sábado, 4 de junio de 2011

Aquél día no me harán más preguntas

El objetivo de la reunión de hoy, será reflexionar acerca de cómo poder apropiarnos de una de las promesas más ricas, que Jesús nos dejó. Lo haremos en base al texto Juan 16:23-27

Considerando que el análisis del texto puede tener varias aproximaciones, preferimos en esta oportunidad, tomar como referencia, la opinión autorizada del comentario de la biblia Nácar-Colunga.
La revelación más clara (v.23-25). — La primera promesa que les hace Cristo a los apóstoles es que será “en aquel día.” La frase es de tipo profético, y se refiere a un período (Hechos 2:17, etc.). Este se inaugura en Pentecostés. No se refiere a los cuarenta días en que, después de resucitado, les habló del reino (Hechos c.3; Jn 21:12). Es todo el período que comienza en Pentecostés, para continuarse indefinidamente.
            Muchas veces tuvo que hablar en forma figurada, en “parábolas”; traducción del hebreo mashal, que es todo tipo de lenguaje figurado o sapiencial. La grandeza del tema y la rudeza de ellos hizo a Cristo utilizar este sistema pedagógico. Pero “en aquel día” ya les hablará claramente del Padre. El Espíritu Santo, que les enviará, les iluminará de tal manera que no necesitarán preguntarle nada, porque estarán suficientemente ilustrados, por las luces del Espíritu, para conocer óptimamente al Padre. Se cumple así lo del profeta: “Vienen días. en que no tendrán que enseñarse unos a otros, diciendo: “Conoced a Yahvé,” sino que todos me conocerán, desde los pequeños hasta los grandes” (Jeremías 31:31-34) .
            El tema de las “parábolas” — mashal — planteado por los sinópticos (Mt c.13 par.) es un problema aún en estudio, pero debe de responder, especialmente, a la dificultad del contenido doctrinal; entonces, su claridad y comprensión espera el “envío” del Espíritu Santo por Cristo en Pentecostés.
            El poder de su oración en “aquel día” (v.23b.24.26). — Cristo les invita también, en “aquel día” (v.26), el período antes citado, a que pidan al Padre en “su nombre.” Han de rogar al Padre por la fe en Cristo, el Hijo de Dios encarnado. Hasta ahora ellos sabían el gran poder intercesor de Cristo (Jn 11:22). Pero no lo habían puesto a Él como intercesor, no habían pedido en su “nombre” de Hijo de Dios encarnado.
            Pero Él les garantiza el éxito de su oración así hecha al Padre de lo “que pidiereis.”
La misma conclusión de esta enseñanza: que pidan en su nombre “para que vuestro gozo sea cumplido,” hace ver que esta oración será escuchada dentro de la finalidad que aquí se establece: “para que su gozo sea cumplido.” ¿Cuál es éste? Pero si, “en aquel día,” ya iluminados por el nuevo estado de cosas, tendrán el gozo cumplido al ser escuchados por pedir en el “nombre” de Cristo, supone esto que lo que piden los apóstoles está en consonancia con este nuevo estado de cosas y con el Espíritu que entonces los moverá en su actuación.
            Y como nueva garantía, les dice que no necesitarán que El “ruegue” por ellos ante el Padre. No es que niegue la necesidad de su intercesión (Jn 15:5; Heb 7:25), sino que lo que les quiere destacar es la confianza y seguridad, siempre,  con que deben hacer esta oración en su “nombre,” pues deben saber que ya el Padre los “amó,” porque han creído en que El “ha salido  de Dios.”
            Esto fue la enseñanza de Cristo en el intento del evangelista. Pero ¿cuál fue la comprensión entonces de los apóstoles? “Ahora” dicen que habla claramente y no en “parábolas.” Aunque este pasaje, con su enfático “ahora,” pudiera pertenecer a otra situación cronológica, el problema de la comprensión en nada cambia. ¿Habrían podido comprender entonces la altura de este misterio? Es verdad que hay grados en ello. Pero algo les impresionó, hasta el punto de creer que habían penetrado el misterio. Mas esta plenitud de inteligencia estaba prometida para más tarde, para la gran iluminación que comenzaría en Pentecostés. 

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