sábado, 30 de octubre de 2010

A beneficio de inventario

Gabriela y Adela nos proponen como motivo de reflexión ‘la maldición intergeneracional’ también conocida como aquella que trasciende la generación objeto de la misma y se extiende hasta  la tercera y cuarta generación’

Esta inquietud, que no es nueva entre aquellos que tratan de buscar razones, a la luz de la Palabra, tiene su origen en la transmisión del Decálogo, donde Papito Dios, le da a Moisés los principios básicos de la Primera Alianza, lo que hoy conocemos como los ‘Diez Mandamientos’.

No te postrarás ante ellas, ni les rendirás culto, porque yo soy el Señor, tu Dios, un Dios celoso, que castigo la maldad de los padres en los hijos, hasta la tercera y cuarta generación, si ellos me aborrecen; Éxo 20:5

Como primera aproximación, debemos recordar, que la Palabra ha sido ‘inspirada’ y no ‘dictada’ por Dios a los hombres y que la redacción dada a esa inspiración, adopta la forma literaria y el carácter doctrinal, del lugar y momento donde fue redactado, sin que por ello el sentido de la orden o la enseñanza, pierda autenticidad.

Este estilo se enmarca dentro de la creencia en la retribución compensativa; más en concreto, de la convicción de que una conducta buena y conforme al mandamiento de Dios tendrá necesariamente buenas consecuencias, mientras que una conducta mala tendrá de necesidad consecuencias funestas. Hoy se habla de la conexión obras-resultados o también de la esfera del acto forjador del destino, mentalidad que se ha fraguado especialmente dentro de la tradición sapiencial del Antiguo Testamento.

En la Biblia, el individuo suele ser considerado -antes del exilio- como miembro de una colectividad, y por eso sus actos tienen una resonancia social. Después del destierro babilónico — deshecha la comunidad nacional —, la teología israelita se orienta más hacia el individualismo y la responsabilidad personal.

Es cierto que en la actualidad muchos siervos de Dios, sostienen la vigencia de esta maldición apoyándose en este pasaje, como en otros similares que se encuentran en el Antiguo Testamento. Pero no es menos cierto que en los mismos libros y en escritos proféticos, encontramos manifestaciones como:

Los padres no morirán por culpa de los hijos ni los hijos por culpa de los padres. Cada cual morirá por su propio pecado. Deu 24:16

Ustedes preguntarán: "¿Por qué el hijo no carga con las culpas de su padre?", Porque el hijo practicó el derecho y la justicia, observó todos mis preceptos y los puso en práctica, por eso vivirá. Eze 18:19

En nuestro Catecismo no encontramos ninguna mención a esta maldición. Tenemos que ir hasta Jesús para ver qué nos enseña, cuando los apóstoles, influenciados indudablemente por la tradición rabínica le plantean la misma cuestión:

Al pasar [Jesús], vio a un hombre ciego de nacimiento. Sus discípulos le preguntaron: "Maestro, ¿quién ha pecado, él o sus padres, para que haya nacido ciego?  "Ni él ni sus padres han pecado, respondió Jesús; nació así para que se manifiesten en él las obras de Dios. Juan 9: 1-3

Uno de los principales exégetas, padre de la Iglesia, San Juan Crisóstomo, refiriéndose a este pasaje, comenta:

No quiere decir con esto que otros han nacido ciegos por los pecados de sus padres pues no sucede que un hombre sea castigado por el pecado que otro ha cometido.

Nos afiliamos por lo tanto, a la creencia de que el pecado individual, no se hereda. Por supuesto que sí se hereda la condición pecadora del hombre, pero la responsabilidad está en cada uno y no es imputable a un predecesor, sino al demérito de cada persona.

¿Entonces, las acciones u omisiones de nuestros predecesores no nos afectan en nuestro presente?

Sí que nos afectan, pero no porque Papito Dios, nos maldiga por sus pecados, sino por la influencia que tales acciones u omisiones han tenido o pueden tener, en nuestras vidas.

