sábado, 7 de noviembre de 2009

Orando en el Espíritu

El significado de orar en el Espíritu.

Orar en el Espíritu significa orar bajo la inspiración y guía del Espíritu Santo del que estamos investidos. Efesios 2:18. Significa que cuando oramos el Espíritu Santo nos lleva de la mano, nos introduce en la presencia misma de Dios, y nos hace sentir esa misma presencia de Dios al orar. Es lo que nos dice Efesios 2:18, “porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre”.

Esta es la oración que prevalece, que garantiza la respuesta.

Características de orar en el Espíritu:

Veamos tres características principales de orar en el Espíritu.

Orar en el Espíritu es orar fervientemente: Romanos 8:26.
El que ora en el Espíritu ora con intensidad. Dios atiende y contesta esta oración intensa.
En Romanos 8:26, se nos dice esto: “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles”.
Hombres y mujeres cuya vida está bajo el gobierno del Espíritu Santo oran con intensidad y fervor. Muchas de nuestras oraciones son frías y formales. Algunos ni se acuerdan de lo que oraron esta mañana. Otros se acuerdan porque se trata ya de un latiguillo, de una “frase hecha” que repiten automática y rutinariamente. Son oraciones carentes de fervor, de intensidad, de poder. No son oraciones en el Espíritu.
En Jeremías 29:12,13, se nos dice esto: “Entonces me invocaréis y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; y me buscaréis y me hallaréis porque me buscaréis de todo vuestro corazón”.
El Espíritu, cuando ora en nuestra vida lo hace “con gemidos indecibles”. El que ora en el Espíritu lo hace de todo corazón, con intensidad y fervor, lanzándose con todo el ser a la oración.
Así oraba Jesús: “y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra” (Lucas 22:44).
Pablo pide a los romanos que lo ayuden luchando intensamente, con denuedo, en la oración. Ahora debemos evitar entender mal esto; no se trata de luchar con Dios, hasta “torcerle el brazo” para que conteste nuestras peticiones.
Nuestra lucha no es con Dios, “sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12).
 A veces, cuando estamos orando, sentimos como si toda la fuerza del mal se lanzara entre nosotros y Dios y produjera distracción, apatía, en un intento de separarnos de Dios. Muchas veces lo que hacemos es ceder. Pero cuando oramos en el Espíritu, el Espíritu Santo nos hace luchar de rodillas hasta alcanzar la victoria.
 Hay una lucha y hay un esfuerzo en el orar en el Espíritu. El diablo mantiene engañados a muchos cristianos con el error de que deben orar sólo cuando lo “sienten” porque de lo contrario es hipocresía. Esta es la característica de nuestro tiempo.
Si lo sientes, hazlo; si no lo sientes, no lo hagas. El diablo metió esta filosofía pagana en el pueblo de Dios, en la adoración, en la lectura de la Biblia, en el servicio.
Vivimos en la cultura de las sensaciones y de los sentimientos. Pero vivir la vida cristiana no es cuestión de sentimientos, sino de obediencia.
Es por eso que Dios sigue buscando gente que lo adore “en espíritu y en verdad”, gente que ore en Espíritu y en verdad, gente que sirva a Dios en Espíritu y en verdad. No según “sienta”, sino según dice la Biblia.
En nuestra cultura pagana no hay lugar para el esfuerzo. Hacer algo con esfuerzo es ser hipócrita. Sólo eres sincero “si lo sientes”. Esto es una mentira. Pero el diablo sí te convence de que en tu vida espiritual tienes que hacer “lo que sientes”.
¿Cómo podemos orar con esta intensidad?
Hay dos maneras de orar con fervor. Una buena y otra mala. La mala es forzar la oración con la energía de la carne. Hay gente que ora con mucho fervor, pero ora en la carne, no en el Espíritu. A veces empezamos a orar, y forzamos hasta que empezamos a gritar como locos. Hay “mucho fuego”, pero fuego fatuo, fuego extraño.
La manera correcta de orar en el Espíritu es orar en nuestra debilidad. Él nos ayuda en nuestra debilidad y en nuestra ignorancia. Porque no sabemos pedir como conviene, el Espíritu intercede por nosotros con gemidos indecibles.
La intensidad que Dios considera no es la que podemos generar. La intensidad que Dios considera es la que el Espíritu obra en nosotros.
Tal vez te ha sucedido que oras y no hay ninguna intensidad en tu oración. Tú pronuncias palabras pero es sólo “forma”. ¿Qué hacer en ese momento? ¿Dejar de orar hasta que cambie nuestra disposición? No. Si hay algún momento que necesitamos orar más que nunca es cuando no lo deseamos.
Entonces ¿qué hacemos? Pide a Dios que el Espíritu ore por ti y quédate en silencio. El Espíritu Santo lentamente empezará a dirigir tu corazón a la oración, creará un anhelo de orar en tu interior, y orarás con fervor porque Él intercederá por ti con gemidos indecibles. No te levantes nunca de la oración sin que esto ocurra.
Orar en el Espíritu es orar según la voluntad del Padre. Romanos 8:27.
En Romanos 8:27 dice: “Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos”.
La obra del Espíritu Santo cuando oramos es hacernos conocer cuál es la voluntad de Dios en el asunto de nuestra oración.
El Espíritu nos muestra si el motivo de la oración está de acuerdo con la voluntad de Dios. Él nos manifiesta la conformidad entre lo que pedimos y la voluntad de Dios.
Muchos se desilusionan en sus oraciones porque comprueban después de bastante tiempo que su pedido no era la voluntad de Dios. Pero cuando oramos en el Espíritu y exponemos a su juicio nuestra petición, el Espíritu nos muestra si lo que estamos pidiendo es la voluntad de Dios o no. No hace falta esperar ver si ocurre o no. El Espíritu nos lo muestra.
Muchas de las cosas por las que oramos están reveladas en la Palabra de Dios y podemos saber si son su voluntad o no. Pero hay otros asuntos que no son explícitos en la Palabra.
En estos casos, Dios usa la iluminación directa del Espíritu para hacernos conocer su voluntad. Cuando vivimos en comunión con Dios, escuchamos la voz de su Espíritu, y nos rendimos por completo a Él en nuestras oraciones, el Espíritu Santo nos da a conocer la voluntad del Padre.
Esto es lo que enseñó Jesús: “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir” (Juan 16:13).
El Espíritu nos revela la voluntad de Dios, y nos hace saber lo que vendrá, entre otras cosas, si hay respuesta o no. Cuando oramos en el Espíritu, es decir, según la voluntad del Padre, podemos tener seguridad de lo que vendrá, de que nuestras oraciones serán respondidas: “Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquier cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho” (1 Juan 5:14,15).

