CIC 1718 Las bienaventuranzas responden al deseo natural de felicidad. Este deseo es de origen divino: Dios lo ha puesto en el corazón del hombre a fin de atraerlo hacia él, el único que lo puede satisfacer:
Ciertamente todos nosotros queremos vivir felices, y en el género humano no hay nadie que no dé su asentimiento a esta proposición incluso antes de que sea plenamente enunciada. ¿Cómo es, Señor, que yo te busco? Porque al buscarte, Dios mío, busco la vida feliz, haz que te busque para que viva mi alma, porque mi cuerpo vive de mi alma y mi alma vive de ti (S. Agustín, conf.)
ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de San Juan de Ávila, BAC, Madrid 1
CORAZÓN
La doctrina avilista tiene una fuerte base bíblica y teológica, pero también posee una dinámica interna y vivencial, que apunta a suscitar una respuesta por parte del corazón humano. El amor de Dios suscita amor, búsqueda y deseos de encuentro, modos de pensar-sentir-querer, según el corazón del mismo Dios. "El principal cuidado del cristiano ha de ser del corazón. Guárdenos Dios de tener el corazón dañado y enfermo". El corazón humano se limpia "con el amor de Dios, con el amar a Dios de todo corazón sobre todas las cosas".
El "corazón" es especialmente "la voluntad" con todos los afectos, que "es la fuente de donde mana" el agua del amor. "El corazón del hombre es como una fuente, que, si está clara, claros arroyos salen de ella, y si sucia, sucios".
El corazón se va tras lo que ama, porque allí está "su tesoro" (Mat_6:21). Pero es difícil conocer las inclinaciones del corazón "Gran negocio es conocer el corazón del hombre, el cual, según Dios da testimonio, es malo, torcido y lleno de tantos senos y revueltas, que el mismo hombre no las puede enteramente conocer, y sólo aquel que lo crió lo conoce" (Jer_17:9-10).
Este mismo corazón humano, al que va dirigida la Palabra de Dios, es un amasijo de miseria y de grandeza, "tiene mil cuidados". Para que se abra al amor, debe conocerse a sí mismo; pero, sobre todo, debe conocer y dejarse conquistar por el amor. Y Dios habla de corazón a corazón, especialmente por medio de su Hijo, cuyo corazón es la meta y el modelo del nuestro, y en el cual tenemos un lugar reservado. El Corazón de María es el corazón de una persona humana que más ha sintonizado con el corazón de Dios.
Cristo ha venido para sanar la llaga del corazón humano, que a veces está "maleado", "obstinado y endurecido", a modo de "piedra" porque "perdió la imagen de Dios". Por esto, "si el Mesías ha de ser Mesías, sáneme esta llaga que tengo en mi corazón; que si no me quita este mal, no quiero bien ninguno". Recibir a Cristo como huésped, es fuente de gozo para el corazón humano (ibídem, 234s).
El Espíritu Santo, enviado por Jesús, es capaz de quitar el corazón de piedra y cambiarlo por uno auténtico "Venga el Espíritu Santo y quite este corazón cruel, duro, etc., y denle otro sano" (Eze_11:19). El "corazón nuevo... es la cosa que mas nos cumple tener"; es "el corazón lleno de fe y de caridad"
Comentando la doctrina de los Proverbios, según la cual hay que "guardar el corazón porque de él procede la vida" (Pro_4:23), dice "Si la vida de nuestro cuerpo procede del corazón, por eso mandáis que lo pongamos a buen recaudo". La vida del corazón es el amor, por esto ha de estar "encendido en amor de Dios y del prójimo".
San Juan de Ávila, en sus sermones, llama a la conversión del corazón, Y puesto que es "tan dificultoso conocer un hombre los senos de su corazón", conviene que "escudriñemos las raíces de nuestro corazón". El corazón es frágil y fuerte a la vez, porque en la propia debilidad actúa la gracia de Dios.
El conocimiento y la orientación del corazón sólo es posible por medio de la vida en Cristo "No dejes que reine en poco ni mucho el mal apetito en tu corazón. Muere en todo con Cristo, porque vivas para siempre con El". Así se va aprendiendo que "no quiere Dios sino el corazón... no se contenta Dios con todo si no le dais el corazón"
San Juan de Ávila
Apóstol de Andalucía y escritor, nacido en Almodóvar del Campo, pueblo de la diócesis de Toledo, España, el 6 de Enero de 1500; falleció en Montilla el 10 de Mayo de 1569
A la edad de catorce años fue enviado a la universidad de Salamanca para estudiar leyes. Sin gusto por la jurisprudencia, volvió un año después a casa de sus padres, donde empleó los tres años siguientes en la práctica de la más austera piedad. Su profunda santidad impresionó a un franciscano de viaje por Almodóvar, y aconsejado por el fraile fue a estudiar filosofía y teología a Alcalá, donde tuvo la fortuna de tener como maestro al famoso dominico De Soto.
Sus padres murieron mientras estudiaba, y después de su ordenación celebró su primera misa en la iglesia donde habían sido enterrados, vendió las propiedades de la familia y dio el dinero a los pobres. En la rotura de los lazos naturales descubrió su vocación a ser misionero y se preparó para ir a México. Durante la espera en Sevilla en 1527, una característica favorable para su nuevo campo de acción, su extraordinaria devoción al celebrar la misa, atrajo la atención de Hernando de Contreras, un sacerdote de aquella ciudad, quien informó de sus observaciones al arzobispo e inquisidor general, Don Alfonso Manrique. El arzobispo vio en el joven misionero un poderoso instrumento para reavivar la fe de Andalucía, y, después de una considerable persuasión San Juan fue inducido a abandonar su viaje a América. Predicó su primer sermón el 22 de Julio de 1529, e inmediatamente quedó fijada su reputación; las multitudes abarrotaban las iglesias para escuchar sus sermones. Su éxito, sin embargo, le acarreó el odio de cierta clase de personas, y, viviendo en Sevilla, fue llevado ante el inquisidor y acusado de exagerar los peligros de la riqueza y cerrar las puertas del cielo a los ricos. Su inocencia ante estos cargos fue rápidamente probada, y por una invitación especial del tribunal, fue designado para predicar el sermón en la siguiente fiesta solemne en la iglesia del Salvador de Sevilla. Su aparición fue causa de general regocijo. Comenzó su carrera como predicador apostólico en Andalucía a la edad de treinta años. Después de nueve años recorriendo la provincia, volvió a Sevilla solo para partir hacia los campos más extensos de Córdoba, Granada, Baeza, Montilla, y Zafra. Durante los dieciocho años previos a su muerte fue víctima de una enfermedad persistente, el resultado de sus cuarenta años de apostolado. Fue declarado Venerable por Clemente XIII el 8 de Febrero de 1799, y beatificado por León XIII el 12 Noviembre de 1893 (Nota del traductor: Declarado Patrón del Clero Secular español el 2 de Junio de 1946 por Pío XII. Canonizado el 31 de Mayo de 1970 por Pablo VI).
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