Por ejemplo: si una persona de 20 años, tiene un hijo al que le enseña desde pequeño a negar a Dios, o lo que es peor a rechazarlo o a confrontarlo, y si ese hijo a sus 20 años tiene un hijo al que le transfiere los mismos conceptos y esa situación se repite con el bisnieto de la primera persona, a los 80 años, la cuarta generación habrá sido contaminada, sin que Dios hubiera intervenido.

Esta situación es más probable, en familias de características patriarcales o matriarcales, con carácter dominante y tradiciones muy arraigadas.

Por eso, así como de recibimos todo lo bueno de nuestros predecesores, también se nos transfiere todo lo malo de ellos. La situación se agrava cuando el heredero es víctima de una ‘atadura’.

Como la parábola del elefante de circo, que cuando pequeño fue atado a una estaca que no podía arrancar del suelo, y cuando grande y poderoso, nunca intentó volver a hacer la prueba de soltarse, porque su memoria, le recordaba que no podía, así muchas personas son víctimas de lo que se ha ido grabando en su mente y su corazón, y al no saber que tienen a su alcance la ‘fuerza’ necesaria para romper esas ataduras, permanecen esclavas de las mismas.

Debemos ser capaces de recibir nuestra herencia ‘a beneficio de inventario’, es decir quedarnos con el legado de todo lo bueno y descartar lo que no nos conviene, lo que de malo, pueda venir en el paquete. Y así, como en el caso del ciego de nacimiento, podremos lograr que la ‘Gloria de Dios’ se manifieste también en nuestras vidas.

En los casos que lo requieran, será necesario recurrir a la oración conocida como de ‘Sanidad Intergeneracional’, para romper aquellas ataduras que por herencia o influencia, física (violencia, abuso, maltrato, alcoholismo, adición) o psicológica (menosprecio, amenazas, inferioridad, incapacidad, inmovilidad, etc.) nos estén impidiendo en la actualidad vivir en libertad y en plenitud.

Cristo nos dice, tú puedes pararte y arrancar esa pequeña estaca que te tiene prisionero, basta que te decidas.

Es también apropiada la oración de intercesión por nuestros predecesores, pero no para que el Señor nos libere de alguna maldición que puedan haber merecido ellos y nos toque hoy a nosotros, sino para que los purifique de todo pecado y los admita a contemplar la luz de su rostro, de forma tal, que la comunidad de los santos, ese ciclo espiritual al que pertenecemos, se retroalimente y fortalezca en forma permanente.

Recordemos siempre: … donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad. 2Co 3:17 

La canilla

Por Edgardo Tambasco


Cuando era pequeño e iba a San Carlos a la casa de mi abuela materna, a la entrada, antes de ingresar  por el pasillo que nos llevaba a la cocina, se encontraba la canilla .
Siempre me atrajo la canilla de bronce que estaba adosada a un caño cilíndrico y me recibía cada vez que llegaba de Montevideo.
Por lo general dejaba escurrir unas gotas, que iban dejando un pequeño charquito en el piso.  Esto se debía muchas veces que  no se cerraba con la fuerza debida o de  tanto uso y  el cuerito se iba desgastando causando que perdiera.
Era la canilla del barrio, ¡Cuántas conversaciones de vecinos y vecinas se tejieron en torno a ella mientras se esperaba el turno para llenar el balde!.
Era el lugar de amoríos, de encuentros, de escucha y de vida. La vida que iba creciendo alrededor de la preciosa agua que nos regalaba esa simple canilla.
Cierro los ojos y revivo imágenes de aquellos tiempos, siento el frescor de la canilla de bronce al tratar de abrirla y escucho el ruido del agua que sale con fuerza al golpear el balde y las gotitas que mojan mi pequeño rostro,  que se mezclan con las conversaciones de las señoras “aguateras”.
Cuán vital es el agua, nos quita la sed y nos limpia, nos refresca.
Esa canilla hace años que no está más en la esquina.
Y como dice Jeremías 2:13“Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua”.
Observemos de donde brota esa fuente de vida, que nos invita a ir a Él diciéndonos “El que tenga sed que venga a mi y beba”. Juan 7:37

domingo, 17 de octubre de 2010

¿Por qué calla Dios?