Las condiciones para orar en el Espíritu
La primera condición para orar en el Espíritu es estar rendidos a Él. Si el Espíritu no gobierna nuestra vida, es imposible que esperemos que gobierne nuestras oraciones.
La segunda condición del orar en el Espíritu es la absoluta dependencia del Espíritu cuando se ora. Es decir, debemos reconocer nuestra absoluta incapacidad para orar adecuadamente y para que nuestras oraciones prevalezcan. Nosotros no sabemos cómo orar, pero el Espíritu sí, porque ora conforme a la voluntad del Padre.
La tercera condición para orar en el Espíritu es pedirlo al Padre. En vez de orar y monologar con palabrerías y frases prefabricadas, pidamos a Dios que nos guíe por su Santo Espíritu. Hasta que sintamos su presencia que nos guía no pronunciemos palabras. Dejemos que el Espíritu gobierne, y entonces Él orará en nosotros conforme a la voluntad del Padre.
CONCLUSIÓN:
Anhelo, para mi vida y para la tuya, que vivamos en el Espíritu. Que prediquemos y demos testimonio en el Espíritu Santo. Que estudiemos y comprendamos la Palabra de Dios en el Espíritu Santo. Que adoremos en victoria el Espíritu. Sobre todo que oremos en el Espíritu Santo de Dios.
Quisiera que como iglesia, aprendiéramos a orar en el Espíritu. Nada podría resistir el impulso arrollador, e iríamos de victoria en el nombre de Dios.
Si nunca has orado en el Espíritu, quiero invitarte a comenzar hoy. Esto al principio lleva un poco de tiempo hasta que te habitúas a hacerlo. Por lo menos vamos a empezar a dar los primeros pasos.
Cierra tus ojos y di a Dios que quieres orar en el Espíritu. Espera que tu espíritu se calme, tu mente se aplaque, y no digas palabra hasta que sientas en ti la presencia del Espíritu de Dios.
Después di: Espíritu Santo, gobierna mi vida, y dirige ahora mi oración.
Empieza a orar lo que Espíritu te dé.
Preséntale un pedido, y exponlo para que el Espíritu te muestre si coincide con la voluntad de Dios. Escucha su indicación.
Finalmente, entrega tu vida al gobierno del Espíritu y alaba al Dios Trino.
Tal vez te costará un poco por ser la primera vez. No te desanimes, empieza a practicarlo y tu sintonía con Él será cada día mayor. Dios quiere para ti y para mí una vida de oración victoriosa, es decir, una vida de oración en el Espíritu. AMEN.
Claudio Freidzon
Tomado de la Revista AVANCE - Año 10 - Número 2.

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