sábado, 27 de noviembre de 2010

Prepara el camino

La vida cristiana es un ciclo continuo que nunca se interrumpe, porque siempre está recomenzando, y así cuando cerramos la carpeta de este año, ya tenemos en nuestras manos, la primera hoja en blanco del próximo. Hoja en blanco que nos recuerda que tenemos por delante un año pleno de desafíos y 365 oportunidades de servir a Cristo. Hoja en blanco que como toda gran empresa que se inicia, requiere reflexión.

Empecemos a escribir en esa hoja, consolidando las enseñanzas que hemos recibido durante este año, basándonos en ellas, para que nos sirvan de fundamento sobre el que construir el nuevo conocimiento, en cuanto orto praxis,  que habremos de adquirir.

La sabiduría de nuestra madre Iglesia, nos propone para iniciar el año litúrgico un tema con el que nos enseña, a que todo lo que comencemos en el nombre del Señor, tenga por principio, el Adviento, es decir el anuncio de su venida, la primera, la actual y la tercera.

Así comienza el ministerio de Jesús, con Juan Bautista como precursor, como la ‘voz que clama’, anunciando ni más ni menos lo que Dios padre ya le había encargado a Isaías casi ochocientos años atrás. Isaías 40:1-11

Si bien Juan fue bastante duro con sus contemporáneos, la Misericordia de Papito Dios, en la profecía, comienza con una exhortación amorosa: ¡Consuelen, consuelen a mi Pueblo, dice su Dios!

He ahí la explicación del porqué en la noche de Navidad, creyentes y ateos, santos y pecadores, se sienten invadidos de una profunda paz, que no se explica, al punto de parar el cañón, al punto de hacer que la gente se confunda en un abrazo, cargado de sentimientos que no le son suyos. Es que el Espíritu de Dios, está invadiéndolo todo de consuelo divino.

Y continúa diciendo: Hablen al corazón de Jerusalén y anúncienle que su tiempo de servicio se ha cumplido, es decir díganle a mi pueblo, a todos mis hijitos amados, que ya su corazón no tiene que sufrir más padecimientos, que el tiempo en el cual no me conocieron, en el que se alejaron de Mí y estuvieron ausentes, se terminó.

La siguiente orden no se hace esperar, ‘preparen un camino en el desierto’, donde todo es aridez, donde no hay esperanza de vida, donde la sed duele y el sol mata en lugar de alimentar, nos dice que aún en el ambiente más adverso de todos, preparemos las condiciones para que Jesús pueda pasar y llegar hasta cada uno de sus hermanos.

Pero no lo hagan en la carne, porque Toda carne es hierba y toda su consistencia, como la flor de los campos. Háganlo teniendo en cuenta que la palabra de nuestro Dios permanece para siempre, y de ella fluye su Espíritu, que es quien comunica vida.

No tengan miedo, ni se escondan, porque lo que están comunicando es lo que mi pueblo está esperando. Súbete a una montaña elevada, tú que llevas la buena noticia a Sión; levanta con fuerza tu voz, tú que llevas la buena noticia a Jerusalén. Levántala sin temor

Repasemos hasta aquí:

Consuelen:
Muchas veces nos olvidamos de esta exhortación y nos pensamos que lo que nosotros tenemos que hacer es advertir, reprender, ponerlo al otro en situación de reo y amonestarlo por todos sus pecados. Sin embargo los que Dios quiere que escuche es una palabra de aliento. Descanso y alivio de la pena, molestia o fatiga que aflige y oprime el ánimo, gozo, alegría (según la RAE)

Hablen al corazón:
Es decir lo que ya Pablo nos enseñó: Nosotros no hablamos de estas cosas con palabras aprendidas de la sabiduría humana, sino con el lenguaje que el Espíritu de Dios nos ha enseñado, expresando en términos espirituales las realidades del Espíritu. 1Co 2:13

Nuestro anuncio no va dirigido a convencer, sino a conmover. Por lo tanto, no tenemos que estudiar nada de memoria. No tenemos que ir con la Biblia debajo del brazo. Nuestro anuncio es de corazón a corazón, y si recordamos todas las bendiciones y el cariño que hemos recibido de Papito Dios, no necesitamos más nada porque de la ‘abundancia del corazón habla la boca’.

Preparen el camino
Para los que ya estamos en ‘el camino’, no hay duda de que esta directiva quiere recordarnos, que busquemos la santidad, para que el lugar por donde pase Jesús, sea digno del Rey de Reyes y Señor de Señores.