Sería muy soberbio de nuestra parte tratar de dar explicaciones de las actitudes o intenciones de nuestro Padre, sin embargo, no debemos tratar de eludir la pregunta que muchas personas se hacen en forma explícita o en sus pensamientos, aún entre los discípulos.

En efecto, ante la prueba o las distintas dificultades que se nos van presentando en la vida, muchas veces nos parece que Dios nos abandonó a nuestra suerte y que mientras nosotros gritamos nuestra angustia, Él hace silencio.

Para elaborar una reflexión que nos ayude, no tanto a explicar las actitudes de Dios, dada la capacidad finita de nuestro razonamiento, sino más bien, a entender cuál debe ser nuestra actitud ante el silencio divino, vamos a partir de una frase, de la canción ‘Alaba’ de Danny Berríos, de la cual no conocemos la fuente original:

“Cuando Él queda en silencio es porque esta trabajando”

Empecemos por ver lo que nos enseña el propio Jesús.

Algunas personas mal informadas, llegan a manifestar que Nuestro Padre es un dios injusto, un padre demasiado duro con sus hijos, tan duro dicen, que fue capaz de dejar a su hijo predilecto, colgado de una cruz. Refiriéndose a la frase de Jesús: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Mar 15:34

El Catecismo de nuestra Iglesia, le da luz a esta confusión y nos enseña: 602 Jesús no conoció la reprobación como si él mismo hubiese pecado (cf. Jn 8, 46). Pero, en el amor redentor que le unía siempre al Padre (cf. Jn 8, 29), nos asumió desde el alejamiento con relación a Dios por nuestro pecado hasta el punto de poder decir en nuestro nombre en la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mc 15, 34; Sal 22,2).

Es decir, Jesús le estaba dirigiendo la plegaria del Salmo 22 al Padre, en nuestro nombre y quizás también - nos permitimos especular - nos estaba diciendo: vayan a leer el salmo 22 que le está dando sentido a este acontecimiento tan tremendo.

Salmo 22 Este salmo consta de dos partes. En la primera, el salmista expresa su profundo dolor, especialmente el de sentirse abandonado por el Señor, y le suplica que lo haga experimentar de nuevo su presencia y su protección (vs. 1-21). La segunda es un canto de acción de gracias por la liberación obtenida (vs. 22-31)[i]

Es decir que la segunda parte del salmo le da sentido a la primera, el motivo de angustia se convierte en acción de gracias cuando se le encuentra el propósito de dicha angustia.

Con esto no queremos decir, que debamos pasar por angustias como la Pasión de Cristo, para hallar nuestro propósito, todo lo contrario. Lo que tratamos de señalar es que aún en una situación tan extrema como esa, podemos encontrar el propósito de Dios, que es siempre un propósito de bien y con un resultado inmensamente más favorable en intensidad y duración que los de la pena sufrida.

Explicado este punto, sigamos buscando otros ejemplos en la Palabra. Justamente encontramos uno en lo que no está escrito. Entre el profeta Malaquías y Juan el Bautista, pasaron 400 años, en los que hubo silencio de parte de Dios.

Podríamos llegar a pensar que durante este tiempo, Dios Padre, nos decía a los hombres: hasta ahora les he estado hablando por medio de los patriarcas y de los profetas, he hablado demasiado, ahora les toca a ustedes actuar.

Jesús nos lo explica así en la parábola del rico y el pobre Lázaro: Pero Abraham respondió: 'Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán'. Luc 16:31

Muchas veces el Señor te habla y tú vez los resultados en gracias obtenidas, pero como estás tan feliz, esa propia felicidad te distrae tanto que ni siquiera te acuerdas de agradecerle y pronto te olvidas del origen de tu alegría. En ese caso no notas el silencio de Dios, que está callado, esperando que vengas a su encuentro a contarle lo bien que te fue, a darle las gracias por lo que hizo por ti.

Te enseñó, te fue bien y espera que vuelvas a contárselo. Pero tú no te das cuenta de su silencio, porque en el momento, ‘no necesitas’ de su presencia. Hay otras voces que tapan su silencio, la de los amigos o conocidos, la del reconocimiento, la de la aprobación.

