jueves, 24 de abril de 2008

¿Cuánto amas a Jesús?

Introducción:
Cuando le preguntaron a San Agustín cuál era la medida del amor, él contestó: la medida del amor es amar sin medida.


En la vida de un discípulo, va a llegar un momento en el cual tomar decisiones que no pasan por nada de lo conocido o aprendido. Decisiones que de otra manera no tomaría, porque no soportan el análisis de la razón, ni resisten la presión de las emociones. Decisiones que sencillamente pasan por el amor.
Decisiones que pasarán los filtros, de la obediencia, la conveniencia, incluso el miedo, y aún así no convencerán, sólo el amor las hará posible.
Desembocamos una vez más en la enseñanza de San Basilio que el Catecismo cita en el 1828: O nos apartamos del mal por temor del castigo y estamos en la disposición del esclavo, o buscamos el incentivo de la recompensa y nos parecemos a mercenarios, o finalmente obedecemos por el bien mismo del amor del que manda...y entonces estamos en la disposición de hijos (S. Basilio, reg. fus. prol. 3).


Nosotros como discípulos de Cristo, no nos escapamos de esta regla, y por lo tanto nuestro Maestro nos facilita las cosas, dándonos como siempre la receta:
Desarrollo
Pídele al Espíritu Santo que te asista, concéntrate en la presencia del Señor, ruégale que emerja desde las páginas del Evangelio. Ahora comencemos a meditar Juan 14:15-31

Quien recibe y cumple mis mandamientos, ése sí que me ama (v. 21 a)
  1. ¿Qué quiere decir con ‘recibir’?
  2. ¿Cómo puedes recibir sus mandamientos?
  3. ¿Qué quiere decir con ‘cumplir’?
  4. ¿Por qué es importante la doble condición ‘recibir y cumplir’?
  5. ¿De dónde vienen los mandamientos que nos da Jesús? (v. 24)
  6. ¿Qué promesa nos hace si cumplimos? (v. 23)
  7. ¿A través de quién se hace posible la promesa? (v. 16)
  8. ¿Por qué es tan importante para Jesús que se cumplan sus mandamientos? (v. 31)
  9. A continuación, elige uno de los Evangelios y haz una lista de mandamientos de Jesús que encuentres en él. Resume la idea y cita capítulo y versículo.
  10. De la lista anterior, selecciona los tres mandamientos que más te cueste cumplir
  11. De los tres que seleccionaste, anota qué decisiones de amor puedes tomar para vencer los obstáculos que se te presentan.
Aplicación
Has llegado a un punto del camino de tu discipulado en el que tendrás que tomar decisiones de amor. Porque has recibido las Enseñanzas y no puedes postergar su puesta en práctica.
Jesús que todo lo sabe, no desconoce lo difícil que te resultan algunos de sus mandamientos, por eso te está diciendo: sólo si me amas sin medida podrás dar cumplimiento a lo que te estoy pidiendo.
Pero lo más importante de esta aplicación, han de ser las respuestas que diste a la pregunta 10.- Acuérdate, de preguntar ante la duda: ¿Qué debo hacer Señor?

miércoles, 16 de abril de 2008

Pedro se hunde

Introducción:
Como en cada reunión, cada estudio en que reflexionamos y meditamos, las Enseñanzas que NS Jesucristo nos propone con el auxilio del Espíritu Santo, insistimos, que estas Enseñanzas no pueden pasar por nuestra mente, como un mero análisis intelectual.
En efecto, no podemos dejar pasar ninguna de las Verdades que el Señor nos revela sin encontrar una aplicación práctica en nuestra vida.
La propuesta para hoy es reflexionar sobre una de las primeras experiencias de Pedro como discípulo, situación en la que nos encontramos nosotros, a esta altura de nuestra madurez espiritual.
Desarrollo
Meditemos con la ayuda del Espíritu Santo el pasaje contenido en Mateo 14:22-32
22 Después de esto, Jesús hizo que sus discípulos subieran ala barca, para que cruzaran el lago antes que él y llegaran al otro lado mientras él despedía a la gente.
Unos versículos antes (vs. 14-21) leemos el milagro de la multiplicación de los peces y los panes. Los apóstoles todavía sorprendidos por el mismo, reciben la orden de adelantarse, el relato no nos dice el porqué. Podríamos suponer que Jesús los quiere alejar de la gente para poner a resguardo su vanidad. La gente estaba eufórica por lo que había visto. Es Jesús mismo que quiere quedarse a despedir a la multitud, seguramente dándole una explicación sabia y adecuada a lo que acababa de ocurrir.


