unánimemente las palabras de Felipe (6) Lo primero que nos muestra el relato es, que la presencia del Espíritu Santo, estaba con Felipe. De otra forma, esos milagros no hubieran sido posibles, y las palabras que proclamaba no hubieran sido recibidas unánimemente. Sabemos que el Espíritu Santo, fue el gran protagonista del nacimiento de nuestra Iglesia, relatado por Lucas en el libro de los Hechos.

Y fue grande la alegría de aquella ciudad (8) Lo que Felipe decía y el resultado de su presencia eran motivo de alegría. O sea, no fue a confrontar, ni a cuestionar o reprender, fue a mostrar, lo que de bueno, tenía para ofrecerles.

Felipe se encontró con personas que habían sido seducidas por Simón el mago, al cual seguían con devoción porque: desde hacía tiempo los tenía seducidos con su magia (11)

Esta característica, lamentablemente, está presente en muchos de los hermanos alejados, la ansiedad. En la reflexión anterior, ya aludida, veíamos como los samaritanos se habían separado del pueblo judío, por un reclamo, que justificado o no, no fue atendido. Muchas personas que integraron la comunidad, pueden haberse apartado por no haber tenido una respuesta satisfactoria a sus expectativas, ya sea en el tiempo o en la forma.

Esto es parte de la letra del problema y debemos ser cautos y prudentes en el manejo de esta circunstancia. Nosotros hemos aprendido, aunque no siempre comprendido, que los tiempos y los planes del Señor, no son iguales que los nuestros.

Mientras el Señor tiene planes a largo plazo, que incluyen nuestra paciencia, obediencia y constancia, para madurarnos espiritualmente y fortalecernos en la fe; muchos de nosotros, no podemos controlar la ansiedad, también porque, muchas de las urgencias así lo imponen.

De la actitud y el control que tengamos de nuestra ansiedad, puede depender, que permanezcamos o que nos quedemos en el camino.

Pero el mismo Señor que a veces nos dice: Esta generación malvada y adúltera reclama un signo, pero no se le dará otro que el del profeta Jonás Mat (12:3) también nos dice: Les aseguro que todo lo que pidan al Padre, él se lo concederá en mi Nombre Juan (16:23)

Él conoce los corazones y sabe a qué personas responder en forma inmediata y cuándo es necesario esperar. Quizás, la diferencia esté en que reciban y permanezcan unidas a Él, o reciban y una vez obtenido lo que buscan, sigan su camino. Sólo Él lo sabe, nosotros no.

Como los samaritanos de Felipe, muchas personas están siendo seducidas por supuestas soluciones mágicas, que como todo acto de mago, es ilusorio, temporal, efímero. Dura lo que la sorpresa. La solución que nosotros proponemos, sabemos que es real, es permanente, es eterna.
  
El carisma de Felipe, fue llegar hasta los samaritanos, lleno del Espíritu Santo, anunciarles la buena nueva, y mostrar el amor de Dios en acciones: Porque los espíritus impuros, dando grandes gritos, salían de muchos que estaban poseídos, y buen número de paralíticos y lisiados quedaron curados. (7).

Confrontados con la Palabra de Dios, que podemos llevarles, muchos espíritus impuros, pueden huir de las personas, aunque no griten, aunque se vayan silenciosamente, si podemos demostrarles que la vida en comunidad, a la larga, paga más que cualquier distracción, cuando no, de cualquier adicción, a la que ahora estén recurriendo.

Es probable, también, que esa misma Palabra levante a muchos lisiados espirituales, que se han dejado vencer y caídos al costado del camino, dejaron de luchar.

También debemos llevar algo que mostrar. Quizás a los ojos de los demás no se vea como milagro, pero para nosotros, lo que Dios hizo en nuestras vidas, han sido verdaderas señales, prodigios y maravillas.

El relato nos dice, que cuando los samaritanos creyeron a Felipe, se hicieron bautizar, es decir se unieron a la comunidad. Las preguntas que nos debemos hacer son:
·         ¿Soy creíble cuando voy a anunciar a Cristo?
·         ¿Estoy realmente convencido como para convencer a los demás?
·         ¿Estoy seguro que la magia no me va a derrotar?
·         ¿Realmente, puedo dar razón de mi fe?

Repasemos lo aprendido:
1.    Cuando vayamos a hablarle a los hermanos alejados, antes, debemos clamarle al Espíritu Santo que nos acompañe, que sea quien hable, que si quiere, haga milagros en las vidas de esas personas.
2.    Nuestra actitud y nuestro mensaje, deben ser siempre pro-activos, positivos. No vamos a confrontar ni a reprender, vamos a llevar un mensaje de esperanza, una nueva oportunidad.
3.    Los planes del Señor, son misteriosos, ante la duda debemos clamar al Padre en el nombre de Cristo, intercediendo por las necesidades de esas personas.
4.    Debemos nosotros  estar convencidos, antes de tratar de convencer a los demás.
5.     Como dicen las orientaciones pastorales de nuestra comunidad de Belén: Debemos creer lo que anunciamos, vivir lo que creemos y predicar lo que vivimos.
6.     Debemos mostrarle al otro el milagro que Dios ha hecho en nuestras vidas. Para eso, es importante que tengamos buena memoria y apreciemos sinceramente nuestro presente, respecto a nuestro pasado, aunque todavía le falte para llegar al futuro ideal.

Que el Espíritu Santo nos guíe hasta aquellos a los que el Señor está buscando, a los que hecha de menos en el redil, y que nos revista con los carismas necesarios para llevar adelante lo que nos toca por hacer.

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