Sin embargo, cuando la angustia se acerca, todas las demás voces se callan y aunque la de alguna persona que te quiere, intente llenar ese espacio, es un esfuerzo estéril, porque tú bien sabes que solamente Dios puede llenarlo.

En esos momentos, es cuando debes interpretar su silencio como un: llegó el momento que pongas en práctica todo lo que hemos estado conversando antes, recuerda todo lo que te he enseñado hasta ahora.

Entonces, busca hermano, busca en tu recuerdo, aquella prédica que le escuchaste a tu pastor, aquel tema que se trató en la reunión de comunidad, aquella lectura que te quedó dando vueltas por tu cabeza, que la recordaste hasta en sueños. Luego no digas que no te previno.

Pero por sobre todas las cosas, confía en Él. Él no va a poder hacer por ti, lo que tú no estás dispuesto a hacer por ti mismo. Tú eres el primer instrumento de Dios en tu vida.

Entre todas las ingratitudes que vemos a diario, hay una que se repite. Muchos discípulos están dispuestos a partirse el alma orando y cantando himnos de alabanza y adoración… dentro del templo, en la comunidad. Pero afuera confían mucho más en su propio criterio, en alguna recomendación de un amigo, en la ciencia por la ciencia misma y no como instrumento de Dios.

Afuera son incapaces de presentarle la situación a Dios y presentarle a Dios a la situación. Cuidado, la palabra de hoy nos dice: Pero el que no me reconozca delante de los hombres, no será reconocido ante los ángeles de Dios. Luc 12:9

Lo decíamos la semana pasada, nadie es eternamente estudiante. Podrá haberse confundido de orientación una vez, tal vez dos, pero en algún momento, o termina su carrera o la abandona. Pero si estudió lo hizo con un propósito. Si estudió para carpintero, algún día tendrá que hacer su banquito.

Quizás Dios está callado, observando como construyes tu banquito, y evaluando qué más te puede enseñar para que pongas en práctica.

Pidámosle al Espíritu Santo que a tiempo y destiempo nos recuerde que Dios no nos abandona, que nos ayude a buscar, no una escusa sino un propósito, para cada una de las alternativas de nuestra vida.

¿Se olvida una madre de su criatura, no se compadece del hijo de sus entrañas? ¡Pero aunque ella se olvide, yo no te olvidaré! Isa 49:15




[i] Notas de la Biblia ‘Dios Habla Hoy’

sábado, 9 de octubre de 2010

Los altibajos del discípulo


Rosario dejó planteada esta pregunta como tema de reflexión: ¿Por qué pasamos por tantos altibajos en nuestra vida cristiana? ¿Por qué a veces pensamos haber dejado atrás alguna etapa de nuestra vida que queríamos superar y al rato nos volvemos a encontrar en la misma situación?

Un hombre que observaba una oruga vio que había un pequeño orificio y que la mariposa luchaba por abrirlo más grande y poder salir, notó que forcejeaba duramente para poder pasar su cuerpo a través del pequeño agujero, hasta que llegó un momento en el que pareció haber cesado de forcejear, pues aparentemente no progresaba en su intento.

Entonces el hombre, en su bondad, decidió ayudar a la mariposa y con una pequeña tijera cortó al lado del agujero para hacerlo más grande y ahí fue que por fin la mariposa pudo salir del capullo.

Sin embargo al salir la mariposa tenía el cuerpo muy hinchado y unas alas pequeñas y dobladas. Continuó observando, pues esperaba que en cualquier instante las alas se desdoblarían y crecerían lo suficiente para soportar al cuerpo, el cual se contraería al reducir lo hinchado que estaba.

Ninguna de las dos situaciones sucedieron y la mariposa solamente podía arrastrarse en círculos con su cuerpecito hinchado y sus alas dobladas...Nunca pudo llegar a volar.

Lo que el hombre en su bondad y apuro no entendió, fue que la restricción de la apertura del capullo y la lucha requerida por la mariposa, para salir por el diminuto agujero, era la forma en que la naturaleza forzaba fluidos del cuerpo de la mariposa hacia sus alas, para que estuviesen grandes y fuertes y luego pudiese volar.

