BEATO TOMÁS DE KEMPIS (1380 - 1471)
DE LA IMITACIÓN DE CRISTO Y
MENOSPRECIO DEL MUNDO
1.3. Vanidad es, pues, buscar riquezas
perecederas y esperar en ellas. También es vanidad desear honras y ensalzarse
vanamente.
Vanidad es seguir el apetito de la
carne y desear aquello por donde después te sea necesario ser castigado
gravemente. Vanidad es desear larga vida y no cuidar que sea buena. Vanidad es
mirar solamente a esta presente vida y no prever lo venidero. Vanidad es amar
lo que tan presto se pasó y no buscar con solicitud el gozo perdurable.
5.2. De diversas maneras nos habla
Dios sin acepción de personas. Nuestra curiosidad nos impide muchas veces el
provecho que se saca en leer las escrituras, cuando queremos entender y escudriñar
lo que llanamente se debía pasar. Si quieres aprovechar, lee con humildad fiel
y sencillamente, y nunca desees nombre de letrado. Pregunta de buena voluntad y
oye callado las palabras de los Santos; y no te desagraden las sentencias de
los viejos, porque no las dicen sin causa.
8.3. No te estimes por
mejor que otros, porque no seas quizá tenido por peor delante de Díos, que sabe
lo que hay en el hombre. No te ensoberbezcas de tus buenas obras, porque de
otra manera son los juicios de Dios que los de los hombres, y a El muchas veces
desagrada lo que a ellos contenta. Si tuvieres algo bueno, piensa que son
mejores los otros, porque así conservas la humildad. No te daña si te pusieres
debajo de todos; mas es muy dañoso si te antepones a sólo uno. Continua paz
tiene el humilde; más en el corazón del soberbio hay emulación y saña
frecuente.
13.1. Bueno es que
algunas veces nos sucedan cosas adversas y vengan contrariedades, porque suelen
atraer al hombre al corazón, para que se conozca desterrado y no ponga su
esperanza en cosa alguna del mundo. Bueno es que padezcamos a veces
contradicciones y que sientan de nosotros mal e imperfectamente, aunque hagamos
bien y tengamos buena intención. Estas cosas de ordinario ayudan a la humildad
y nos defienden de la vanagloria. Porque entonces mejor buscamos a Dios por
testigo interior, cuando por de fuera somos, despreciados de los hombres, y no
nos dan crédito.
2.2 Algunas veces
conviene mucho, para guardar mayor humildad, que otros sepan nuestros defectos
y los reprendan. Cuando un hombre se humilla por sus defectos, entonces
fácilmente aplaca a los otros, y sin dificultad satisface a los que le odian.
Dios defiende y libra al humilde; al humilde ama y consuela; al hombre humilde
se inclina; al humilde concede gracia, y después de su abatimiento le levanta a
gran honra. Al humilde descubre sus secretos, y le trae dulcemente a Sí y le
convida. El humilde, recibida la afrenta, está en paz; porque está con Dios y
no en el mundo. No pienses haber aprovechado algo, si no te estimas por el más
inferior de todos.
3.1. Ponte primero a ti
en paz, y después podrás apaciguar a los otros. El hombre pacífico aprovecha
más que el muy letrado. El hombre apasionado, aun el bien convierte en mal, y
de ligero cree lo malo. El hombre bueno y pacífico todas las cosas echa a la buena
parte. El que está en buena paz, de ninguno sospecha. El descontento y
alterado, con diversas sospechas se atormenta; ni el sosiega, ni deja descansar
a los otros. Dice muchas veces lo que no debiera, y deja de hacer lo que más le
convendría. Piensa lo que otros deben hacer, y deja él sus obligaciones. Ten,
pues, primero celo contigo, y después podrás tener buen celo con el prójimo.
7… Los que se tienen por
sabios, rara vez sufren con humildad que otro los dirija. Mejor es saber poco
con humildad, y poco entender, que grandes tesoros de ciencia con vano
contento. Más te vale tener poco, que mucho con que te puedes ensoberbecer.
Porque los merecimientos
no se han de calificas por tener muchas visiones o consolaciones, o porque sea
uno entendido en la Escritura, o por estar levantado en dignidad más alta. Sino
que consiste en estar fundado en verdadera humildad y lleno de caridad divina,
en buscar siempre pura y enteramente la honra de Dios, en reputarse a sí mismo
por nada, y verdaderamente despreciarse, y en desear más ser abatido y
despreciado, que honrado de otros
57.- NO DEBE ACOBARDARSE
EL QUE CAE Jesucristo: 1. Hijo, más me agradan la humildad y la paciencia en la
adversidad que el mucho consuelo y devoción en la prosperidad. Por qué te
entristece una pequeña cosa dicha contra ti? Aunque más fuera, no debieras
inquietarte. Mas ahora déjala pasar, porque es la primera, ni nueva, ni será la
última si mucho vivieres. Harto esforzado eres cuando ninguna cosa contraria te
viene. Aconsejas bien, y sabes alentar a otros con palabras; pero cuando viene
a tu puerta alguna repentina tribulación, luego te falta consejo y esfuerzo.
Mira tu gran fragilidad que experimentas a cada paso en pequeñas ocasiones; mas
todo este mal que te sucede, redunda en tu salud. 2. Apártalo como mejor
supieres de tu corazón, y si llegó a tocarte, no permitas que te abata, ni te
lleve embarazado mucho tiempo. Sufre a lo menos con paciencia, si no puedes con
alegría. Y si oyes algo contra tu gusto y te sientes irritado, refrénate, y no
dejes salir de tu boca alguna palabra desordenada que pueda escandalizar a los
inocentes. Presto se aquietará el ímpetu excitado de tu corazón: y el dolor
interior se dulcifica con la vuelta de la gracia. Aún vivo Yo (dice el Señor)
dispuesto para ayudarte y para consolarte más de lo acostumbrado, si confías en
Mí y me llamas devoción. 3. Ten buen ánimo, y apercíbete para trances mayores.
Aunque te veas muchas veces atribulado, o gravemente tentado, no por eso está
ya todo perdido. Cómo podrás tú estar siempre en un mismo estado de virtud,
cuando le faltó al ángel en el cielo, y al primer hombre en el paraíso? Yo soy
el que levanta con entera salud a los que lloran traigo a mi divinidad los que
conocen su flaqueza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario