sábado, 25 de junio de 2011

El que canta ora dos veces

En la carta de Pablo a los colosenses, les exhorta: Canten a Dios con gratitud y de todo corazón salmos, himnos y cantos inspirados. Col. 3:16 b

En nuestras comunidades, utilizamos los cantos y la música de alabanza al Señor como un modo de dar gracias y alabarle por Quién es y por lo Qué es. También como una forma de invitarlo a la reunión, ofreciéndole ‘sacrificios de alabanza’ (Salmo 116:17), y creyendo que Él reina en medio de la alabanza de su pueblo.

También vivimos lo que decimos cuando cantamos: ‘Alabar a Dios cuando las cosas te salen bien, que bueno es! Alabar a Dios cuando en la vida no hay problemas, que cosa buena! Pero yo te alabo en medio del quebranto y mi Cristo Santo se glorifica dentro de mí’

Nuestro canto de alabanza en la comunidad, no es un simple ritual, ni lo hacemos porque toca, porque está dentro del programa de la reunión. Es un modo de oración que pretende ser tan perfecta, como lo era para el Rey David, despojándonos de todo prejuicio y de todo discurso, como él lo hizo vistiendo únicamente un efod. (II Samuel 6:14)

 En el párrafo 1156 de nuestro catecismo, encontramos la frase del título, atribuida a San Agustín. En su comentario sobre el Salmo 73 (72), San Agustín escribió: "Pues aquel que canta alabanzas, no solo alaba, sino que también alaba con alegría; aquel que canta alabanzas, no solo canta, sino que también ama a quien le canta. En la alabanza hay una proclamación de reconocimiento, en la canción del amante hay amor..."

De ahí la importancia que tienen no sólo la elección y la preparación de los temas, sino la unción y la contemplación que tenemos que dedicarle.

Dejar de participar de la alabanza es como dejar de orar. Repetir las canciones ‘sin vivirlas’ es como recitar el Padre Nuestro, sin pensarlo.

El motivo principal de los cánticos, no es el de alegrarnos nosotros, sino que es,  el de alegrar el corazón de nuestro Padre.  Por eso si sabemos la letra, que cada palabra que pronunciemos sea una ofrenda de incienso y si no la sabemos, que sea nuestro corazón quien cante mientras el Espíritu nos va inspirando y el balbuceo va fluyendo.

Al contrario de lo que sucede en la música y cánticos litúrgicos, donde se debe conservar una armonía acorde a la solemnidad de la celebración,  en el canto en comunidad,  no canta sólo el que sabe o el que tiene buena voz o buen oído. Lo hace todo aquel que siente la necesidad de dar gracias, de decirle a papito Dios cuánto lo ama.

Procuremos siempre que nuestros cantos de comunidad sean inspirados. Que sean una oportunidad de orar. Que nos conduzcan al Lugar Santísimo, mientras acompañamos el arca que pasa en medio del pueblo. Que no se conviertan en una musiquita de fondo, que tarareamos porque ‘se nos pegó’, que sean realmente una oportunidad más para abrir nuestro corazón al Señor y decirle cuánto le amamos.

sábado, 18 de junio de 2011

Cómo elegir el tema de la reunión

Qué bien que nos cae la recomendación que Pablo les hace a los corintios: Así, ya que ustedes ambicionan tanto los dones espirituales, procuren abundar en aquellos que sirven para edificación de la comunidad. 1 Cor 14:12

Y un poco más adelante en la carta, en el versículo 19 nos dice: … cuando estoy en la asamblea prefiero decir cinco palabras inteligibles, para instruir a los demás, que diez mil en un lenguaje incomprensible.

Sabemos que Pablo se está refiriendo al don de lenguas y al de profecía, aun así podemos sacar de sus recomendaciones una aplicación práctica a ser considerada en nuestras reuniones de comunidad.

Algunos hermanos, han aceptado el desafío de organizar grupos de oración, entre sus amigos, conocidos y familiares. Otros en cambio, aunque motivados, aún siguen viéndose a sí mismos como carentes de competencias para hacerlo. Y en ese pensamiento, influye con mucho peso, el no sentirse capaces de desarrollar un tema en la reunión.

En uno y otro caso – los lanzados y los tímidos – es importante tener en cuenta algunos principios básicos.