Dios, en su infinita sabiduría, permite que pasemos por situaciones, muchas veces nada agradables, quizás con el mismo propósito, que permite que la mariposa desarrolle toda su capacidad, a través del esfuerzo.

Según Santiago el fruto de estas pruebas, y las obras que igual realiza el cristiano, aunque esté sometido a situaciones no queridas, nos llevan a la perfección  y a la madurez, sin que nos falte nada. (Cf. Santiago 1:2-4).

Por supuesto que no tenemos ni idea del porqué de este misterio de Dios expresado en la creación. ¿Será que la mariposa responde a un llamado superior que la impulsa a dejar su estado de oruga para convertirse en ese ser tan hermoso? ¿O será acaso que obedece a un instinto que la impulsa?

Sea lo que sea, si los discípulos respondiéramos al llamado de nuestro Padre o le obedeciéramos sus consejos y directivas, seguramente el tiempo de lucha que nos llevan a madurar, sería menor o por lo menos, mucho más esperanzado.

Siguiendo con el ejemplo de la mariposa: cuánta confianza debe tener una mariposa para dejar la seguridad del capullo y realizar ese cambio radical en su vida.

Probablemente esa confianza, esa entrega total, es donde se realiza la plenitud del discípulo.

Somos descendientes de aquel que por haber creído fue llamado amigo de Dios (Cf. Sant.2:23). ¿Cómo manifestó Abraham su fe? En la entrega total, ofreciendo algo más preciado que su propia vida, la vida de su hijo tan deseado, esperado por tantos años.

Llegado a ese punto, ya no hay marcha atrás. Haberle confiado a Dios lo más preciado que tenemos, el motivo de nuestros desvelos, nuestras angustias y necesidades, nos confirma que ya somos mariposas, que no podemos volver a meternos de nuevo en el capullo.

Confianza y obediencia, aún en las situaciones más extremas, ¿acaso no es lo mismo que Jesús nos dejó como enseñanza mientras velaba en Getsemaní?

Además de Getsemaní, donde nos enseñó con el ejemplo, también lo dijo claramente en varias oportunidades: 
  • Anteponer el amor a Dios sobre el amor a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida. (Luc.14-26)
  • Poner a Dios, por encima de cualquier bien terreno (Luc. 14-33)
  • Renunciar a sí mismo y aceptar cualquier destino, aunque sea la cruz. (Mat. 16-24)

 A Dios no necesitamos probarle nada, pero sí necesitamos probárnoslo a nosotros. Porque si no creemos que la aventura cristiana vale la pena, no vamos a poder llevar adelante la misión que Jesús nos encomienda. ¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? (Luc. 14-28)

Hecha esta introducción quizás podamos empezar a dar algunas respuestas del porqué de nuestros altibajos.

  1. Estamos en el proceso de la metamorfosis, dejando nuestra vieja vida en el capullo, para ser libres y cumplir nuestro propósito en la vida. Si cada prueba superada, va fortaleciéndonos, si se nota un avance hacia la nueva vida, estamos sanos, vamos madurando.Si cada prueba, nos retrae, si nos negamos a esforzarnos para salir adelante, algo no anda bien en el proceso, debemos revisar nuestras actitudes.
  2. Hace mucho tiempo que empezó el proceso y ni avanzamos ni retrocedemos, estamos estancados. Nuestras alas están débiles y dejamos de esforzarnos. Eso es comodidad.Si los capullos llegan a secarse sin haber terminado su proceso, ya no habrá vida. El grano cayó a la tierra, pero no dio fruto.
  3. Hace ya rato que somos mariposas pero no queremos darnos cuenta y en lugar de volar nos arrastramos. Añoramos nuestra vida en el capullo, no somos capaces de ver las bendiciones que nos adornan y tenemos temor de enfrentar el nuevo desafío.

Detengámonos, un poco más sobre este punto.