23 Cuando la hubo despedido, Jesús subió a un cerro, para orar a solas.
Quizás este pasaje confirme la presunción anterior, Jesús, con humildad sabe que lo que acababa de ocurrir, no hubiera sido posible si el Padre no lo permitía, y seguramente quería entrar en comunión con Él, para darle gracias.
Al llegar la noche, estaba allí él solo, 24 mientras la barca ya iba bastante lejos de tierra firme. Las olas azotaban la barca, porque tenían el viento en contra.
Llega la noche, cuando no se ve claro, cuando la soledad se nos hace más notoria. Mucho más cuando Jesús se queda en la orilla y nosotros vamos en la barca (la vida – la iglesia – el mundo) Y los avatares sacuden nuestra estabilidad, porque el viento del mundo sopla en nuestra contra, sencillamente porque no somos del mundo.
25 A la madrugada, Jesús fue hacia ellos caminando sobre el agua.


Pero Jesús no nos abandona a nuestra suerte, toma la iniciativa para ir a nuestro encuentro, sin que nadie se lo hubiera pedido, aún dominando los elementos naturales, demostrándonos una vez más que es creador y señor de toda la creación (Salmo 77:20)
26 Cuando los discípulos lo vieron andar sobre el agua, se asustaron, y gritaron llenos de miedo: – ¡Es un fantasma!
Los apóstoles, que acababan de presenciar el milagro de la multiplicación, al igual que nosotros tantas veces, se olvidaron de la Gloria pasada y les fue más fácil buscar una explicación sobrenatural, también como nosotros, que creer que NS Jesucristo es quien obra los milagros.
27 Pero Jesús les habló, diciéndoles: – ¡Calma! ¡Soy yo: no tengan miedo!
Como lo hablábamos dos sábados atrás, Jesús nos previene, ’no tengan miedo’, porque el miedo nos ciega, nos separa de la presencia de Jesús, nos aleja de la bendición, no nos permite ver la Revelación.
28 Entonces Pedro le respondió: –Señor, si eres tú, ordena que yo vaya hasta ti sobre el agua.
Pedro, a quien la razón no lo detiene, por su carácter impetuoso y arriesgado, aunque sin estar seguro, toma una decisión importante, se pone bajo la autoridad del Maestro, porque sabe que si la orden viene de Él, nada se puede interponer. Sabe que la obediencia trae bendición, que hace posible aquello que nuestra razón no admite. Con su actitud está profetizando lo que más adelante escucharía del mismo Jesús (Juan 14:12)
29 –Ven –dijo Jesús.


Jesús no nos obliga a seguirlo, pero si se lo pedimos, nos invita a ir a su presencia.
Pedro entonces bajó de la barca y comenzó a caminar sobre el agua en dirección a Jesús.
Entonces el milagro se produce. El texto sagrado no lo especifica, pero (poniéndonos en lugar de Pedro) suponemos que mirando a Jesús a los ojos, caminaba con la mirada puesta en Él.
30 Pero vio que el viento era fuerte, tuvo miedo y se empezó a hundir y gritó: -¡Señor, sálvame!
Fue hasta que quitó la vista de Jesús, para mirar el entorno, las dificultades, los embates de los problemas, cuando apareció el miedo, otra vez nuestro rival, el que llevamos dentro, el que nos lleva a hundirnos, porque es natural, si confiamos en nuestras propias fuerzas, es claro que no podemos. 


Todos nuestros problemas se agudizan cuando nos dejamos llevar por nuestros sentidos y no por lo que Dios nos dice. 


