domingo, 17 de marzo de 2013

La alegría de servir



Una de las tantas bendiciones que se reciben al pertenecer a una comunidad católica, y en especial, una carismática, es la de tener la oportunidad de servir. Porque la esencia de la comunidad se manifiesta en servicio.

En efecto, el fruto de los carismas es el servicio: “… el mismo Espíritu Santo no sólo santifica y dirige el Pueblo de Dios mediante los sacramentos y los misterios y le adorna con virtudes, sino que también distribuye gracias especiales entre los fieles de cualquier condición, distribuyendo a cada uno según quiere (1 Co 12,11) sus dones, con los que les hace aptos y prontos para ejercer las diversas obras y deberes que sean útiles para la renovación y la mayor edificación de la Iglesia, según aquellas palabras: «A cada uno... se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad» (1 Co 12,7). Estos carismas, tanto los extraordinarios como los más comunes y difundidos, deben ser recibidos con gratitud y consuelo, porque son muy adecuados y útiles a las necesidades de la Iglesia.” (LG 12)

Algunas personas se angustian y entristecen creyendo que no han recibido ningún don especial porque, equivocadamente, piensan en habilidades extraordinarias, cuando en realidad lo extraordinario es lo que se puede lograr haciendo la voluntad del Padre con nuestras propias habilidades, con un corazón dócil y disponibilidad de acción en respuesta a las mociones del Espíritu Santo.

Todos tenemos distintos carismas, pero algunos  de estos carismas, nos son comunes a todos.

Uno de ellos, es el de anunciar. Algunos tendrán la capacidad dialéctica del apóstol Pablo, y podrán generar apasionados discursos ante las tribunas más exigentes. Otros,  los más, tendremos la misma capacidad de Andrés, que con la sencilla frase "Hemos encontrado al Mesías" evangelizó a nuestro primer Papa, el apóstol Pedro. (Juan 1:41-42).

Otro carisma que todos tenemos, es el de acoger, el de recibir con amor a aquellos hermanos con los que nos vamos cruzando en el camino, y que atraídos por Jesús, se acercan a nuestras parroquias, a nuestros grupos y comunidades. Si podemos transmitir con un apretón de manos, un beso, una sonrisa, unas palabras de bienvenida y de sincero interés por el que llega, tenemos un carisma a desarrollar.

Jesús recibe a quienes se acercan, en la Eucaristía, a través de su Palabra, pero necesita que le prestemos nuestras manos, que hablemos para que pueda poner su mensaje en nuestros labios, de nuestros ademanes, para que le podamos decir a los nuevos, “es por acá”

Estas tareas no tienen época, se hacen a tiempo y destiempo, pero en estos próximos días, se genera un ambiente especial. En Semana Santa, la creación toda, se  vuelve más sensible a las manifestaciones del Espíritu.

Por lo tanto debemos estar atentos, para aprovechar esta conjunción de oportunidades y apropiarnos de una bendición que nada mal nos viene, la alegría.

"Dormía y soñaba que la vida era alegría, desperté y vi que la vida era servicio, serví y vi que el servicio era alegría."  (Rabindranath Tagore)