Querer vivir como orugas cuando somos mariposas, es imposible. Querer vivir nuestra vida en Cristo sin despojarnos de nuestras antiguas vidas también lo es. Entramos en conflicto, entre lo que nuestro espíritu empuja y lo que nuestro cuerpo y nuestra alma, están dispuestos a aceptar.

Jesús fue muy claro al respecto: Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque los odres revientan, el vino se derrama y los odres se pierden. (Mat. 9-17) Si hemos recibido el Espíritu Santo, no podemos tratar de guardarlo en nuestra antigua vida, ya que nuestra antigua vida, no es capaz de contenerlo.

No trates de engañarte asumiendo que sigues estando en una etapa de tu vida que ya fue superada, porque te haces daño. Sufres como un odre viejo al que el vino nuevo fuerza por madurar.

Date cuenta de una vez por todas que eres libre, confía en Dios, entrégale tu vida a Cristo y cree esperanza contra esperanza, no sólo que serás justificado, sino que habrás logrado obtener una vida sana, en plenitud y en abundancia.

Pidámosle al Espíritu Santo que nos de el discernimiento adecuado para entender por fin, que Dios, nos está formando y nos quiere ver sanos, fuertes, alegres. Nos quiere ver tan libres como el vuelo de las mariposas, no nos quiere ver arrastrando vidas secas, sin fruto.

Encomienda al Señor tu camino; confía en él, y él actuará. (Sal. 37-5)

sábado, 2 de octubre de 2010

Yo soy 3D ¿y tú?

La tradición que atribuye esta historia a San Agustín, cuenta que un día venía caminando por una playa razonando sobre el misterio de la Trinidad y algunas otras cuestiones a las que no le encontraba lógica.

En un momento dado observó -sin darle demasiada importancia- que llegaba un niño que se puso a jugar cerca de él. El pequeño hizo un agujero no muy grande en la arena, corría hacía el mar, recogía un poquito de agua y regresaba corriendo a verter el líquido en el hueco, repitiendo esto una y otra vez.
Al poco rato, San Agustín se percató de lo que hacía el niño, le prestó atención muy extrañado, hasta que decidió acercarse hasta él y le preguntó:
.-"¿Qué haces, niño?".
A lo que el chiquillo contestó sonriente:
.- "Quiero meter el océano en mi hoyo".
San Agustín, con un aire racional y paternalista, le respondió a su vez:
.- "Eso es imposible".
Entonces el niño le dijo:
.- "Pues eso es lo que estás pretendiendo hacer tú, que pretendes meter en una mente finita el misterio de Dios".
Y al momento, el niño desapareció de escena. San Agustín comprendió.

Así nos comportamos muchas veces los discípulos, que nos olvidamos muy a menudo, que no somos personas 2D, sino que somos personas 3D, es decir, nuestro ser tiene tres dimensiones: Cuerpo – Alma y Espíritu (cf. 1 Tesalonicenses 5:23) y pretendemos discernir las cosas de Dios en el plano intelectual, de la razón, la lógica, los sentimientos o las emociones (nuestra alma).

Tanto es así, que nos olvidamos lo que nos enseñó San Pablo:
Nosotros no hablamos de estas cosas con palabras aprendidas de la sabiduría humana, sino con el lenguaje que el Espíritu de Dios nos ha enseñado, expresando en términos espirituales las realidades del Espíritu. El hombre puramente natural no valora lo que viene del Espíritu de Dios: es una locura para él y no lo puede entender, porque para juzgarlo necesita del Espíritu. El hombre espiritual, en cambio, todo lo juzga, y no puede ser juzgado por nadie. 1Co 2:13-15

Muchas veces nos ponemos a juzgar lo que viene de Dios, las enseñanzas de Cristo, dispuestas en la Palabra (Biblia), Tradición y Magisterio (Iglesia), en un plano de la lógica y de la razón, pensando que nuestra sabiduría humana, limitada y finita, lo puede discernir, y cuánto desaprendemos. Qué mal nos va. Las cosas del Espíritu sólo las puede discernir nuestro espíritu.

