sábado, 18 de junio de 2011

Cómo elegir el tema de la reunión

Qué bien que nos cae la recomendación que Pablo les hace a los corintios: Así, ya que ustedes ambicionan tanto los dones espirituales, procuren abundar en aquellos que sirven para edificación de la comunidad. 1 Cor 14:12

Y un poco más adelante en la carta, en el versículo 19 nos dice: … cuando estoy en la asamblea prefiero decir cinco palabras inteligibles, para instruir a los demás, que diez mil en un lenguaje incomprensible.

Sabemos que Pablo se está refiriendo al don de lenguas y al de profecía, aun así podemos sacar de sus recomendaciones una aplicación práctica a ser considerada en nuestras reuniones de comunidad.

Algunos hermanos, han aceptado el desafío de organizar grupos de oración, entre sus amigos, conocidos y familiares. Otros en cambio, aunque motivados, aún siguen viéndose a sí mismos como carentes de competencias para hacerlo. Y en ese pensamiento, influye con mucho peso, el no sentirse capaces de desarrollar un tema en la reunión.

En uno y otro caso – los lanzados y los tímidos – es importante tener en cuenta algunos principios básicos.

Sólo aquello que proviene del Espíritu Santo, sirve para la edificación de la comunidad. Por lo tanto, nuestra preocupación al elegir el tema, debe concentrarse más, en tratar de captar las mociones del Espíritu, que en la preparación de un elaborado discurso. Tenemos que estar pensando más en las cinco palabras inteligibles que en las diez mil que nadie va a entender.

Si viene del Espíritu, siempre es para edificación. Es decir al final de la reflexión, tiene que haber una aplicación práctica en la vida de quienes participamos de la reunión. Pero más aún, estar seguros que quienes presentemos el tema, vamos a poder aplicarlo a nuestras propias vidas, de otra forma, carecerá de toda autoridad.

No quiere decir que ya lo logramos, pero como mínimo, debemos tener presente la necesidad de cambio en nuestra vida y el firme propósito de llevarlo adelante.

Cuando estamos pidiéndole al Espíritu que nos dé inspiración, debemos concentrarnos en:
·         Lo que nos parece  que Jesús quiere decirnos en esa reunión.
·         Lo que nos parece que necesitamos escuchar de Jesús, quienes vamos a asistir.

El tiempo litúrgico nos va indicando las pautas, de lo que Jesús quiere enseñarnos. Si estamos en Pentecostés, toda la Iglesia estará  pidiendo la efusión del Espíritu y si estamos en Cuaresma estaremos en un profundo examen de conciencia.

La oración en comunidad, así como el conocimiento de la vida cotidiana de nuestros hermanos,  contrastada con la vida cristiana a la que nos hemos comprometido, nos darán una pauta de las necesidades de los hermanos que han de asistir a la reunión.

Pero debemos estar seguros que cuando vayamos a exponer el  asunto, podremos callarnos nosotros y que sea el propio Espíritu quien se esté revelando. De otra forma caeríamos en el riesgo de querer hacer llegar a la audiencia nuestro propio juicio de valor o de conducta.

Por ejemplo, si vemos a hermanos, que pudiendo hacerlo, se pierden la bendición de servir, tenemos la oportunidad de pedirle al Espíritu que nos inspire a elegir el texto que les haga ver lo que está pasando con ellos. Pero nunca apoyarnos en el texto para hacerles saber que cuando ellos no sirven, recargan a sus hermanos.

Siguiendo el ejemplo y tomando el texto:  2Co 8:7 Y ustedes que sobresalen en todo: en dones de fe, de palabra y de conocimiento, en entusiasmo, sin hablar del amor que me profesan, traten de sobresalir también en esta obra de generosidad. Podemos explicar que la generosidad no se manifiesta sólo en metálico, sino en dar de nuestro tiempo, de nuestro esfuerzo, de aquellas cosas que menos nos gusta hacer, como trapear un piso. Plantar la semilla para que el Espíritu la riegue.

Una vez elegido el texto o el tema a tratar, no debemos improvisar ni interpretar. No podemos exponer algo que se oponga al Magisterio de nuestra Iglesia, por más iluminados que nos sintamos en ese momento. Los católicos tenemos la riqueza de dos mil años de tradición. Riqueza que se nos comparte desde las prédicas de nuestro pastor o están contenidas en nuestro catecismo. Ante la mínima duda de controversia con una u otra fuente, mejor lo dejamos para cuando las cosas estén más claras.

Evitar llover sobre mojado. La reiteración no edifica. Hay temas que son best-sellers y cuando estamos con poco tiempo, recurrimos a ellos para ‘salir del paso’. Si debemos recurrir a ellos, busquemos una enseñanza nueva, una aproximación desde otro ángulo de reflexión. De otra forma nuestro auditorio perderá la concentración y nosotros una oportunidad.

Hay muchos y buenos libros y artículos, que tratan de este tema. Podemos recurrir a ellos en la medida que lo que aprendamos, luego lo utilicemos.

Estos principios básicos, que por básicos a veces dejamos de lado, deben ser tenidos en cuenta cuando nuestro auditorio es una comunidad, como cuando es una sola persona. Recordemos que el encuentro de Jesús con la samaritana convirtió a todo un pueblo por el testimonio que ella les transmitió.

Permítasenos  parafrasear  al apóstol:   Por otra parte, si al reunirse la comunidad,  se ponen a hablar en un lenguaje que ni ustedes entienden  y entran algunos que no están iniciados o no son creyentes, seguramente pensarán que ustedes están locos.  En cambio, si hablan de parte de Dios y entra alguno de esos hombres,  podrán convertirlo y hacerle caer en cuenta. Así quedarán manifiestos los secretos de su corazón, y él, cayendo de rodillas, adorará a Dios y proclamará que Dios está realmente entre ustedes. Al fin de cuentas, ese es el propósito de Jesús para sus discípulos.

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