Pero para aquellos que están al costado, que todavía no se han decidido, por dudar que exigencias les puede plantear o porque no están convencidos de adónde los ha de llevar, se trata de facilitar a que Jesús pueda llegar hasta ellos.

Por lo tanto, colaboremos, quitemos todo obstáculo que les pueda entorpecer, para tener un encuentro con Cristo. No les impongamos cargas que a nosotros mismo, nos cuesta llevar. Si no pueden o no quieren asistir a la Misa, invitémosle a la reunión de comunidad, y si no están dispuestos a moverse de sus casas, ofrezcámosle nuestra visita.

Papito Dios, dice a través de Oseas (11:4) que nos ha atraído con ‘lazos de amor’, no queramos ser nosotros, quienes innovemos en este sentido. Dejemos que una vez que conozcan a Jesús, su amor demoledor les permita experimentar la presencia del Espíritu Santo en sus vidas, y sea él quien les convenza de pecado.

No pretendamos acusar ni generar temor, porque el apóstol Juan nos enseñó: En el amor no hay lugar para el temor: al contrario, el amor perfecto elimina el temor, porque el temor supone un castigo, y el que teme no ha llegado a la plenitud del amor. 1Jn 4:18

Haz oír tu voz
Por último, no nos avergoncemos ni retraigamos, en ninguna tribuna, coloquio o reunión. Lo que nosotros llevamos no es ni más ni menos que ‘la buena noticia’, ¿quién puede hacernos callar? No hay argumento social, político, intelectual, que por bueno o bien intencionado que sea, por popular y apreciado que sea, pueda someterla, por una sencilla razón, que todos ellos vienen del hombre, mientras que ella viene de Dios.

Hermanos, terminemos el año, comenzando. Comencemos un nuevo capítulo de nuestra vida, anunciando.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Evaluando nuestra comunidad en el Espíritu

Finalizando el año litúrgico, se nos plantea la necesidad de evaluar nuestra comunidad y de evaluarnos en comunidad. Como todos los temas que en este ámbito nos ocupan, trataremos de iluminarlo a la Luz de la Palabra.

Yendo a la Palabra, encontramos en el último Libro, El Apocalipsis, el libro de de las Revelaciones, una invitación a revisarnos como comunidad cristiana, a mirarnos como pensamos que Jesús nos puede ver, con una mirada crítica a la vez que amorosa y esperanzadora.

Quiso el Espíritu que hoy tuviésemos la oportunidad de leer las siete cartas a las iglesias de Asia (2,1-3,22) y servirnos de ellas como pautas de evaluación, facilitándosenos la pregunta ¿Se parece mi comunidad a alguna de estas iglesias?

La extensión y la riqueza simbólica de cada una de estas cartas, nos imposibilitan el análisis profundo del contexto histórico y las motivaciones de la profecía de Juan, sin restarle mérito ni sustancia, saquemos una foto, que nos sirva de modelo.

El cuerpo de las cartas contiene alabanzas y censuras, advertencias y exhortaciones; suele comenzar con las palabras «conozco (tus obras)», para recordar que a la mirada penetrante del Señor glorificado no se oculta nada que se relacione con la situación de las comunidades. Cuando el conjunto de la vida religiosa marcha en orden, se tiene ante todo, la alabanza y el reconocimiento y sólo en segundo lugar vienen los reproches que sea del caso hacer.
Las cartas terminan con una invitación, siempre igual, a escuchar el mensaje, y con una promesa para los vencedores, expresada en diferentes metáforas.

Como pautas generales de evaluación, tenemos que tener en cuenta:
1.     ‘Esto dice el Espíritu’ – Toda evaluación que hagamos de nuestra vida cristiana, debe ser discernida con la asistencia del Espíritu. No es lo que yo humanamente pienso, sino lo que el Espíritu me revele. No se trata de que sean mis emociones, ni mis sentimientos ni mi estado de ánimo las que evalúen.
2.     El enfoque es comunitario, no es personal. Nos estamos evaluando como cuerpo y no individualmente, no estamos en Cuaresma. Es decir, a la preguntas:
·         ¿Cómo está hoy mi vida espiritual? ¿Cuánto he crecido este año? ¿Cómo es mi relación con Cristo? ¿He sanado física y psicológicamente? Debemos sustituirlas por:
·         Mi comunidad: ¿Me ha posibilitado mi desarrollo espiritual? ¿He tenido la posibilidad de tratar asuntos que necesitaban destrabarse en mi desarrollo, espiritual, personal, de servicio? ¿He sido motivado y favorecido para tener encuentros personales con Cristo? Si el ambiente fue favorable ¿Qué impidió que lo aprovechara? ¿Cómo es la salud de mi comunidad? Sobre temas polémicos ¿me ha dado mi comunidad la visión del Cuerpo Místico de Cristo, su Iglesia? ¿El año que viene estará sana y fuerte?
3.     Estaremos en una mejor situación, si nosotros nos auto criticamos y el Señor nos alaba, que si nosotros nos alabamos y el Señor nos critica.