Porque ¿Quién puede conocer lo más íntimo del hombre, sino el espíritu del mismo hombre? De la misma manera, nadie conoce los secretos de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para que reconozcamos los dones gratuitos que Dios nos ha dado. 1Co 2:11-12

Es allí donde podemos encontrar el propósito de Dios para nuestra vida. Es en ese ambiente donde nos encontramos con Él, donde podemos conversar con Él, de semejante a semejante, porque Dios es Espíritu (Cf. Juan 4:24)

Por ejemplo, cuando leemos la Palabra, podemos intentar razonarla con nuestra mente o discernirla con nuestro espíritu.

Cuando la llevamos al cuarto de la razón, ahí también van a estar:
-       Las opiniones del mundo descristianizado
-       Las cuestiones históricas
-       Nuestros prejuicios
-       Nuestras creencias políticas, sociales, gremiales.
-       La propaganda anticristiana
Nos vamos a meter en un coloquio interminable e impredecible.

Viceversa, cuando nos enfrentamos con decisiones trascendentes de nuestra vida, cuántos problemas nos podemos evitar, si las llevamos al cuarto del espíritu, donde nos podemos encontrar con el Espíritu Santo, donde podemos llegar a verlas con los ojos de Cristo.

Hemos sido bendecidos con la gracia de recibir el espíritu de hijos que nos hace llamar a Dios ¡Abba!, es decir, ¡Padre! (Cf. Rom 8:15), y como muchos adolescentes, en lugar de escuchar los consejos y la experiencia de nuestro Padre, vamos a preguntarle a algún conocido, es más, vamos a preguntarle a alguien que estamos seguros, que nos va a contestar lo que queremos escuchar.

Por eso la importancia de vivir en comunidad, porque el Espíritu es comunitario. Porque cuando nos distraemos, Él se vale de nuestro pastor o de algún otro hermano, para hacérnoslo notar. Pero una comunidad real, de carne y hueso, no una virtual.

Cada vez es más frecuente, ver como el mal uso de algo tan bueno, como los medios de comunicación, internet, los mails, las redes sociales, dejan a los hermanos en las casas en lugar de venir a congregarse. Estamos confundiendo los medios con el fin. Toda esa información entra por la razón, pero es muy difícil que llegue hasta el espíritu. Es un buen principio, pero no es el objetivo final.

En el mundo hay muchas buenas personas que no son creyentes. Conocemos a muchas de ellas, preocupadas por el bien común. Personas solidarias, justas, de buen corazón. Que se integran a grupos, sociales, políticos o gremiales, para trabajar por un mundo mejor, no sólo para ellos, sino para su familia, conocidos, para el país, para la humanidad en general.

Pero son personas 2D, no conocen las cosas del espíritu. ¡Cómo necesita de ellas la Misión! Pero cómo van a saber de esto si nadie se los dice.

De ellas nos dice el Catecismo: “Aunque Dios, por caminos conocidos sólo por El, puede llevar a la fe, ‘sin la que es imposible agradarle’ (Hb 11,6), a los hombres que ignoran el Evangelio sin culpa propia, corresponde, sin embargo, a la Iglesia la necesidad y, al mismo tiempo, el derecho sagrado de evangelizar” (848).

Ayudemos a esas personas, que todos conocemos, a lograr una nueva dimensión para sus vidas, a dejar de ser 2D y convertirse en 3D.

Más allá de su salvación, que no está en nosotros cuestionarla, es calidad de vida lo que pueden adquirir desde ahora.

Lo que les podemos ofrecer es equilibrio, equilibrio que se logra, cuando el espíritu gobierna al alma y salud, cuando gobierna al cuerpo.

¿Qué podemos perder ofreciéndoselos? El no ya lo tenemos ahora.

No puede ser tan difícil: En efecto, el Espíritu se halla en el origen de los nobles ideales y de las iniciativas de bien de la humanidad en camino (Redemptoris missio 28)

Pidámosle al Espíritu Santo que nos dé la gracia, de conducirnos a su presencia cada vez que necesitemos discernir sobre los asuntos importantes de nuestra vida y también la voluntad de poder hablarle al espíritu de aquellos que todavía no saben que son personas de tres dimensiones.