La sabiduría
litúrgica nos marca un derrotero, que nos lleva hasta el día de Pentecostés,
donde el Espíritu Santo nos espera, para llenarnos de Él, pasando por la
estación de la Semana Santa, iniciando nuestro camino en la Cuaresma.
¿Es éste un orden
casual? Sin duda que no. Querer llenarnos de Dios, sin recorrer este camino,
nos va a resultar muy difícil.
Cuando Moisés se
quiso acercar a Yahvé en la zarza que ardía, Él le previno: "No te acerques hasta aquí. Quítate las
sandalias, porque el suelo que estás pisando es una tierra santa" Exo(3:5)
Entendámoslo bien,
no es que nuestro Padre, ponga distancia entre Él y nosotros, su inmenso amor
nada anhela más que poder abrazarnos como al hijo que vuelve a su encuentro. El
problema radica en que nuestra presencia impura no resiste su absoluta
perfección. Sería como querer acercar un helado al sol. Si el fuego del
Espíritu Santo, no nos enciende, a la vez que nos purifica, no podremos
soportar la esencia inefable de Dios Padre.
Apropiarnos de su
presencia, encontrarnos con Él, llenarnos de su Espíritu, será posible,
únicamente por los méritos de Cristo, en un ambiente adecuado y tomando las
decisiones correctas.
Si alguien nos dejara
una herencia en un cheque, y guardásemos ese cheque y nunca fuéramos al banco a
cobrarlo, quizás por negligencia, porque se nos venció el documento de
identidad; o por orgullo, o por la razón que sea. El cheque se quedaría sin
cobrar.
Del mismo modo,
si el sacrificio que Cristo hizo por salvarnos, el que reviviremos en la
Pasión, nos pasa desapercibido, tomamos conocimiento del mismo, pero no nos
apropiamos de sus efectos, no lo hacemos efectivo, lo único que aprovecharemos,
será saber que hubo alguien que nos amó tanto que dio su vida por que nos
salváramos. Un conocimiento intelectual más, mera información.
El padre Raniero
Cantalamessa escribe:
El corazón humano
tiene dos llaves: una está en la mano de Dios; la otra en las del hombre.
Ninguno de los dos puede abrir sin el otro. Con su omnipotencia, Dios puede
hacerlo todo, excepto un corazón contrito y humillado. Para ello,
misteriosamente necesita también el arrepentimiento del hombre. Dios no puede “arrepentirse”
en su lugar. Por eso, a lo largo de toda la Biblia, el corazón “contrito y
humillado” se nos presenta como el lugar de descanso, una especie de paraíso terrenal, la morada preferida de Dios
(Isa 66:1-2)[i]
Corazón contrito
es aquél que manifiesta "un dolor
del alma y una detestación del pecado cometido, con la resolución de no volver
a pecar" (CIC 1451)
Cuando brota del amor de Dios amado sobre todas
las cosas, la contrición se llama "contrición perfecta"(contrición de
caridad).
La contrición llamada "imperfecta" (o
"atrición") es también un don de Dios, un impulso del Espíritu Santo.
Nace de la consideración de la fealdad del pecado o del temor de la condenación
eterna y de las demás penas con que es amenazado el pecador. Tal conmoción de
la conciencia puede ser el comienzo de una evolución interior que culmina, bajo
la acción de la gracia, en la absolución sacramental. (CIC 1452-3)
Entonces, el
primer paso en este camino que nos lleva a su encuentro, que empieza en este
tiempo penitencial de Cuaresma, pasa por querer hacerlo. Por tomar la decisión
y sostenerla. Ya sea que la decisión nazca del anhelo de encontrarnos con el
Padre, o del temor a permanecer separados de Él. No alcanza con meros
formalismos y expresiones de religiosidad vacías.
Isaías nos dice,
de parte del Padre: “¿Por qué ayunamos y
tú no lo ves, nos afligimos y tú no lo reconoces?". Porque ustedes, el
mismo día en que ayunan, se ocupan de negocios y maltratan a su servidumbre.
Ayunan para entregarse a pleitos y querellas y
para golpear perversamente con el puño. No ayunen como en esos días, si quieren
hacer oír su voz en las alturas. Isa 58:3-4
Hermanos, hoy
tenemos la gracia, la bendición, de estar reflexionando sobre este asunto.
Aprovechemos esta oportunidad.
Cuántas cosas hay
que debemos mejorar en nuestra vida. Cuántas de ellas las exponemos una y otra
vez, como perjudiciales para nosotros y para los demás.
¿Por qué siguen
estando ahí? ¿Será que realmente estamos decididos a cambiarlas? ¿Será que nos
conformamos simplemente con enunciarlas y denunciarlas?
Tomemos
decisiones y sostengámoslas. Nadie las va a tomar por nosotros, ni Dios mismo
puede hacerlo. De nosotros depende.
Quizás sean
muchas o muy complejas y no podamos atacarlas a todas. Empecemos por las que
podemos clasificar dentro de la categoría de egoístas. Pensar un poco menos en
nosotros y más en el daño que a otros les causamos, va a ir en dirección de un
corazón humilde, la otra variable de la fórmula.
Volviendo a
Cantalamessa, escribe:
Para Dios quitar
el pecado es algo muy sencillo, que se resuelve en un instante, pero en
nosotros es un proceso muy complejo. Supone distintos pasos que podemos resumir
de la siguiente manera: El Espíritu Santo: llama a la puerta de la conciencia
con el remordimiento, la abre con la confesión, entra en ella con el arrepentimiento,
la libera con la absolución, la transforma con la justificación, la inflama con
su fervor.
Recordemos que
nos confesamos carismáticos y recurramos a la asistencia de Dios Espíritu.
No hay comentarios:
Publicar un comentario