Miremos ahora la foto de las siete iglesias:

Éfeso debe permitir que se le haga un severo reproche, por haber decaído de su caridad primitiva. No se trata aquí del entusiasmo que la animaba en los primeros años de su existencia, sino del amor profundo, incondicional y generoso a Cristo y a los hermanos en la fe, de los primeros tiempos

Pérgamo merece también un reproche, porque tolera en su seno a un pequeño grupo de personas que profesan la doctrina de Balaam. Es ésta la designación metafórica de una herejía con características innegables de libertinaje en el sentido propio del término, es decir, de desenfreno moral.

Tiatira debe aceptar un serio reproche, porque deja libertad a una mujer, Jezabel, la cual ha seducido a un buen número de miembros de la comunidad. Induciéndolos a la fornicación y a los banquetes sagrados en honor de los ídolos, que tenían un marcado carácter gnóstico y libertino.

Al destacar estos signos (comida idolátrica, amor prostituido), el Apocalipsis nos lleva a la más honda crisis social. El ser humano es lo que come y lo que ama. Fundado como estaba en la tradición israelita de comensalidad y connubio (familia) y en la experiencia de Jesús, centrada en la comida compartida (multiplicación de panes) y la fidelidad afectiva (amor personal, relaciones fundadas en la verdad y confianza),

Sardes recibe un severo reproche. Se habla de ella como de una floreciente Iglesia modelo, pero la mirada inquisidora de Cristo sabe que la gran mayoría de sus miembros está espiritualmente muerta o dormida. Muerte y sueño espiritual tienen aquí el mismo sentido. En Cristo ha examinado sus obras, es decir, toda su conducta moral y religiosa, pero ha hallado que delante de Dios, o sea, juzgada según el criterio de Dios, es de escaso valor. En Sardes se preocupaban más de las manifestaciones externas que de la vida interior.

Laodicea recibe el más severo reproche, sin ningún elogio. Cristo la califica de tibia, sumida en el espíritu mundano y en la indiferencia. Es cierto que no ha caído en culpas graves, ni todavía ha renegado de Cristo (aún no está fría), pero le falta aquel espíritu de alegre entrega, el entusiasmo y la fiel adhesión que le darían calor.

La situación es tanto más peligrosa cuanto ni siquiera se da cuenta de la miseria en que se halla, antes, plenamente satisfecha de sí, se forja la ilusión de que todo va bien. Su estado de depresión religiosa se debe en el fondo a dos circunstancias: falta de graves tribulaciones o persecuciones, que contribuyen siempre a sacudir los ánimos, y también a que goza de un notable bienestar material.

Cristo descubre sin reparos su desnudez. Cuando la comunidad hace alarde de sus riquezas, quizá piensa en su riqueza material, pero sobre todo se imagina que abunda en bienes de orden espiritual", sin darse cuenta de que en realidad se debate en la pobreza y en la miseria: es pobre, ciega y desnuda.

Esmirna recibe un cálido elogio, sin sombra de reproche. Expresamente se pone de relieve su pobreza, o sea, su estrechez económica, consecuencia del reducido número de sus miembros, o bien de las dificultades en que se debatía. Por fortuna esta pobreza se ve ampliamente superada por su riqueza en bienes espirituales

Filadelfia recibe un cálido elogio, sin sombra de reproche. Todos saben que es pequeña y que sus miembros llevan una vida modesta (provienen, efectivamente, de grupos de esclavos y de pequeños comerciantes); no obstante, ha sido valiente en guardar fidelidad a la palabra de Dios y al nombre de Cristo.

Quizás mirando la foto y mirándonos, encontremos algunas fallas que deben ser corregidas y si por la gracia de Dios, o por nuestra falta de humildad, no encontrásemos ninguna, seamos precavidos.

