¿Por qué es importante confiar en el Espíritu Santo?
Ante esta pregunta seguramente habrá muchas respuestas
válidas, vayamos por una de ellas.
Es importante confiar en el Espíritu Santo porque es Dios y ante
cualquier curso de acción es seguro ser dócil a su inspiración y propuesta.
Como estoy seguro que Dios me ama y quiere lo mejor para mí,
entonces puedo confiar tranquilamente que elegirá la mejor alternativa para mi
bien, entonces, aún si no estuviera cuestionándome desde el punto de vista
espiritual, igual convendría a mi calidad de vida.
Si hasta acá estamos de acuerdo, avancemos entonces a una
segunda cuestión ¿cómo estar seguro que este pensamiento, discurso, argumento,
moción, es del Espíritu Santo?
Entre los carismas
que el ES regala, está el “discernimiento”, en algunas traducciones “reconocimiento de lo que viene del buen o
del mal espíritu” (1 Cor.12-10).
Ensayando una definición escueta: En la tradición del
desierto «el discernimiento es una segura percepción de la voluntad de Dios en
todas las ocasiones, en todo lugar y en cualquier circunstancia[i]
El discernimiento espiritual comprende la distinción de los
movimientos del buen y del mal espíritu, así como el entender sus tácticas y
estrategias.
¿Cómo ejercitar ese don recibido?
En esta breve aproximación, tomaremos una de las ricas
herencias que nos han legado nuestros padres en la fe, Reglas De Discernimiento
Del Espíritu De San Ignacio De Loyola.
La primera. Propio es de Dios y de sus ángeles, en
sus mociones, dar verdadera alegría y gozo espiritual, quitando toda tristeza y
turbación que el enemigo induce.
La segunda. Sólo es de Dios nuestro Señor dar
consolación al alma sin causa precedente.
La tercera. Tanto el ángel bueno como el malo, pueden
consolar. Con distintos fines: el buen ángel para provecho del alma, para que
crezca y suba de bien en mejor; y el mal ángel para traer al alma a su torcida
intención y malicia.
La cuarta. Es intención del ángel malo, engañar al
alma, trayendo pensamientos que el alma percibe como buenos y santos, y después
poco a poco llevarla a sus verdaderas intenciones encubiertas y perversas
intenciones.
La quinta. Debemos cuidar mucho el discurso de los
pensamientos; si el principio, medio y fin es todo bueno, inclinado a todo bien,
es señal del buen ángel; empero si en el discurso de los pensamientos que trae,
acaba en alguna cosa mala, o menos buena que la que el alma tenía antes, o la
enflaquece o inquieta o conturba quitándole su paz, tranquilidad y quietud que
antes tenía, es proceder de mal espíritu.
La sexta: Si el alma se diera cuenta del engaño,
entonces el mal espíritu le recordará los beneficios que le propuso antes
(cuarta regla)
La séptima. A quien va bien en la vida, el buen
espíritu le da alegría y gozo espiritual, le quita toda tristeza y turbación
enemiga. Así, estas mociones entrarán en su vida como gotas de agua en esponja.
En cambio, a esta persona, el mal espíritu lo entristecerá, desanimará y
turbará. Al que va bien en la vida, el mal espíritu le presentará los
obstáculos como insuperables, los ideales como irrealizables, aun con ruido
estridente como gota de agua que choca sobre piedra
La octava. Cuando la consolación es de Dios nuestro
Señor, la persona debe vigilar y poner mucha atención, porque muchas veces transcurrido
un tiempo, por consecuencias de los propios hábitos y rutinas, de los conceptos
y juicios, o por el buen espíritu, o por el malo, se puede dar lugar a nuevos
propósitos y pareceres que no son dados por Dios nuestro Señor; y, por tanto, deber
ser muy bien examinados; y, antes que se les dé entero crédito ni que se pongan
en efecto.
Al decir de Ismael Bárcenas Orozco, las mociones son
sugerencias e impulsos internos que incitan a que hagamos algo o dejemos de
hacerlo. Toda moción suele incluir un estado de ánimo y un discurso. Agrupando,
se distinguen dos tipos de estados de ánimo: Uno lleva a sentirse bien,
tranquilo, alegre, en paz y en armonía. Otro lleva a sentirse mal,
inquieto, triste, turbado y en desarmonía.
Otra dificultad en el discernimiento de espíritus consiste
en que, primero, es necesario hacer un juicio sobre la situación existencial
en que nos encontramos. Hay que preguntarse: ¿Mi vida sigue un curso
positivo?, ¿Voy creciendo y subiendo a pesar de tropiezos eventuales? ¿O mi
vida sigue un curso negativo? ¿En qué se me está yendo la vida? ¿Qué estoy
haciendo de mí mismo? ¿Qué quiero hacer de mí en delante?
Algo muy importante a distinguir en la lógica de estrategias
y movimientos espirituales es que, al buen espíritu, le gusta que el ser
humano vaya existencialmente avanzando. En cambio, el mal espíritu
intentará que retroceda. La misma estrategia se muestra en el caso de quien
va existencialmente cayendo. En este caso, las tácticas de los espíritus se
invierten. Al que va en decadencia, el mal espíritu le presenta el camino
lleno de distracciones, falsos placeres y le dará palmadas en el hombro. A ese
mismo, el buen espíritu podría atacarlo con medios terribles, punzando y
mordiendo.[ii]
Confiar en el Espíritu Santo nos facilitará apropiarnos de
sus regalos, entre ellos del discernimiento, ejercitar este carisma nos
acercará más a Él, nos dispondrá con docilidad a sus mociones y aumentará
nuestra confianza en Él, el círculo virtuoso será perfecto.
Después de enseñarnos el Padre Nuestro, el Señor nos
prometió: “…el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se
lo pidan” (Luc. 11-13)
¿Desaprovecharemos la oportunidad?
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