jueves, 10 de julio de 2008

Sólo una cosa es necesaria

Introducción:
Como discípulos de Cristo, muchas veces nos cuesta arrancar en el servicio o en el ministerio. Tenemos pereza, miedo o vergüenza, ya lo hemos reflexionado en jornadas anteriores.
Pero cuando arrancamos, cuando nos ponemos en marcha, muchas veces parecemos esos bólidos de Fórmula 1 que aceleran de 0 a 100 en escasos segundos.
Si eso sucede, corremos el riesgo de perder de vista lo importante y nos enfrascamos tanto en el hacer que a veces nos podemos olvidar del Hacedor.
Ante ese riesgo, nuestro querido Maestro, nos orienta una vez más desde las páginas de su Evangelio y el Espíritu Santo nos regala una sabia explicación de parte de uno de los Padres de la Iglesia.
Desarrollo
Comentario de San Agustín

Lc 10,38-42: Tú navegas todavía, mientras que ella está ya en el puerto
Entonces, ¿qué? ¿Hemos de pensar que vituperó la actividad de Marta, ocupada en el ejercicio de la hospitalidad, ella que recibió en su casa al mismo Señor? ¿Cómo podía ser vituperada con justicia quien se gozaba de albergar a tan notable huésped?
Si fuera así, cesen los hombres de socorrer a los necesitados, elijan para sí la mejor parte, que no les será quitada. Dedíquense a la palabra divina, anhelen ardientemente la dulzura de la doctrina, conságrense a la ciencia salvadora; despreocúpense de si hay un peregrino en la aldea, de si alguien necesita pan o vestido; desentiéndanse de visitar a los enfermos, de redimir al cautivo, de enterrar a los muertos; descansen de las obras de misericordia y aplíquense a la única ciencia. Si ésa es la mejor parte, ¿por qué no nos dedicamos a ella todos, dado que tenemos al Señor por defensor al respecto? Aquí no existe temor alguno de ofender su justicia, puesto que sus palabras nos apoyan.
Con todo, no es así, como dijo el Señor. No es como tú lo entiendes, sino como debes entenderlo.
Pon atención a estas palabras: Estás ocupada en muchas cosas y una sola es necesaria. María eligió la mejor parte (Lc 10,41-42). No es que tú eligieses la mala, sino que ella eligió la mejor. ¿Por qué la mejor? Porque tú te afanas en muchas cosas y ella en una sola.
Son necesarios quienes se dedican a alimentar el cuerpo. ¿Por qué? Porque hay hambre y sed. También es necesaria la misericordia para hacer frente a la miseria. Partes el pan con el hambriento, porque te encontraste con uno. Si te es posible, haz desaparecer el hambre. En la otra vida no habrá esas necesidades, y, como consecuencia, tampoco estos servicios.
Por tanto, Marta obraba justamente al atender la necesidad corporal del Señor -o no sé cómo decir, si necesidad o voluntad o libre necesidad-. Servía a la carne mortal. Pero ¿quién existía en carne mortal? En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios (Jn 1,1). He aquí lo que oía María. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn 1,14): He aquí a quien servía Marta. Luego María eligió la mejor parte que no le será quitada. Pues eligió lo que siempre permanecerá y, por tanto, no le será quitado. Quiso ocuparse en una única cosa que ya poseía: Mi bien es estar unida a Dios (Sal 72,28). Se hallaba sentada a los pies de nuestra Cabeza, y cuanto más abajo sentada, tanto más recibía. El agua fluye a la profundidad del valle, deslizándose desde los collados encumbrados.
No vituperó el Señor la obra de Marta, sino que distinguió los menesteres. Te afanas -le dijo- en muchas cosas y una sola es necesaria. Ésta ya la escogió para sí María. La preocupación por la multiplicidad de cosas pasa, mientras que el amor de la unidad permanece. Luego no le será quitado lo que eligió. Lo que tú elegiste, por el contrario -esto es lo que se deduce, lo que se sobreentiende-, lo que tu elegiste te será quitado, pero se te quitará para tu bien, para dársete lo que es mejor. Se te quitará la fatiga y se te otorgará el descanso. Tú navegas todavía, mientras que ella está ya en el puerto.
Estas dos mujeres, ambas amigas del Señor, ambas dignas de su amor, ambas discípulas suyas, son figura de dos vidas, la presente y la futura; una laboriosa y otra ociosa; una infeliz y otra dichosa; una temporal y otra eterna. Quienes lo habéis visto y comprendido habéis comprendido algo en verdad grande que deben ver y conocer quienes aún no lo han visto ni conocido. Esas dos vidas son las que os he descrito, en cuanto me ha sido posible. Vosotros reflexionad ahora, sin prisas sobre ellas...
Sermón 104,1-4

Aplicación
Reflexionando sobre este comentario, recuerdo un reproche que con cariño y firmeza nos hace nuestro Padre y Pastor, Julio Elizaga, cuando nos dice: ‘algunos son tan torpes que quieren trabajar para Cristo pero sin Cristo’


Como tantas otras veces lo hemos comentado, es una cuestión de equilibrios: ‘Ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre’


Ni quedarnos inmóviles y extasiados en contemplación, mientras nuestra misión queda sin cumplirse sin solución de continuidad. Ni arremeter como tontos dando tumbos y a ciegas, alejándonos de nuestro Maestro, al punto de vernos confundidos sin saber para Quién ni para Qué estamos haciendo.
Quizás ahora estemos en mejores condiciones de entender a Jesús cuando nos dice: Quédense en mí y yo me quedaré en ustedes. Ninguna rama puede dar fruto si está sola, sino que tiene que estar unida a la vid. Igual pasa con ustedes, no pueden dar fruto si no se quedan en mí. Jun 15:4
Dudas cuánto, dudas dónde, dudas cómo, no hay problema en ello, siempre tendrás respuesta a la pregunta ¿Qué debo hacer Señor?


Vuelve a San Agustín: Esas dos vidas son las que os he descrito, en cuanto me ha sido posible. Vosotros reflexionad ahora, sin prisas sobre ellas...

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