Si prestas atención y escuchas atentamente, Jesús te va a decir qué puedes hacer tú, para que ante sus ojos, tu comunidad pueda recibir el regalo: Al vencedor le daré a comer del maná escondido, y le daré una piedra blanca, y en la piedra escrito un nombre nuevo que no conoce nadie sino quien lo recibe.

“¡El que tenga oídos, escuche este mensaje del Espíritu a las comunidades!”


Bibliografía: Alfred Wikenhauwer, El Apocalipsis de San Juan
Xabier Pikaza Ibarrondo - Apocalipsis

En este esquema de Xabier Pikaza, se resume la visión de Cristo para estas comunidades, que nos permite, saber a qué le debemos llamar bien y a qué mal, en nuestro análisis. 



sábado, 13 de noviembre de 2010

Empujando la roca

Estamos terminando otro año de actividad comunitaria, año en el que a quien más y a quien menos, nos han tocado diversas pruebas y situaciones que hubiésemos preferido, que no nos hubieran pasado.
Si sólo fuésemos creyentes y no discípulos de Cristo, podríamos llegar a pensar, que algo falló en el plan de Dios, que todo su amor sobre el que hemos estado reflexionando, faltó a la hora que nosotros más lo necesitábamos. Pero como somos discípulos, no nos tenemos que concentrar en la pregunta ‘por qué’ sino en ‘para qué’.
Pensando en esto nos viene a cuento la siguiente ilustración:

El Señor le dijo a un hombre que tenía un trabajo para él, y le enseñó una gran roca frente a su cabaña. Le explicó que debía empujar la piedra con todas sus fuerzas. El hombre hizo lo que el Señor le pidió, día tras día. Por muchos años, desde que salía el sol hasta el ocaso, el hombre empujaba la fría piedra con todas sus fuerzas... y esta no se movía.
El hombre un día, ya agobiado y  frustrado, pensó en abandonar la tarea, pero antes decidió elevar una oración al Señor y confesarle sus sentimientos: "Señor, he trabajado duro por mucho tiempo a tu servicio. He empleado toda mi fuerza para conseguir lo que me pediste, pero aun así, no he podido mover la roca ni un milímetro. ¿Qué pasa? ¿Por qué he fracasado? “
El Señor le respondió con compasión: "Querido hijo, cuando te pedí que me sirvieras y tú aceptaste, te dije que tu tarea era empujar la roca con todas tus fuerzas, y lo has hecho. Nunca dije que esperaba que la movieras. Tu tarea era empujar.
Ahora vienes a mí sin fuerzas a decirme que has fracasado, pero ¿en realidad fracasaste? Mírate ahora, tus brazos están fuertes y musculosos, tu espalda fuerte y bronceada, tus manos callosas por la constante presión, tus piernas se han vuelto duras.
A pesar de la adversidad, has crecido mucho y tus habilidades ahora son mayores que las que tuviste alguna vez. Cierto, no has movido la roca, pero tu misión era ser obediente y empujar para ejercitar tu fe en mí. Eso lo has conseguido. Ahora, querido hijo, yo moveré la roca". 