Jesús le dijo a Pedro VEN, Pedro empezó a ir y en el camino se distrajo con lo que sucedía alrededor. Pero en el temor, en la angustia, tuvo un reflejo de sabiduría que le permitió clamar al Señor -¡Señor, sálvame! 


El no se puso a nadar. Sabía que no podía hacerlo, sabía que se iba a ahogar si trataba de salir por su propio esfuerzo. Pedro clama por ayuda, clama a Jesús. Nunca es tarde, Pedro ya estaba hundiéndose pero clamó.

31 Al momento, Jesús lo tomó de la mano y le dijo: – ¡Qué poca fe tienes! ¿Por qué dudaste?
Jesús le contestó, como nos contesta a nosotros, tomándonos de la mano y viniendo a nuestro rescate, reprochándole con amor, como lo hace también con nosotros, nuestra falta de confianza, nuestras dudas. Pedro estaba frente a dos situaciones: mirar a Jesús o mirar las olas. Pedro dudó un momento, sólo un momento y eso le estaba costando la vida.

32 En cuanto subieron a la barca, se calmó el viento.
Cuando Jesús está contigo no hay nada que temer. Aquellas cosas que te “atormentan” se irán y te dejarán.

Aplicación


Probablemente en el proceso de formación como discípulo y misionero, en tu camino cristiano, has de encontrarte con situaciones como las que Pedro atravesó, para que hoy nosotros pudiéramos estar aprendiendo desde su experiencia.


Situaciones en las que se te presentarán las dos opciones – mirar a Jesús o mirar la agitación del entorno y fuerzas que se oponen a tu tranquilidad. Recuerda: la batalla se libra en la mente. No estamos diciendo que los problemas van a desaparecer de tu vida porque aún estás en la barca, la diferencia está en que Jesús está contigo.


Tenemos poca fe cuando miramos a dos lados. No puedes mirar a Jesús y al mundo, no puedes hacerlo de ninguna manera. Tienes que dejar tus ojos en Jesús. Sólo así obtendrás la victoria. Entonces, antes de quitar la vista de la mirada de Jesús, pregúntale: ¿Qué debo hacer Señor?

viernes, 11 de abril de 2008

¿Amor o Miedo?

Introducción:
Entre el infierno y el paraíso
Por Pedro Moreno

Para LA NACION

Viernes 11 de abril de 2008 | Publicado en la Edición impresa
Tengo la hipótesis de que las emociones básicas del ser humano son dos: el amor y el miedo. Cada vez estoy más convencido de que esto es cierto, y de que, más aún, todo puede analizarse desde esta óptica.

Ensayaré la relación que puede tener este fenómeno con las creencias y las actitudes.


Podría decirse que hay dos cosmovisiones extremas (e, incluso, que van más allá de ser ateo o tener fe en un Dios).



La primera consiste en pensar que todo lo que sucede está signado por el azar y la casualidad. Concretamente, no se le alcanza a encontrar una finalidad a la existencia. Entretanto, se está permanentemente prevenido ante la posibilidad de que alguna desgracia o mala suerte esté por llegar. La persona tiende a quedar dominada por un cúmulo de miedos, que en realidad es uno solo: el miedo existencial.

Entonces la vida se torna dificultosa e insoportable, con una sensación de eterna inseguridad. Así, con ese miedo, lo más probable es que:

