sábado, 19 de julio de 2008

¿Queremos poner celoso al Señor?

Introducción:
Enmarcada en las tantas dificultades de discernimiento que se nos presentan en esta gran aventura de ser cristianos, se nos presenta una no menor, el equilibrio entre la tarea del misionero y la integridad del discípulo.
Como misioneros estamos destinados a ir a los enfermos, como discípulos estamos obligados a no contagiarnos.
Desarrollo
En la presencia del Espíritu Santo, reflexionemos lo siguiente 1ª. Corintios 10:16 ss
Cuando el Apóstol Pablo tiene que aconsejar a la comunidad de Corintio, a cerca del riesgo que representa para el cristiano, compartir bienes (lo que Pablo llama ‘compartir la mesa’) con las personas que rechazan a Cristo, les dice lo siguiente:
En la Cena del Señor, cuando tomamos la copa y pedimos que Dios la bendiga, todos nosotros estamos participando de la sangre de Cristo. Y cuando partimos el pan, también participamos todos del cuerpo de Cristo. Aunque somos muchos, somos un solo cuerpo, porque comemos de un solo pan. Por ejemplo, en el pueblo de Israel, los que comen la carne de los animales que se sacrifican en el altar del templo, participan de ellos con Dios y con los que toman parte en el sacrificio. (vs. 16-18)
¿Qué nos quiere decir con esto Pablo? Nos quiere decir que lo que compartimos y con quien lo compartimos nos identifica a nosotros mismos. Nos viene a reiterar algo así como ‘Dime con quien andas…’ Y continúa explicándoles el porqué:
Eso no quiere decir que tengan algún valor los ídolos que otros pueblos adoran, ni tampoco los alimentos que se les ofrecen. Cuando los que no creen en Cristo ofrecen algo, se lo dan a los demonios y no a Dios. ¡Y yo no quiero que ustedes tengan nada que ver con los demonios! (vs.19-20)
Es decir, no es la influencia que puedan tener sus bienes, alimentos o recursos, para nosotros, sino el origen y/o el destino que le den a los mismos. Por ejemplo: el dinero en sí mismo no es malo, pero el dinero que proviene de la droga, prostitución, corrupción, o cualquier delito, sí es malo, porque es una ofrenda a los demonios. Y agrega:
Ustedes no pueden beber de la copa en la Cena del Señor, y al mismo tiempo beber de la copa que se usa en las ceremonias donde se honra a los demonios. Tampoco pueden participar en la Cena del Señor y al mismo tiempo en las fiestas para los demonios. (v. 21)
¿Por qué?
¿Queremos provocar acaso los celos del Señor? ¿Seremos acaso más fuertes que él? (v.22) Y caramba que han de ser duros los celos del Señor, (Éxodo 20:5)
Llegado a este punto, se puede presentar la siguiente duda: ¿Cómo hacer entonces para acercarme a aquellos que necesitan conocer de Dios? ¿Cómo puedo compartir con ellos sin provocar ‘los celos del Señor’? Pablo nos da la receta:
Hagan como yo, que no busco mi propio interés sino el de los demás, es decir, su salvación, y me esfuerzo por complacer a todos. (v. 33)
Aplicación
Aunque estamos en el mundo, no somos del mundo.
Somos embajadores de Cristo (2 Co. 5:20) y como tales, tenemos una dignidad que no debe ser expuesta a la corrupción del pecado, por nosotros mismos, sí, pero mucho más, por Aquel a quien representamos.
Nuestra presencia en lugares inapropiados y con gente inapropiada puede estar justificando actividades, actitudes y prácticas que distan diametralmente de las enseñanzas de Cristo.
Si tengo la oportunidad de compartir cualquier cosa, de la que tenga conocimiento, que proviene, por ejemplo, de dinero mal habido, antes, tengo que pensar si mi presencia o mi participación va a servir para, por lo menos, intentar llevar el mensaje del Evangelio, es decir lo que Pablo nos quiere explicar con ‘trato de agradar a todos con tal de ganarlos para Cristo’.
Si no es así, si considero que no voy a tener oportunidad de ‘devolver bien por mal’, de compartir de Cristo, de hacer que donde abunde el pecado sobreabunde la Gracia, entonces, mejor me abstengo, porque quizás en la ingenuidad y en la inocencia de pasar un rato agradable, de disfrutar de algo que me gusta, puedo estar compartiendo de ‘sacrificios ofrecidos a los ídolos‘y entonces estoy corriendo el riesgo de ‘provocar los celos del Señor’
A veces la situación se me puede plantear más difícil, por tratarse de gente amiga, compañeros de trabajo o estudio y hasta con familiares, urgirá entonces la pregunta ¿Qué debo hacer Señor? Ya que el Señor no transa con estas situaciones (Mat 10:34 ss), no transemos tampoco nosotros con ellas.

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