viernes, 24 de octubre de 2008

LA LECTIO DIVINA

Introducción:
Un dicho popular expresa ‘Lo que abunda, no daña’, dicho que no se debe aplicar con liviandad cuando ‘lo que abunda’ es conocimiento y mucho menos, si ese conocimiento, refiere a la Palabra de Dios.
Esta aseveración que parece un contrasentido, tiene su base en la observación de muchos hermanos, que han recibido con tanta abundancia, el Agua Viva, que parecen haberse anegado de tal forma, que por más que lluevan prédicas, reflexiones o enseñanzas, estas no producen ningún cambio en su vida. En un ejemplo muy grosero, pero muy gráfico, parecen aquellos cocineros que de tanto probar manjares exquisitos, han perdido el placer de disfrutar de una buena comida.
Como Discípulos de Cristo, debemos estar prevenidos y atentos para que esto no nos suceda. Para ello, vamos a compartir sobre un instrumento que el Concilio El Vaticano II propuso como una forma privilegiada de contacto continuo y orante con la Sagrada Escritura no sólo para los sacerdotes o los religiosos, sino para todos los laicos: la Lectio Divina


La Lectio Divina no es un simple método de lectura de la Sagrada Escritura, sino una forma de encuentro con Dios de la mano de la Biblia misma. Parte de la convicción de que a través de la Escritura Dios mismo nos sale al encuentro y de que las palabras escritas allí se dirigen precisamente a nosotros en medio de los gozos, anhelos, esperanzas o desilusiones del momento personal o social en que nos encontremos.
Desarrollo
1. STATIO. Preparación.
Disponer el cuerpo y el espíritu. Postura y compostura. Cesar en la ocupación o en la acción en que se estaba. Buscar el sitio. Pedir ayuda a Dios.
• Tomo con amor el Libro. Lo pongo entre mis manos como si fuera un tesoro. Lo levanto a los labios. Lo beso. El cuerpo, en contacto directo con el Libro, dice: aquí estoy.
• Con el corazón limpio y con humildad, invoco al Espíritu Santo; pido que se haga presente con sus dones (entendimiento, sabiduría, consejo...).
2. LECTIO. Lectura.

Lectura reposada, sin prisas. Atenta al contexto, a las referencias, a los textos paralelos. Lectura repetida, intentando comprender todos los matices de lo que se va leyendo. Buscando captar el significado.
• Acaricio con la vista todas las palabras. Poso la mirada con amor en cada una de las frases. Me detengo en cada rincón del texto. Leo. Releo. Subrayo o escribo una palabra.
• Sugerencia 1ª: preguntas elementales al leer: ¿qué dice el texto? ¿quiénes son los protagonistas? ¿qué hacen? ¿quién habla? ¿a quién habla? ¿qué hecho o expresión parece fundamental?
• Sugerencia 2ª: técnicas elementales que se pueden utilizar
- memorizar el texto; guardarlo en el corazón, en todo o en parte;
- escribir el texto; con mimo, como los copistas o miniaturistas;
- comparar distintas versiones (con alguna otra Biblia);
- leer no sólo con la mente, sino con los labios: en alto, bajito, susurrando, proclamando...
3. MEDITATIO. Meditación.

A la lectura atenta sigue la meditación reposada. Las palabras leídas se guardan ahora en el corazón para que sean iluminadas por el Espíritu. Para llegar a conectar ahora con el mensaje central o global de la Palabra. Con el núcleo del mensaje bíblico.
• Recojo las palabras o hechos que más me han llamado la atención: ¿qué significan para mi? ¿por qué me impactan?
• Interiorizo o rumio estas palabras o hechos; desde la mente pasan al corazón y toman asiento en él: ¿qué siento yo? ¿cómo me siento yo?
• Veo mi vida y la vida, mi historia y la historia, a la luz de esa Palabra: ¿qué me sugiere? ¿qué ilumina? ¿qué reclama de mi?
4. ORATIO. Oración.

De la meditación brota la oración. De la acogida, el diálogo como respuesta al Señor que ha hablado
• He meditado el texto. Ahora el texto que se me ha dado lo hago oración. Y toma cuerpo: pido perdón, o suplico e intercedo, o alabo y doy gracias, o me ofrezco y entrego...
5. CONTEMPLATIO. Contemplación.

La oración desemboca en la contemplación. La atención y la mirada pasa ahora de la Palabra leída, meditada y orada a Aquel que me habla.
• Dejo de discurrir con la cabeza. Dejo de hablar con el corazón. Doy espacio al Espíritu para que en mí adore, alabe y glorifique... Pongo toda mi vida abierta a la Palabra. Me inunda. Me empapa. Enmudezco o canto. Me postro o danzo. Adoro. Lloro. Me asombro. Ahí voy siendo revestido de Jesús, configurado con El; voy siendo hecho creatura nueva...
6. DISCRETIO. Discernimiento.

Este paso se va dando a lo largo de todo el proceso de lectura, escucha, meditación, contemplación. Discernimiento. Elegir según Cristo, como Cristo. Concretar la voluntad de Dios.
• Ahora recojo, como luz y fuerza, aquello que he visto con más claridad y en qué dirección me empuja. Como respuesta a lo que Dios quiere de mí, aquí y ahora; a lo que el Espíritu, a través de esta Palabra, pide hoy de mí, en la situación concreta que vivo.
7. COLLATIO. Intercomunicación.

A la hora de responder a la Palabra se puede compartir con otros, con los hermanos o hermanas. Cabe la posibilidad de “la lectio” personal y comunitaria. Los primeros pasos de la “lectio” se pueden hacer en privado, haciendo la lectura de un mismo texto... Luego vendría el reunirse en asamblea.
• Aporto los ecos que la Palabra ha suscitado en mí. En clima oracional. Sin disquisiciones o disertaciones. Como intercambio de experiencias y vivencias (llevarlo escrito puede ayudar).
8. ACTIO. Respuesta.

La Palabra, escuchada desde la fe y con fe, hace que, poco a poco, Cristo mismo nos vaya conformando a su imagen y semejanza.
Cuando la Palabra nos habita, también nos habilita para llegar a ser palabra, signo, expresión del amor y de la comunicación de Dios.
La Palabra nos va agarrando por dentro. Leída, meditada, orada y contemplada nos va empujando y nos lleva a conectar continuamente con la realidad de cada día para ser vivida, testimoniada, anunciada.

• Ofrezco, en el día a día, a los demás el agua viva que a mi me va transformando; mi propia vida como anuncio, con obras y palabras.

Los textos fueron tomados de:

Iniciación En La Vida Misionera (Manual Del Novicio Claretiano)

Aplicación
Ejercicio:

Hagamos el ejercicio de la Lectio Divina con el siguiente pasaje: ‘De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros.’ Juan 13:35
La Palabra de Dios, si bien nos ha sido dada por gracia, no es un regalo, es un compromiso. El propio Señor Jesucristo, el Verbo, se hizo carne, es decir pasó de lo ‘lógico’ a lo ‘físico’, de la reflexión a la acción. Tan es así, que algunos comentaristas bíblicos afirman, que la Enseñanza de Jesús, no fue Ortodoxia (mediante la doctrina) sino que fue Ortopraxis (mediante la práctica)
Si te está llegando la Palabra y no arde tu corazón, si no sientes que nada cambia en ti, si la Palabra no es energía que se transforma en conversión y en acción, si rebota en tus oídos y no llega a tu corazón, pregúntale con confianza ¿Qué debo hacer Señor?

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