  • Se vea en la naturaleza pura escasez, depredándola a más no poder.
  • Se vea al otro como a un competidor, e incluso como a un enemigo...
  • Se vea la uniformidad como una seguridad, arrastrado a sentir rechazo por la diferencia en todas sus formas...
  • Se vea el trabajo como un mal necesario, adoptando la ley del menor esfuerzo...
  • Se vea el dinero como una gran cosa y se transforme uno en un ambicioso empedernido y consumidor compulsivo...
  • Se vea todo en función de una supuesta conveniencia, con lo que cada día se convierte en algo tan especulativo como angustioso...
En cambio, la cosmovisión opuesta radica en creer que todo está regido por un conjunto de leyes superadoras, aunque mayormente misteriosas. Definitivamente, cada detalle de la existencia cobra sentido, confiando en que las adversidades que pudieran presentarse servirían para crecer. Es más: la incertidumbre que implica vivir se torna atractiva. En ausencia de todo miedo, lo más probable es que:
  • Se vea sólo abundancia en la naturaleza y se la cuide como a la propia casa.
  • Se vea al otro como un hermano o un socio y se ponga en marcha la cooperación.
  • Se vea la riqueza que encierra la diversidad, aprovechándola como corresponde.
  • Se vea con claridad cuáles son los dones propios y se los aplique dichosamente a cumplir con una misión.
  • Se vea el dinero como una simple herramienta y nada más
  • Se vea cada día por vivir como un regalo maravilloso y se agradezca absolutamente todo lo que éste traiga.
Finalmente, imagino que, a medida que todos nos acerquemos a la segunda opción, este mundo se asemejará cada vez más al segundo escenario del milenario cuento "Las cucharas largas". He aquí una versión de ese cuento:
Un curioso quería saber cómo eran el cielo y el infierno. Su obsesión se fue acrecentando, hasta que una noche soñó que alguien lo invitaba a visitar un campo donde había una gran olla repleta de exquisitos manjares. Alrededor de esa olla se encontraba un grupo de personas, todas tristes, delgadas y de mal aspecto. Cuando siguió mirando, comprobó que todas tenían en las manos una cuchara demasiado larga, de manera que nadie podía llevársela a la boca. "Estamos en el infierno", le dijo el guía.

Después, éste le anunció que lo llevaría a conocer el cielo. De repente, el hombre, extrañado, vio que todo parecía ser exactamente igual que antes: las personas con sus largas cucharas y la olla con abundante comida. Sin embargo todos estaban felices, parecían sanos y bien alimentados. Cuando se fijó mejor, observó cuál era la diferencia: allí se daban de comer unos a otros.


El autor es conductor del programa Integrantes (Radio El Mundo).

Desarrollo
Ponte en la presencia del Señor, pídele al Espíritu Santo, que te de discernimiento y busca en el siguiente pasaje, cuál es la frase que se repite dos veces.
Mateo 28:1-20
Aplicación
Expone delante del Señor, cuáles son las causas y azares que generan miedo en ti, que te inmovilizan, que te quitan visión y discernimiento.
Mientras oras, junto a tus hermanos de comunidad, ve declarándote sano/a de cada una de ellas, porque confías en que Jesús está contigo para darte seguridad.
Cuando dudes, cuando temas, cuando creas que no se puede, pregúntale: ¿Qué debo hacer Señor?