Leamos a continuación un artículo de la catequesis del Padre Javier Soteras
Aun cuando la cercanía definitiva de la segunda venida de Jesús, la última, no está ya presente como una realidad actual, no es mañana ni pasado, no es dentro de unos años, tal vez sea dentro de unos instantes, pero aunque a esto no lo tengamos como certeza en la mano, sabemos que estamos en los tiempo finales y que el camino que estamos recorriendo entre la muerte y la resurrección de Jesús y su segunda venida, nos pone en situación de prueba, de tribulación, es decir, es un tiempo de purificación.
El mismo Pablo utiliza también esta catequesis en Romanos 5; 2-4, allí nos dice la Palabra: “estamos orgullosos con la esperanza de alcanzar el esplendor de Dios, más aún, estamos orgullosos de las dificultades, sabiendo que la dificultad produce la entereza, la entereza caridad, la caridad esperanza, y la esperanza no defrauda”.
Si por algún motivo interiormente nosotros sentimos que por lo que acontece alrededor nuestro, que lo que nos ocurre en el aquí y en el ahora nuestra vida toda se sacude, se tambalea, lejos está de pensar, desde la perspectiva de la Palabra, que esto es ausencia de Dios, a no ser que nosotros hayamos dejado de resistir en Dios a las circunstancias poco favorables con las cuales a veces nos encontramos, mediante las cuales nos hemos tambaleado en nuestra vida.
Cuando la vida tambalea, se sacude, cuando las circunstancias de la vida nos desestabiliza, no es que Dios no está, en todo caso, es un tiempo particular que Dios permite para fortalecernos, como dice la Palabra, para hacer que nuestra fe tenga un quilate, un peso mayor que el peso que tiene el oro como piedra preciosa.
De allí que hoy la Palabra te está invitando desde el apóstol Pablo a no desfallecer, a no dejarte arrastrar por la tristeza, ni por la angustia, ni por la preocupación, ni por la tribulación interior, ni por el desánimo, sino de verdad pararte frente a lo que te ocurre por fuera y por dentro con la certeza de la presencia de Dios que se hace firme y fuerte desde tu fe que confía en que Él no permite que seamos tentados por encima de nuestra fuerza.
El Señor está a tu lado, el Señor permanece junto a vos, Dios es tu fortaleza y tu firmeza, no busques por otra parte lo que está tan cerca de ti, más aún, dentro tuyo, la presencia del Dios Vivo.
Cuando el enemigo de la naturaleza humana, dice San Ignacio de Loyola, ve que Dios está inclinado sobre alguien para darle su misericordia, para librarlo de sus pasiones, entonces más lo oprime bajo el peso del dolor, aprovechándose de esa persona, y la ataca con violencia.  Sabemos esto por los padres del desierto, no dejan que el tentado se asuste, sino por el contrario, lo invitan a la paciencia, a la calma, a la serenidad, a la confianza, a la humildad, al realismo.
¿Has caído?, levántate, ¿caes de nuevo?, levántate otra vez, otro de los padres desierto declara que la fuerza de aquellos que quieren hacer la voluntad de Dios, consiste en que en vez de desalentarse cuando caen, (el desaliento, como decíamos antes, es peor tentación que la que causó la caída anterior), consiste en renovar allí mismo, desde el lugar de la caída, el propósito de servir a Dios para su gloria, buscar el camino de la santidad y hacer del bien a los demás el pan de cada día.
Todo esto en cada uno de nosotros acontece según sea nuestra historia, nuestro presente, también nuestros proyectos, para los cuales Dios nos prepara en el futuro.  Estamos invitados no solamente a animarnos a enfrentar la tribulación y la dificultad, la prueba, cualquiera sea esta, que venga por el lado de la salud, que venga por el lado de los conflictos familiares, que acontezca en el ámbito laboral, en el vínculo de amistad, que ocurra, como ocurre siempre, primero dentro nuestro y después se traduzca en el ambiente donde vivimos, o que ocurran en el ambiente, y que afectan nuestro interior, no interesa tanto que sea lo que los ocurra sino como y de qué manera afrontamos lo que nos acontece.

Volviendo al principio: ‘por qué’ ya te lo explicó la Palabra, te toca a ti descubrir el ‘para qué’.
Mira las virtudes que has ido adquiriendo empujando tu roca, esas virtudes, esas fortalezas las necesita el Señor para terminar su obra en ti. Las necesita también, para que trabajando en este mundo caído puedas sortear los obstáculos que se te presenten para llevar adelante la misión que Él te ha encomendado.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Déjate amar por Dios

La semana pasada, mientras orábamos en comunidad, una moción del Espíritu, nos decía, más bien nos ordenaba: ‘Déjate amar por Mí’

Qué misterioso es, que el tema del Amor de Dios, es lo primero que le anunciamos a quienes evangelizamos, es el primer asunto que se trata en cualquier catequesis, en cualquier cursillo de integración. Sin embargo es el principal déficit de felicidad que se manifiesta en la vida de muchos cristianos.

Cuando escuchamos muchos testimonios, cuando sentimos sus oraciones, descubrimos que se han olvidado, o no están viviendo, no están experimentando, ese amor que el Padre derrama sin cesar, como gracia divina en todos sus hijos.

¿Cuáles serán las razones, las causas de esta incapacidad? Hemos reflexionado sobre muchas de ellas: falta de diálogo con Dios, o falta de oración, orgullo, autosuficiencia, falta de confianza, ataduras, prejuicios, heridas del alma. Necesitamos de la asistencia del Espíritu Santo, para que no las revele.