Sólo aquello que proviene del Espíritu Santo, sirve para la edificación de la comunidad. Por lo tanto, nuestra preocupación al elegir el tema, debe concentrarse más, en tratar de captar las mociones del Espíritu, que en la preparación de un elaborado discurso. Tenemos que estar pensando más en las cinco palabras inteligibles que en las diez mil que nadie va a entender.

Si viene del Espíritu, siempre es para edificación. Es decir al final de la reflexión, tiene que haber una aplicación práctica en la vida de quienes participamos de la reunión. Pero más aún, estar seguros que quienes presentemos el tema, vamos a poder aplicarlo a nuestras propias vidas, de otra forma, carecerá de toda autoridad.

No quiere decir que ya lo logramos, pero como mínimo, debemos tener presente la necesidad de cambio en nuestra vida y el firme propósito de llevarlo adelante.

Cuando estamos pidiéndole al Espíritu que nos dé inspiración, debemos concentrarnos en:
·         Lo que nos parece  que Jesús quiere decirnos en esa reunión.
·         Lo que nos parece que necesitamos escuchar de Jesús, quienes vamos a asistir.

El tiempo litúrgico nos va indicando las pautas, de lo que Jesús quiere enseñarnos. Si estamos en Pentecostés, toda la Iglesia estará  pidiendo la efusión del Espíritu y si estamos en Cuaresma estaremos en un profundo examen de conciencia.

La oración en comunidad, así como el conocimiento de la vida cotidiana de nuestros hermanos,  contrastada con la vida cristiana a la que nos hemos comprometido, nos darán una pauta de las necesidades de los hermanos que han de asistir a la reunión.

Pero debemos estar seguros que cuando vayamos a exponer el  asunto, podremos callarnos nosotros y que sea el propio Espíritu quien se esté revelando. De otra forma caeríamos en el riesgo de querer hacer llegar a la audiencia nuestro propio juicio de valor o de conducta.

Por ejemplo, si vemos a hermanos, que pudiendo hacerlo, se pierden la bendición de servir, tenemos la oportunidad de pedirle al Espíritu que nos inspire a elegir el texto que les haga ver lo que está pasando con ellos. Pero nunca apoyarnos en el texto para hacerles saber que cuando ellos no sirven, recargan a sus hermanos.

Siguiendo el ejemplo y tomando el texto:  2Co 8:7 Y ustedes que sobresalen en todo: en dones de fe, de palabra y de conocimiento, en entusiasmo, sin hablar del amor que me profesan, traten de sobresalir también en esta obra de generosidad. Podemos explicar que la generosidad no se manifiesta sólo en metálico, sino en dar de nuestro tiempo, de nuestro esfuerzo, de aquellas cosas que menos nos gusta hacer, como trapear un piso. Plantar la semilla para que el Espíritu la riegue.

Una vez elegido el texto o el tema a tratar, no debemos improvisar ni interpretar. No podemos exponer algo que se oponga al Magisterio de nuestra Iglesia, por más iluminados que nos sintamos en ese momento. Los católicos tenemos la riqueza de dos mil años de tradición. Riqueza que se nos comparte desde las prédicas de nuestro pastor o están contenidas en nuestro catecismo. Ante la mínima duda de controversia con una u otra fuente, mejor lo dejamos para cuando las cosas estén más claras.

Evitar llover sobre mojado. La reiteración no edifica. Hay temas que son best-sellers y cuando estamos con poco tiempo, recurrimos a ellos para ‘salir del paso’. Si debemos recurrir a ellos, busquemos una enseñanza nueva, una aproximación desde otro ángulo de reflexión. De otra forma nuestro auditorio perderá la concentración y nosotros una oportunidad.

Hay muchos y buenos libros y artículos, que tratan de este tema. Podemos recurrir a ellos en la medida que lo que aprendamos, luego lo utilicemos.

Estos principios básicos, que por básicos a veces dejamos de lado, deben ser tenidos en cuenta cuando nuestro auditorio es una comunidad, como cuando es una sola persona. Recordemos que el encuentro de Jesús con la samaritana convirtió a todo un pueblo por el testimonio que ella les transmitió.

