miércoles, 16 de abril de 2008

Pedro se hunde

Introducción:
Como en cada reunión, cada estudio en que reflexionamos y meditamos, las Enseñanzas que NS Jesucristo nos propone con el auxilio del Espíritu Santo, insistimos, que estas Enseñanzas no pueden pasar por nuestra mente, como un mero análisis intelectual.
En efecto, no podemos dejar pasar ninguna de las Verdades que el Señor nos revela sin encontrar una aplicación práctica en nuestra vida.
La propuesta para hoy es reflexionar sobre una de las primeras experiencias de Pedro como discípulo, situación en la que nos encontramos nosotros, a esta altura de nuestra madurez espiritual.
Desarrollo
Meditemos con la ayuda del Espíritu Santo el pasaje contenido en Mateo 14:22-32
22 Después de esto, Jesús hizo que sus discípulos subieran ala barca, para que cruzaran el lago antes que él y llegaran al otro lado mientras él despedía a la gente.
Unos versículos antes (vs. 14-21) leemos el milagro de la multiplicación de los peces y los panes. Los apóstoles todavía sorprendidos por el mismo, reciben la orden de adelantarse, el relato no nos dice el porqué. Podríamos suponer que Jesús los quiere alejar de la gente para poner a resguardo su vanidad. La gente estaba eufórica por lo que había visto. Es Jesús mismo que quiere quedarse a despedir a la multitud, seguramente dándole una explicación sabia y adecuada a lo que acababa de ocurrir.


23 Cuando la hubo despedido, Jesús subió a un cerro, para orar a solas.
Quizás este pasaje confirme la presunción anterior, Jesús, con humildad sabe que lo que acababa de ocurrir, no hubiera sido posible si el Padre no lo permitía, y seguramente quería entrar en comunión con Él, para darle gracias.
Al llegar la noche, estaba allí él solo, 24 mientras la barca ya iba bastante lejos de tierra firme. Las olas azotaban la barca, porque tenían el viento en contra.
Llega la noche, cuando no se ve claro, cuando la soledad se nos hace más notoria. Mucho más cuando Jesús se queda en la orilla y nosotros vamos en la barca (la vida – la iglesia – el mundo) Y los avatares sacuden nuestra estabilidad, porque el viento del mundo sopla en nuestra contra, sencillamente porque no somos del mundo.
25 A la madrugada, Jesús fue hacia ellos caminando sobre el agua.


Pero Jesús no nos abandona a nuestra suerte, toma la iniciativa para ir a nuestro encuentro, sin que nadie se lo hubiera pedido, aún dominando los elementos naturales, demostrándonos una vez más que es creador y señor de toda la creación (Salmo 77:20)
26 Cuando los discípulos lo vieron andar sobre el agua, se asustaron, y gritaron llenos de miedo: – ¡Es un fantasma!
Los apóstoles, que acababan de presenciar el milagro de la multiplicación, al igual que nosotros tantas veces, se olvidaron de la Gloria pasada y les fue más fácil buscar una explicación sobrenatural, también como nosotros, que creer que NS Jesucristo es quien obra los milagros.
27 Pero Jesús les habló, diciéndoles: – ¡Calma! ¡Soy yo: no tengan miedo!
Como lo hablábamos dos sábados atrás, Jesús nos previene, ’no tengan miedo’, porque el miedo nos ciega, nos separa de la presencia de Jesús, nos aleja de la bendición, no nos permite ver la Revelación.
28 Entonces Pedro le respondió: –Señor, si eres tú, ordena que yo vaya hasta ti sobre el agua.
Pedro, a quien la razón no lo detiene, por su carácter impetuoso y arriesgado, aunque sin estar seguro, toma una decisión importante, se pone bajo la autoridad del Maestro, porque sabe que si la orden viene de Él, nada se puede interponer. Sabe que la obediencia trae bendición, que hace posible aquello que nuestra razón no admite. Con su actitud está profetizando lo que más adelante escucharía del mismo Jesús (Juan 14:12)
29 –Ven –dijo Jesús.


Jesús no nos obliga a seguirlo, pero si se lo pedimos, nos invita a ir a su presencia.
Pedro entonces bajó de la barca y comenzó a caminar sobre el agua en dirección a Jesús.
Entonces el milagro se produce. El texto sagrado no lo especifica, pero (poniéndonos en lugar de Pedro) suponemos que mirando a Jesús a los ojos, caminaba con la mirada puesta en Él.
30 Pero vio que el viento era fuerte, tuvo miedo y se empezó a hundir y gritó: -¡Señor, sálvame!
Fue hasta que quitó la vista de Jesús, para mirar el entorno, las dificultades, los embates de los problemas, cuando apareció el miedo, otra vez nuestro rival, el que llevamos dentro, el que nos lleva a hundirnos, porque es natural, si confiamos en nuestras propias fuerzas, es claro que no podemos. 


Todos nuestros problemas se agudizan cuando nos dejamos llevar por nuestros sentidos y no por lo que Dios nos dice. 


Jesús le dijo a Pedro VEN, Pedro empezó a ir y en el camino se distrajo con lo que sucedía alrededor. Pero en el temor, en la angustia, tuvo un reflejo de sabiduría que le permitió clamar al Señor -¡Señor, sálvame! 


El no se puso a nadar. Sabía que no podía hacerlo, sabía que se iba a ahogar si trataba de salir por su propio esfuerzo. Pedro clama por ayuda, clama a Jesús. Nunca es tarde, Pedro ya estaba hundiéndose pero clamó.

31 Al momento, Jesús lo tomó de la mano y le dijo: – ¡Qué poca fe tienes! ¿Por qué dudaste?
Jesús le contestó, como nos contesta a nosotros, tomándonos de la mano y viniendo a nuestro rescate, reprochándole con amor, como lo hace también con nosotros, nuestra falta de confianza, nuestras dudas. Pedro estaba frente a dos situaciones: mirar a Jesús o mirar las olas. Pedro dudó un momento, sólo un momento y eso le estaba costando la vida.

32 En cuanto subieron a la barca, se calmó el viento.
Cuando Jesús está contigo no hay nada que temer. Aquellas cosas que te “atormentan” se irán y te dejarán.

Aplicación


Probablemente en el proceso de formación como discípulo y misionero, en tu camino cristiano, has de encontrarte con situaciones como las que Pedro atravesó, para que hoy nosotros pudiéramos estar aprendiendo desde su experiencia.


Situaciones en las que se te presentarán las dos opciones – mirar a Jesús o mirar la agitación del entorno y fuerzas que se oponen a tu tranquilidad. Recuerda: la batalla se libra en la mente. No estamos diciendo que los problemas van a desaparecer de tu vida porque aún estás en la barca, la diferencia está en que Jesús está contigo.


Tenemos poca fe cuando miramos a dos lados. No puedes mirar a Jesús y al mundo, no puedes hacerlo de ninguna manera. Tienes que dejar tus ojos en Jesús. Sólo así obtendrás la victoria. Entonces, antes de quitar la vista de la mirada de Jesús, pregúntale: ¿Qué debo hacer Señor?

1 comentario:

  1. siempre el cristiano debe mantener la mirada en Jesús,con mayor dedicación en medio de las dificultades, pues Dios siempre esta interesado en ayudarnos y sacarnos de la dificultad

    ResponderEliminar