Al finalizar
un año más de actividad comunitaria, debemos dar gracias a Dios por todas las
bendiciones que ha derramado sobre nuestras vidas en este tiempo.
Unas cuantas
bendiciones, las recibimos por la vía de sus Enseñanzas, todas las veces que
nos reunimos y nos encontramos con Jesús mismo, revelándosenos, desde las páginas
de su Evangelio o a través de las mociones con las que el Espíritu iluminó el
corazón y la mente de los participantes, para que su Vida sea realidad en
nuestra vida.
Los temas que
nos presentó a consideración, fueron muchos y variados.
Algunos para
capacitarnos en nuestra actividad misionera. En otros, tuvo que volver a atrás
para ocuparse de atender áreas de nuestra
vida, que faltas de conversión, aún, fueron (¿o debemos decir son?) obstáculos
en la misión y propósitos individuales.
Otras veces,
tuvo que venir a consolarnos o a sanar alguna de nuestras heridas.
Hasta mostró
su preocupación cuando permitimos que la unidad del grupo fuera amenazada.
Hoy es tiempo
de recordar lo que el apóstol Pablo le decía a los romanos:
Ahora bien, todo lo que ha sido escrito en el pasado, ha sido escrito para nuestra instrucción,
a fin de que por la constancia y el consuelo que dan las Escrituras, mantengamos la esperanza.
Que el Dios de la constancia y del consuelo les conceda tener los mismos sentimientos unos hacia
otros, a ejemplo de Cristo Jesús, para
que con un solo corazón y una sola voz,
glorifiquen a Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Rom. 15:4-6
Si creemos realmente en esto, deberíamos reflexionar, cada uno, en
lo personal, acerca de la forma en que aprovechamos esa instrucción, en qué clasificación entraríamos en la evaluación de
Pablo:
Animados
con esta esperanza, nos comportamos con absoluta franqueza, y no como Moisés, que
se cubría el rostro con un velo para impedir que los israelitas vieran el fin
de un esplendor pasajero.
Pero
se les oscureció el entendimiento, y ese mismo velo permanece hasta el día de
hoy en la lectura del Antiguo Testamento, porque es Cristo el que lo hace
desaparecer.
Sí,
hasta el día de hoy aquel velo les cubre
la inteligencia siempre que leen a Moisés. Pero al que se convierte al
Señor, se le cae el velo. Porque el
Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad.
Nosotros,
en cambio, con el rostro descubierto, reflejamos,
como en un espejo, la gloria del Señor, y somos transfigurados a su propia
imagen con un esplendor cada vez más glorioso, por la acción del Señor, que es
Espíritu. 2Co 3:12-18
a) Aún
el velo nos cubre la inteligencia
b) Se
nos cayó el velo, porque nos convertimos
c) Somos
fiel reflejo de la gloria del Señor
Y este tiempo
de Adviento, es propicio, para las evaluaciones. La invitación a prepararnos
para recibir al ‘Señor que viene’, nos debería llevar a preguntarnos en qué tipo de espera estamos y con qué
actitud lo hacemos.
Algunos de
nosotros, los más jóvenes, espiritualmente hablando, quizás estemos, todavía, esperando
al Mesías como los judíos. Como ellos, podemos estar esperando la solución a nuestros
problemas, no por quién es, sino por lo que representa para nosotros. En una
actitud de esperanza, ya no en el Señor de los milagros, sino en los milagros
del Señor.
Otros, los
que estemos saliendo de la adolescencia espiritual, aquellos que ya nos
enteramos, que el Reino de los Cielos, está entre nosotros y en dentro de nosotros,
probablemente estemos dando nuestros primeros frutos, los frutos de conversión.
Sin ellos es imposible cualquier otro tipo. Pero esperamos con ansiedad,
sabiendo que eso no es suficiente, qué algo más quiere el Señor, que cambie en
nuestras vidas.
Quizás, hasta
haya alguno entre nosotros, que con cierta preocupación, esté pensando en el Señor
que viene a pedirnos cuenta de los talentos que nos dejó en administración y de
los cuales aún no vemos un fruto misionero, que satisfaga.
Por la gracia
de Dios, nuestra comunidad se compone de personas de distintas edades espirituales
y es sano que así sea y hasta lo podemos percibir como una fortaleza. Pero como
lo venimos repitiendo cada año, lo que no es sano es que pretendamos ser
eternamente jóvenes.
El año
termina, por un tiempo no nos estaremos reuniendo en comunidad. Tomaremos un descanso,
tendremos más tiempo para estar con familiares y amigos.
Tengamos
presente que ese tiempo, es cuando rendimos los exámenes prácticos. Es tiempo
de aplicar lo que en la teoría estuvimos aprendiendo.
Pero también
es tiempo de planificar. De pensar en la primera reunión de comunidad del año
que viene y no tanto, en qué puede hacer la comunidad por mí, sino más bien, en
qué puedo hacer yo por mi comunidad.
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