Permítasenos  parafrasear  al apóstol:   Por otra parte, si al reunirse la comunidad,  se ponen a hablar en un lenguaje que ni ustedes entienden  y entran algunos que no están iniciados o no son creyentes, seguramente pensarán que ustedes están locos.  En cambio, si hablan de parte de Dios y entra alguno de esos hombres,  podrán convertirlo y hacerle caer en cuenta. Así quedarán manifiestos los secretos de su corazón, y él, cayendo de rodillas, adorará a Dios y proclamará que Dios está realmente entre ustedes. Al fin de cuentas, ese es el propósito de Jesús para sus discípulos.

sábado, 4 de junio de 2011

Aquél día no me harán más preguntas

El objetivo de la reunión de hoy, será reflexionar acerca de cómo poder apropiarnos de una de las promesas más ricas, que Jesús nos dejó. Lo haremos en base al texto Juan 16:23-27

Considerando que el análisis del texto puede tener varias aproximaciones, preferimos en esta oportunidad, tomar como referencia, la opinión autorizada del comentario de la biblia Nácar-Colunga.
La revelación más clara (v.23-25). — La primera promesa que les hace Cristo a los apóstoles es que será “en aquel día.” La frase es de tipo profético, y se refiere a un período (Hechos 2:17, etc.). Este se inaugura en Pentecostés. No se refiere a los cuarenta días en que, después de resucitado, les habló del reino (Hechos c.3; Jn 21:12). Es todo el período que comienza en Pentecostés, para continuarse indefinidamente.
            Muchas veces tuvo que hablar en forma figurada, en “parábolas”; traducción del hebreo mashal, que es todo tipo de lenguaje figurado o sapiencial. La grandeza del tema y la rudeza de ellos hizo a Cristo utilizar este sistema pedagógico. Pero “en aquel día” ya les hablará claramente del Padre. El Espíritu Santo, que les enviará, les iluminará de tal manera que no necesitarán preguntarle nada, porque estarán suficientemente ilustrados, por las luces del Espíritu, para conocer óptimamente al Padre. Se cumple así lo del profeta: “Vienen días. en que no tendrán que enseñarse unos a otros, diciendo: “Conoced a Yahvé,” sino que todos me conocerán, desde los pequeños hasta los grandes” (Jeremías 31:31-34) .
            El tema de las “parábolas” — mashal — planteado por los sinópticos (Mt c.13 par.) es un problema aún en estudio, pero debe de responder, especialmente, a la dificultad del contenido doctrinal; entonces, su claridad y comprensión espera el “envío” del Espíritu Santo por Cristo en Pentecostés.
            El poder de su oración en “aquel día” (v.23b.24.26). — Cristo les invita también, en “aquel día” (v.26), el período antes citado, a que pidan al Padre en “su nombre.” Han de rogar al Padre por la fe en Cristo, el Hijo de Dios encarnado. Hasta ahora ellos sabían el gran poder intercesor de Cristo (Jn 11:22). Pero no lo habían puesto a Él como intercesor, no habían pedido en su “nombre” de Hijo de Dios encarnado.
            Pero Él les garantiza el éxito de su oración así hecha al Padre de lo “que pidiereis.”
La misma conclusión de esta enseñanza: que pidan en su nombre “para que vuestro gozo sea cumplido,” hace ver que esta oración será escuchada dentro de la finalidad que aquí se establece: “para que su gozo sea cumplido.” ¿Cuál es éste? Pero si, “en aquel día,” ya iluminados por el nuevo estado de cosas, tendrán el gozo cumplido al ser escuchados por pedir en el “nombre” de Cristo, supone esto que lo que piden los apóstoles está en consonancia con este nuevo estado de cosas y con el Espíritu que entonces los moverá en su actuación.
            Y como nueva garantía, les dice que no necesitarán que El “ruegue” por ellos ante el Padre. No es que niegue la necesidad de su intercesión (Jn 15:5; Heb 7:25), sino que lo que les quiere destacar es la confianza y seguridad, siempre,  con que deben hacer esta oración en su “nombre,” pues deben saber que ya el Padre los “amó,” porque han creído en que El “ha salido  de Dios.”
            Esto fue la enseñanza de Cristo en el intento del evangelista. Pero ¿cuál fue la comprensión entonces de los apóstoles? “Ahora” dicen que habla claramente y no en “parábolas.” Aunque este pasaje, con su enfático “ahora,” pudiera pertenecer a otra situación cronológica, el problema de la comprensión en nada cambia. ¿Habrían podido comprender entonces la altura de este misterio? Es verdad que hay grados en ello. Pero algo les impresionó, hasta el punto de creer que habían penetrado el misterio. Mas esta plenitud de inteligencia estaba prometida para más tarde, para la gran iluminación que comenzaría en Pentecostés.