Lo cierto es que mientras esa incapacidad o indecisión, permanezca en nosotros, no solamente seguiremos sin convertirnos, y como el Israel de Oseas 11, volveremos una y otra vez a nuestros desiertos, mientras Papito Dios sigue diciendo: Me da un vuelco el corazón, se me conmueven las entrañas. Sino que además, como repetimos hasta el cansancio, es calidad de vida la que perdemos día a día, mientras nos gana el pesimismo y el desánimo.

Es necesario recurrir a la oración personal, a la contemplación sincera y motivada en un querer encontrarse con la mirada de Jesús, con el abrazo del Padre. Despojarnos de todo aquello que pueda impedir ese encuentro de amor, buscar al que ama mi alma, como en Cantares y dejarse amar, recibir ese río de amor que fluye del corazón de nuestro Padre y que estamos desperdiciando.

Carlos Foucold, en su contemplación, una vez, percibió que Dios le invitaba a descubrir como una carta que el mismo Dios le mandaba por el correo de la oración, donde le decía que lo amara como era:
Conozco tus miserias, las luchas, las tribulaciones de tu alma, tu debilidad, las dolencias de tu cuerpo, conozco también tus cobardías, tus pecados.
Yo conozco tus flaquezas.
Y a pesar de todo te digo, dame tu corazón.
Ámame tal cuál eres.
Si para darme tu corazón, esperas a ser un ángel, nunca llegarás a amarme.
Aun cuando caigas de nuevo, muchas veces, en esas faltas que quisieras no cometer jamás, y seas un cobarde para practicar la virtud, no te consiento que me dejes de amar.
Ámame tal como eres.
Ámame en todo momento.
Cualquiera que sea la situación, en la que te encuentras.
Fervor, sequedad, felicidad, hasta de traición.
Ámame tal como eres, quiero el amor de tu corazón indigente.
Si esperas a ser perfecto para amarme, nunca me habrás amado.
¿No tengo yo poder para transformar un grano de arena en un serafín radiante de pureza, de nobleza, y de amor?
¿No podría hacer surgir de la nada, millones de santos, aun mas perfectos y santos que aquellos que hasta hoy he creado con el gesto único de mi voluntad?
¿Acaso no soy el Todopoderoso?
Si yo deseara dejar para siempre en nada, mil seres maravillosos, prefiriendo tu amor.
¿Acaso no tengo derecho a esto?
Es Dios quien habla.

Déjame amarte. Quiero tu corazón.
En mis planes, está el moldearte.
Pero mientras eso llega, te amo, te amo como eres.
Y quiero que tú hagas lo mismo.
Deseo ver tu corazón. Que se levanta desde lo profundo de tu miseria.
Amo en ti incluso tu debilidad.
Me gusta el amor de los pobres.
Quiero desde la indigencia se levante, incesantemente este grito.
Te amo Señor. Lo que me importa es el canto de tu corazón.
¿Para qué necesito yo tu ciencia?
¿De qué me sirven a mí tus talentos?
No quiero tus virtudes.
Y aun cuando yo te las diera, eres tan débil, que siempre se mezclaría con ellas, el amor.
Pero no te preocupes por eso.
Preocúpate de llenar con tu amor sólo este presente.
Hoy me tienes a la puerta de tu corazón. Como mendigo.
A mí, que soy el Señor de los Señores.
Yo estoy llamando a tu puerta.
La estoy golpeando y espero.
Apúrate, ábreme, no alabes tu miseria.
Si conocieras plenamente la dimensión de tu indigencia, te morirías de dolor.
Una sola cosa podría herirme el corazón.
Ver que dudas. Que te falta confianza.
Quiero que pienses en mí todas las horas del día. Y la noche también.
No quiero que realices ni siquiera la acción más insignificante por un motivo que no sea ni siquiera nuestro vínculo de amor.
Cuando te toque sufrir, yo te daré la fuerza.
Tú me diste amor a mí, Yo te daré amor más de lo que hayas podido soñar,
pero recuerda, recuerda esto, ámame tal como eres.

Citado por  el Padre Javier Soteras.

Cierra un instante tus ojos, y mira con tu espíritu, cómo se derrama la Sangre de Cristo en la cruz del calvario. Si tú no la recibes, esa sangre cae a la tierra, se pierde, ¿puedes permitirte tal desperdicio?

Visualízate a ti mismo en este momento, como a un farol al cual su mecha encendida por el amor del Padre, ejemplo del Hijo y unción del Espíritu Santo, genera tanta luz, que no puede contenerse, irradiándose para iluminarse a sí mismo y a todo aquél que se acerque.