miércoles, 9 de abril de 2008

Camino de Emaús

Introducción:
La mayoría de las veces, cuando el corazón es agradecido, nos parece ‘ver’ la presencia de Jesús en nuestras vidas cuando nos va bien, cuando recibimos gracias y bendiciones, cuando nuestras oraciones son contestadas y nuestras expectativas son satisfechas.
Sin embargo, cuando algo no anda bien, cuando no entendemos la situación por la que atravesamos, cuando nos agobia la ansiedad, parece que Dios calla, que Jesús no está con nosotros, que estamos solos.
De esta forma, nuestra vida se vuelve ciclotímica y pasamos de la euforia a la depresión en cuestión de horas. Vivimos pestañeando y perdemos de vista a Jesús, que por más que no ‘lo sintamos’ está siempre a nuestro lado.
Encontramos en la Palabra, un pasaje cargado de simbolismo, que nos enseñan una hermosa lección en ese sentido, con fuerza y actualidad, a través de la situación que vivieron dos discípulos de Jesús, cuando iban camino a Emaús, en tiempo de Pascua, como ahora nosotros.
Estos dos discípulos, no eran apóstoles, como nosotros, no ocupaban lugares de relevancia en la comunidad de Jesús, como nosotros, transitaban el camino, como nosotros, no habían entendido el mensaje del Maestro, como nosotros en muchas oportunidades.
Por eso, reflexionar sobre este pasaje, tiene un valor adicional al intrínseco, tiene el valor de estar aprendiendo de personas como nosotros mismos.
Desarrollo
Ponte en la presencia del Señor, pídele al Espíritu Santo que te ayude a discernir la enseñanza que guarda este pasaje Lucas 24:13-35, y contesta sin apresurarte, las siguientes preguntas:
  1. ¿De dónde venían los discípulos? (v.13) ¿Qué significaba para los judíos ese lugar, desde el punto de vista religioso?
  2. ¿Hacia dónde iban? (v.13) ¿Qué representaba para ellos en su vida cotidiana?
  3. ¿Qué hacían cuando Jesús se les presentó? ¿Qué hizo Jesús? (v.15)
  4. ¿Por qué te parece que sus ojos estaban velados para que no conociesen a Jesús? (v. 16) Ayúdate con este otro versículo: Juan 20:29
  5. ¿Cuál era el estado de ánimo de los discípulos? (v. 17)
  6. ¿Por qué estaban tristes? ¿Qué expectativas tenían? (v. 21)
  7. Como no sucedió lo que esperaban ¿Cómo identificaban a Jesús? ¿Cómo al Mesías? (v. 19)
  8. ¿Habían entendido que Jesús resucitaría? (vs. 22-34)
  9. ¿Cómo los reprende Jesús y porqué? (v. 25)
  10. ¿Qué hizo Jesús a continuación para enseñarles lo que ya habían escuchado y no habían entendido? (v. 27)
  11. Cuando terminó de enseñarles ¿Qué le pidieron los discípulos? (v.29)
  12. ¿Qué hizo Jesús ante el pedido? (v. 29)
  13. ¿Qué representa lo que hizo Jesús en la mesa? (v.30)
  14. ¿Qué ocasionó en los discípulos lo que Jesús hizo en la mesa? (v.31)
  15. ¿Qué les estaba sucediendo mientras escuchaban la Palabra? (v.32)
  16. ¿Cuál fue la acción inmediata de los discípulos después de reconocer a Jesús Resucitado? (vs. 33-35)
Aplicación
Es posible que en tu camino, te toque pasar por situaciones de incertidumbre. Es posible que aunque estés asistiendo a misa, a reuniones de comunidad, que estés aprendiendo de Jesús, te estés formando una imagen errada de Jesús. Es posible que te estés construyendo un Jesús a tu imagen y semejanza.
Si eso sucede, también es muy posible que sufras decepciones y quebrantos, porque tus caminos no son los caminos de Dios.
Jesús nos ha repetido en varias oportunidades, que no debemos esperar a verlo, para creer en él, que no debemos pedir señales, porque no habrá más señales de las que ya hemos conocido Mateo 12:39-40
Cuando pienses en Jesús, cuando hables de Él, cuando converses con Él, se pondrá a tu lado como lo hizo con los discípulos de Emáus.
Que no te venza el desánimo cuando tus expectativas no se vean colmadas rápidamente, porque puedes confundir a Jesús con un mago, puedes subestimarlo, perdiendo tu confianza en Él, tratándolo como un profeta y no como Hijo de Dios.
Tienes la oportunidad de escuchar la Palabra de Dios frecuentemente. Tienes la bendición de pertenecer a una comunidad carismática, donde el Espíritu Santo se mueve con poder, revelando la voluntad de Dios. Cuando escuchas la Palabra ¿te arde el corazón? ¿Sientes la presencia de Jesús vivo y resucitado?
Cuando participas de la Misa, cuando recibes el Cuerpo de Cristo, en el sacramento de la Eucaristía ¿reconoces a Jesús o te estás perdiendo esa oportunidad?
Aprovecha las señales que Jesús te da, su Palabra y su Cuerpo, y te vas a encontrar con el Mesías como los discípulos de Emaús. No busques otra señal, no pidas signos, porque no vas a tener otro que Jesús Resucitado, presente en su Palabra y en los Sacramentos.
Si no es así, si eso no te está pasando, ora, ora mucho, pregúntale a Jesús ¿Qué debo hacer Señor?