domingo, 17 de octubre de 2010

¿Por qué calla Dios?

Sería muy soberbio de nuestra parte tratar de dar explicaciones de las actitudes o intenciones de nuestro Padre, sin embargo, no debemos tratar de eludir la pregunta que muchas personas se hacen en forma explícita o en sus pensamientos, aún entre los discípulos.

En efecto, ante la prueba o las distintas dificultades que se nos van presentando en la vida, muchas veces nos parece que Dios nos abandonó a nuestra suerte y que mientras nosotros gritamos nuestra angustia, Él hace silencio.

Para elaborar una reflexión que nos ayude, no tanto a explicar las actitudes de Dios, dada la capacidad finita de nuestro razonamiento, sino más bien, a entender cuál debe ser nuestra actitud ante el silencio divino, vamos a partir de una frase, de la canción ‘Alaba’ de Danny Berríos, de la cual no conocemos la fuente original:

“Cuando Él queda en silencio es porque esta trabajando”

Empecemos por ver lo que nos enseña el propio Jesús.

Algunas personas mal informadas, llegan a manifestar que Nuestro Padre es un dios injusto, un padre demasiado duro con sus hijos, tan duro dicen, que fue capaz de dejar a su hijo predilecto, colgado de una cruz. Refiriéndose a la frase de Jesús: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Mar 15:34

El Catecismo de nuestra Iglesia, le da luz a esta confusión y nos enseña: 602 Jesús no conoció la reprobación como si él mismo hubiese pecado (cf. Jn 8, 46). Pero, en el amor redentor que le unía siempre al Padre (cf. Jn 8, 29), nos asumió desde el alejamiento con relación a Dios por nuestro pecado hasta el punto de poder decir en nuestro nombre en la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mc 15, 34; Sal 22,2).

Es decir, Jesús le estaba dirigiendo la plegaria del Salmo 22 al Padre, en nuestro nombre y quizás también - nos permitimos especular - nos estaba diciendo: vayan a leer el salmo 22 que le está dando sentido a este acontecimiento tan tremendo.

Salmo 22 Este salmo consta de dos partes. En la primera, el salmista expresa su profundo dolor, especialmente el de sentirse abandonado por el Señor, y le suplica que lo haga experimentar de nuevo su presencia y su protección (vs. 1-21). La segunda es un canto de acción de gracias por la liberación obtenida (vs. 22-31)[i]

Es decir que la segunda parte del salmo le da sentido a la primera, el motivo de angustia se convierte en acción de gracias cuando se le encuentra el propósito de dicha angustia.

Con esto no queremos decir, que debamos pasar por angustias como la Pasión de Cristo, para hallar nuestro propósito, todo lo contrario. Lo que tratamos de señalar es que aún en una situación tan extrema como esa, podemos encontrar el propósito de Dios, que es siempre un propósito de bien y con un resultado inmensamente más favorable en intensidad y duración que los de la pena sufrida.

Explicado este punto, sigamos buscando otros ejemplos en la Palabra. Justamente encontramos uno en lo que no está escrito. Entre el profeta Malaquías y Juan el Bautista, pasaron 400 años, en los que hubo silencio de parte de Dios.

Podríamos llegar a pensar que durante este tiempo, Dios Padre, nos decía a los hombres: hasta ahora les he estado hablando por medio de los patriarcas y de los profetas, he hablado demasiado, ahora les toca a ustedes actuar.

Jesús nos lo explica así en la parábola del rico y el pobre Lázaro: Pero Abraham respondió: 'Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán'. Luc 16:31

Muchas veces el Señor te habla y tú vez los resultados en gracias obtenidas, pero como estás tan feliz, esa propia felicidad te distrae tanto que ni siquiera te acuerdas de agradecerle y pronto te olvidas del origen de tu alegría. En ese caso no notas el silencio de Dios, que está callado, esperando que vengas a su encuentro a contarle lo bien que te fue, a darle las gracias por lo que hizo por ti.

Te enseñó, te fue bien y espera que vuelvas a contárselo. Pero tú no te das cuenta de su silencio, porque en el momento, ‘no necesitas’ de su presencia. Hay otras voces que tapan su silencio, la de los amigos o conocidos, la del reconocimiento, la de la aprobación.

Sin embargo, cuando la angustia se acerca, todas las demás voces se callan y aunque la de alguna persona que te quiere, intente llenar ese espacio, es un esfuerzo estéril, porque tú bien sabes que solamente Dios puede llenarlo.

En esos momentos, es cuando debes interpretar su silencio como un: llegó el momento que pongas en práctica todo lo que hemos estado conversando antes, recuerda todo lo que te he enseñado hasta ahora.

Entonces, busca hermano, busca en tu recuerdo, aquella prédica que le escuchaste a tu pastor, aquel tema que se trató en la reunión de comunidad, aquella lectura que te quedó dando vueltas por tu cabeza, que la recordaste hasta en sueños. Luego no digas que no te previno.

Pero por sobre todas las cosas, confía en Él. Él no va a poder hacer por ti, lo que tú no estás dispuesto a hacer por ti mismo. Tú eres el primer instrumento de Dios en tu vida.

Entre todas las ingratitudes que vemos a diario, hay una que se repite. Muchos discípulos están dispuestos a partirse el alma orando y cantando himnos de alabanza y adoración… dentro del templo, en la comunidad. Pero afuera confían mucho más en su propio criterio, en alguna recomendación de un amigo, en la ciencia por la ciencia misma y no como instrumento de Dios.

Afuera son incapaces de presentarle la situación a Dios y presentarle a Dios a la situación. Cuidado, la palabra de hoy nos dice: Pero el que no me reconozca delante de los hombres, no será reconocido ante los ángeles de Dios. Luc 12:9

Lo decíamos la semana pasada, nadie es eternamente estudiante. Podrá haberse confundido de orientación una vez, tal vez dos, pero en algún momento, o termina su carrera o la abandona. Pero si estudió lo hizo con un propósito. Si estudió para carpintero, algún día tendrá que hacer su banquito.

Quizás Dios está callado, observando como construyes tu banquito, y evaluando qué más te puede enseñar para que pongas en práctica.

Pidámosle al Espíritu Santo que a tiempo y destiempo nos recuerde que Dios no nos abandona, que nos ayude a buscar, no una escusa sino un propósito, para cada una de las alternativas de nuestra vida.

¿Se olvida una madre de su criatura, no se compadece del hijo de sus entrañas? ¡Pero aunque ella se olvide, yo no te olvidaré! Isa 49:15




[i] Notas de la Biblia ‘Dios Habla Hoy’

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