viernes, 17 de septiembre de 2010

Sobrepeso... espiritual

Hace unos días atrás mientras leía la Palabra del día, me sorprendí sintiéndome avergonzado por algo que el Apóstol Pablo le recriminaba a los Corintios: Cuando se reúnen, lo que menos hacen es comer la Cena del Señor, porque apenas se sientan a la mesa, cada uno se apresura a comer su propia comida, y mientras uno pasa hambre, el otro come en exceso.

¿Por qué me sorprendí tanto?

Porque esa actitud es la que muchas veces tenemos en nuestras comunidades.

Mientras nos llenamos del alimento que nos provee el Señor, sus enseñanzas, hay muchos que están pasando hambre de Dios. Mientras nosotros nos volvemos panzones espirituales, allá afuera hay quienes están mendigando un mendrugo de Pan de Vida.

Cuando nos ponemos a dieta, los nutricionistas nos preparan una muy calibrada lista de alimentos en la proporción justa, de acuerdo a la actividad de cada uno, ni menos de lo necesario, que nos debilitemos, ni más de lo necesario, para que engordemos.

No vamos a descubrir nada, si decimos que lo que almacenamos de más, no sólo no nos aporta más energía, sino que nos las quita. En este caso lo que abunda, daña.

Por alimentarnos de más, no vamos a tener más energía. Así vemos personas que se han excedido tanto de peso, que cuando se les exige algún tipo de actividad física, no son capaces de realizarla.

Espiritualmente sucede igual.

Hay muchos hermanos, que acumulan y acumulan, Palabra, Sabiduría, Carismas, pero no los utilizan en nada. Salen de un retiro y se meten en otro, van de evento en evento, hacen turismo litúrgico. El resultado es que llegan a tener tanto sobrepeso espiritual, que cuando se les necesitan, no son capaces de moverse. El sedentarismo los incapacita.

Por algo Dios Padre, les daba a los judíos, el maná necesario para un día.

Ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre.

Pidámosle al Señor que nos dé más fibra y menos grasa espiritual. Que nos mantenga siempre ágiles, siempre dispuestos, con la energía necesaria para poder hacer el trabajo que nos está encomendando, sin excesos. Pidámosle que nos ayude a comer realmente la verdadera Cena del Señor.

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