sábado, 17 de mayo de 2008

En la unidad del Espíritu

Introducción:
Quien ha tenido la gracia de compartir reuniones de alabanza, adoración y/o reflexión con otras comunidades cristianas, dentro o fuera del país, sin duda ha podido experimentar uno de los tantos misterios con los que Papá Dios, no deja de asombrarnos, la unidad en el Espíritu.
Misterio que nos permite vivir lo que el Apóstol Pablo le explicaba a los efesios: (Efe 4:5 Hay un solo Señor, una sola fe y un solo bautismo.)
San Pedro Damián (1007-1072) decía: El poder del Espíritu Santo que habita en cada uno de los fieles y los envuelve agrupándolos, hace que aquí haya una soledad bien poblada, y allá, una multitud que no forma más que una unidad.


Este tipo de experiencia, nos lleva como discípulos, a reflexionar a cerca de una de las expectativas, acerca nuestro, de nuestro amadísimo Maestro: Que todos sean uno
Desarrollo
Ponte en la presencia del Señor, pide la ayuda del Espíritu Santo, para que te de discernimiento y sea la luz que va alumbrando tu lectura y juntos, reflexionemos este pasaje del Evangelio: Juan 17,20-26.
  1. ¿Qué está haciendo Jesús? v. 20
  2. ¿Su oración alcanza únicamente ese momento?
  3. ¿Cómo espera que trascienda?
  4. ¿Qué le pide Jesús al Padre? v. 21
  5. ¿Qué tipo de unidad está pidiendo Jesús?
  6. ¿Cómo cuál ha de ser esa unidad?
  7. ¿Para qué quiere Jesús esa unidad?
  8. ¿A qué gloria se refiere Jesús, en el versículo 22?
  9. ¿De qué manera Jesús nos deja su gloria, la misma que recibió del Padre?
  10. ¿Cuál es el propósito de esa gloria, para qué la da? v. 22
  11. ¿Cuál es la garantía de la unidad? v. 23
  12. ¿Cómo es posible que se cumpla esa presencia?
  13. ¿Cuál ha de ser el resultado de esa unidad?
  14. ¿Cuál es la recompensa de la unidad? v. 24
  15. ¿Cómo ha de hacer Jesús para seguir mostrando al Padre, cuándo Él ya no esté? v. 26
  16. ¿Cómo va a estar el amor con el que el Padre ama al Hijo en los discípulos?
  17. ¿Cómo hará Jesús para vivir en los discípulos
Aplicación
Ningún equipo de trabajo es 100% eficiente cuando se trata de una suma de individualidades. Ese nivel de eficiencia se logra únicamente con la sinergia que produce la unidad del equipo, que aunque formado por distintas personalidades y caracteres, está altamente motivado y tiene un objetivo común.
Decía un estratega chino, que un buen guía es aquel que hace que sus guiados confíen en él, pero un guía excelente es aquel que logra que sus seguidores confíen en sí mismos.
Jesús como Maestro por excelencia, nos ha dejado tanto la motivación – la unidad en el Espíritu Santo – como el objetivo – Para que el mundo sepa.
Ambos, motivación y objetivo, nos convierten en un equipo altamente eficiente, que potencia a cada uno de sus miembros, para que confiemos en nosotros mismos, no por nuestros méritos sino por quien nos habita.
Muchas veces nos ponemos ansiosos por no saber si hemos recibido o no el Bautismo con el Espíritu Santo, por saber si tenemos o no, dones y carismas, y pasamos por alto una clarísima manifestación de su presencia, la unidad en el Espíritu Santo.
En el mismo sentido, conocedores que la cohesión entre todos los miembros del cuerpo místico de la Iglesia de la que Cristo es cabeza, es posible gracias a la presencia del Espíritu Santo, sepamos también que quien atente contra esta unidad, está atentando contra el propio Espíritu y para ello no hay perdón posible: Marcos 3:29
¿Te sientes unido a tus hermanos de comunidad y a la comunidad de la Iglesia? Ese sentimiento de unidad ¿te lleva a trabajar en pos del objetivo común? Con tus palabras, actitudes, desplantes, críticas, acciones o desinterés ¿has atentado o estás atentando contra la unidad?
Revisa esos aspectos de tu vida y recuerda que ante la duda, deja que fluya una oración sincera y comprometida ¿Qué debo hacer Señor?

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