Por Adela Babio
Un tiempo para reconocer nuestra necesidad de Dios,
abandonando toda pretensión humana de control, de saberlo todo y la
autosuficiencia de arreglárselas con mis propias luces, rechazando consciente o
inconscientemente la comunidad, el ser contrastado por un pastor o guía
espiritual, en fin, aquello de que genio y figura hasta la sepultura....
Un tiempo para ayudarnos entre todos a crear un clima en el
Espíritu Santo que posibilite derribar los viejos mecanismos de defensas (esto
es lo que le pasa a mi pareja, a mis hijos etc y por casa cómo andamos…) para
dejar obrar en total libertad a Dios, Uno y Trino, que sabemos que nos ama y
por tanto no hay lugar para miedos y vergüenzas, sobre todo interiores. Porque
donde hay Amor no puede haber lugar para el temor.
La propuesta es mirar hacia nuestro interior y dejarnos
conducir por el Espíritu, y a la luz del examen de conciencia, ir anotando
aquello que vamos reconociendo en nuestro interior, para evitar caer en la
anestesia de la conciencia, relativismos morales y de todo tipo de tibieza
espiritual, la falsa seguridad de creernos buenos.
Ya lo ha dicho Jesús, hay uno sólo bueno y ese es Dios.
Intentemos mirarnos en la presencia amorosa del Padre
creador, del Hijo redentor y del Espíritu Santo santificador. Sin querer abarcar todo el tema de la madurez
espiritual y psicoafectiva, pero tratando de ahondar en nuestro estadio
espiritual y descubrir las áreas que necesitan ser más atendidas, dónde debemos
abrirnos más para que el Espíritu Santo siga haciendo la obra que un día
comenzó en todos nosotros.
Intentemos
hacerlo con madurez que es la habilidad para manejar la frustración, controlar
la ira y establecer diferencias, sin violencia y destrucción. Es paciencia; es
la voluntad de renunciar a la gratificación, no quedarse en el inmediato placer
o ventaja, para apuntar a la ganancia a largo alcance.
Intentemos hacerlo con perseverancia, enfrentando laboriosamente el proyecto o situación, a pesar de la oposición y desalentadores reveses.Por Adela Babio
Con desinterés,
respondiendo a las necesidades de los demás. Con la capacidad de enfrentar lo
desagradable y frustraciones sin amargura. Con el don de permanecer calmo
frente al caos
Esto nos traerá
como consecuencia PAZ, no sólo para nosotros, sino para aquellos con quienes
vivimos y quienes toman contacto con nosotros.
La habilidad de
disentir sin hacerse desagradable.
La humildad de decir
me equivoqué, de decir lo siento y de no cobrarle al otro los aciertos propios.
La habilidad de
tomar una decisión y aceptar plenamente la responsabilidad y consecuencias de
los resultados.
Alcanzar madurez
espiritual reporta: confiabilidad, integridad, el ser fiel a la palabra dada.
Lo contrario es
encontrar excusas para todo, no exponerse, ser cobardes, indecisos, encogerse
en las crisis, vidas que son un laberinto de promesas rotas, de empresas
inacabadas y pasados amigos.
Finalmente, ser
maduro espiritualmente es alcanzar la gracia de vivir en paz, con lo que no se
puede cambiar, que no es resignación sino aceptación y confianza en quien
Custodia nuestro Corazón.
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