miércoles, 28 de mayo de 2008

Renovación Carismática I

Introducción:
Cuando hace un par de semanas, reflexionábamos sobre el sentido de unidad al que nos impulsaba la presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas, nos identificábamos como miembros del Cuerpo Místico de la Iglesia, del que Cristo es Cabeza.
Pero si afinamos un poco la sintonía, nos vemos identificándonos como células de uno de los tantos órganos de ese maravillo cuerpo, somos parte de la Renovación Carismática Católica, por la gracia de Dios.
A continuación vamos compartir uno de los artículos publicados en el boletín Nº 16, de marzo 2008, con el que nuestros hermanos de Madrid, tienen a bien obsequiarnos.
Desarrollo
Los que hemos recibido la efusión del Espíritu Santo, convertido en semilla de vida nueva en cada uno de nosotros desde nuestro bautismo, liberamos la presencia misteriosa y el poder operante del Espíritu en nuestro interior.
La acogida del Espíritu da lugar en nosotros a dos acciones: una interior, hacia dentro, personal, de transformación, de renovación de nuestra vida; y otra acción del Espíritu que se ejerce hacia fuera, hacia la comunidad, hacia la Iglesia. Y a esto es a lo que aluden estas dos palabras, Renovación y Carismática, que dan nombre a la corriente de gracia a la que pertenecemos.
1.- RENOVACIÓN

La Renovación es una transformación de toda nuestra vida cristiana por la acción del Espíritu Santo a través del encuentro con Jesucristo vivo y resucitado y la aceptación de su señorío.
Es el Espíritu Santo quien nos revela quién es realmente Jesús para nosotros: nuestro Señor y nuestro Salvador personal. Nos descubre su vida, nos ilumina su palabra, nos abre al misterio de su pasión y de su muerte, y también al de su resurrección y su victoria sobre el pecado, el mundo, la muerte y la ley antigua.
El Espíritu Santo nos da la certeza de la gratuidad de ese amor del Padre, infinito, por cada uno de nosotros, tanto como para entregar a su Hijo único que, sin ningún mérito por nuestra parte, nos ha perdonado, nos ha salvado, nos ha justificado, amándonos hasta el extremo, hasta dar su vida por cada uno de nosotros.
Y esta acción del Espíritu produce una transformación de todo nuestro ser, un cambio en nuestras vidas: cambian nuestros pensamientos y nuestros sentimientos, cambian nuestras costumbres y nuestros gustos, cambian nuestras amistades y nuestras lecturas, cambian nuestras formas de relacionarnos con Dios y con los hermanos…
En una palabra, el Espíritu Santo nos va modelando a imagen de Cristo. Es una transformación interior. Pero esta transformación interior que realiza el Espíritu Santo por pura gracia, repercute en la comunidad, en la Iglesia y en el mundo, a través de los frutos que él produce en nosotros: la paz, la paciencia, la alegría, la misericordia, la libertad interior, el amor, la fidelidad… porque la renovación de la Iglesia y la transformación del mundo no es algo etéreo o simplemente teórico: se produce por la transformación de sus miembros, desde el más pequeño hasta el más grande, desde el último fiel hasta el Papa.
Esta es, de forma muy sucinta, la acción que el Espíritu Santo realiza interiormente en nosotros renovando también profundamente nuestra relación con la Iglesia, los sacramentos, la liturgia…
2.- CARISMÁTICA
Pero luego tenemos un apellido: carismática. Y este apellido no podemos olvidarlo, no podemos quedarnos encerrados en lo nuestro, en lo personal, en lo que Dios hace dentro de cada uno de nosotros, porque el Espíritu Santo, al mismo tiempo que nos renueva, nos concede unos poderes, nos concede unas gracias, nos concede unos carismas para que los pongamos al servicio de la comunidad, al servicio de la Iglesia, a fin de que seamos colaboradores suyos en la extensión del Reino de Dios en este mundo.
Por lo tanto, los carismas son dones gratuitos, son gracias que el Señor nos concede para poner al servicio de los demás, para construir la comunidad y para que la comunidad crezca. El carisma es un don de servicio. Se dan en nosotros estos dos aspectos y los dos son necesarios en la Renovación Carismática. No nos podemos quedar encerrados sólo en lo nuestro, en lo personal, en lo interior, sino que tenemos que acoger esos carismas y ponerlos al servicio del Reino y de los hermanos.
3.- CARISMAS Y MINISTERIOS

En los grupos de oración carismáticos, los ministerios son el lugar en el cual el carisma que cada uno de nosotros ha recibido gratuitamente se pone al servicio de los hermanos, para que la comunidad crezca y para que la comunidad se santifique. Todos tenemos carismas. La palabra nos dice: “a cada cual -es decir, a todos- se le otorga la manifestación del Espíritu para el provecho común” (1Co 17, 7). Por lo tanto, tenemos que descubrir el carisma que nos ha regalado el Señor y ponerlo a producir, como en la parábola de los talentos (cf. Mt 25,14s).
Además, todos los carismas son igual de importantes e igual de necesarios, aunque algunos supongan una mayor responsabilidad. Pero no debemos pensar que hay unos carismas que son muy importantes y que los demás son de segunda división. Todos, absolutamente todos, son preciosos, todos tienen un valor infinito, no por nosotros, sino porque el autor de esos carismas es el Espíritu Santo. Todos tienen la misma importancia, pues todos son necesarios para que la comunidad funcione bien, como nos explica san Pablo en el símil del cuerpo (1Co 12, 12s)
(Continuará)
Aplicación
Haz tú mismo un análisis de la aplicación en tu vida, de estos principios de la corriente de gracia a la que perteneces: Renovación y Carismas.
Detalla esos aspectos de tu vida cristiana para compartirlo con tus hermanos de comunidad y recuerda que ante la duda, puedes recurrir al autor de la transformación que está operando en ti y al dador de las gracias y los dones con que estás equipado. Si no lo tienes claro, recuerda preguntar: ¿Qué debo hacer Señor?

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