martes, 29 de julio de 2008

Los Cristianos No Somos Inmunes

Introducción:
Como cristianos, algunos tendemos a pensar que si solo tenemos más fe, entonces no nos deprimiremos. Esto y otros mitos son explorados por este artículo de Kenneth Parker.
Nadie es inmune. La depresión puede deslizarse silenciosamente en nuestras vidas o puede golpear tan fuerte que pensemos que hemos sido abrazados por ella. La encontramos en toda edad y en cualquier grupo socio-económico. Estos son hechos que la mayoría de nosotros aceptamos rápidamente.
Sin embargo, es difícil de entender y de contender con la depresión si llega a ser un problema personal o de algún familiar, o de algún miembro del grupo de estudio bíblico, o de la fantástica familia cristiana que vive al lado. Los cristianos no son la excepción. Ellos también experimentan la depresión.
¿Por qué batallamos con la idea de que los cristianos pueden padecer de depresión? Esto está parcialmente relacionado a no conocer la compleja interacción espiritual, psicológica y física de los factores involucrados. También hay una serie de falsos conceptos comunes entre los cristianos sobre la relación entre la depresión y la espiritualidad.
Desarrollo
Mito Nº 1 SI YO FUERA UN MEJOR CRISTIANO NO ME DEPRIMIRÍA
Muchos cristianos creen que si ellos son lo suficientemente fuertes en la fe, podrán prevenir la depresión. O si entran en depresión, piensan que podrán vencerla siendo más espirituales. Si aún permanecen en depresión concluyen que son espiritualmente inadecuados.
Irónicamente, esta auto condenación fomenta sus ya existentes sentimientos de culpa y de fracaso, los cuales a su tiempo perpetúan la depresión.
La depresión a menudo involucra cambios bioquímicos en el cerebro, tantos como el temprano aprendizaje en la niñez que por su naturaleza es a nivel inconsciente. No quiero decir que los individuos no tienen responsabilidad en manejar la depresión. Son responsables de hacer todo lo que pueden para mantener sus cuerpos y mentes saludables a través de dieta, ejercicio, descanso adecuado, y tiempo con la Palabra de Dios.

Sin embargo, a veces todos estos esfuerzos no cambian la realidad de la depresión. La auto condenación no es la respuesta. Es importante conseguir ayuda.
Mito Nº 2 LA DEPRESIÓN DEBE SER UN SIGNO DE PECADO NO CONFESADO
El pecado no confesado puede, por supuesto, ser una causa de depresión. El rey David experimentó una tremenda carga de culpa y depresión por su pecado con Betsabé. «Mientras callé se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día» (Salmo 32.3). David confesó su pecado y eventualmente experimentó alivio de su depresión.
En la lucha contra el pecado en nuestras vidas, tenemos dos elecciones. Podemos confesar el pecado y recibir perdón, o podemos negar el pecado e inconscientemente intentar mantenernos lejos de él. Esta forma de actuar utiliza los mecanismos de defensa de la negación y la represión. Rehusar el reconocimiento del pecado demanda una tremenda cantidad de energía mental. La depresión es a menudo el resultado de ello. Nota del editor Pero rehusar el perdón que se nos ha concedido también demanda una tremenda cantidad de energía mental.
Mito Nº 3 PUEDO CURARME DE LA DEPRESIÓN ORANDO Y LEYENDO MÁS LA BIBLIA
He trabajado con muchas personas que abrazaron este mito e intentaron corregir su depresión a través de un cambio de comportamiento. Pasaron horas orando y se involucraron en dos o tres estudios bíblicos además de participar regularmente en los cultos en la iglesia, y sin ningún efecto apreciable sobre su depresión. En muchos casos, esto ha incrementado sus sentimientos de culpa y fracaso.
Por cierto es vitalmente importante permanecer cerca del Señor. El Señor es el sanador primario, y toda sanidad de desórdenes emocionales y físicos finalmente viene a través del poder del Espíritu Santo.
A veces la oración es una experiencia emocional en la cual realmente sentimos la presencia del Espíritu Santo. Podemos sentirnos rejuvenecidos y nos es recordado el amor de Dios. Sin embargo, Dios usa muchas formas de sanar. Trabaja a través de doctores, psiquiatras, consejeros, pastores, familiares y otros creyentes.
Una persona que está experimentando depresión no debe permitir que su vida de oración decaiga, pero, por el otro lado, no debe sentir que ha fallado como cristiano si la oración no prueba ser eficaz para aliviar sus síntomas de depresión. Puede ser que Dios lo esté dirigiendo por otros caminos para obtener la sanidad.
Hay un aspecto de la depresión que llamamos embotamiento emocional. Es una limitación en nuestra habilidad de responder emocionalmente a cosas que previamente ocasionaron intensos sentimientos. Podemos no experimentar los sentimientos de confirmación que acompañan al conocimiento de que Dios está y siempre estará presente. Es entonces que debemos descansar en la verdad de que Dios es quien dice ser y que él cumple Sus promesas, sintamos o no su presencia.
Para esas personas depresivas que han experimentado la aparente oración sin respuesta, les ofrezco el siguiente incentivo: Dios nos encuentra donde estemos.
Dios sabe de nuestra depresión y de las limitaciones de nuestros sentimientos durante la depresión. Debemos recordar que la fe no siempre es un sentimiento. Es una realidad y una verdad y no desaparece aún cuando nuestros sentimientos lo hagan.
Mito Nº 4 YO NO MEREZCO SER FELIZ
Muchas personas creen que si están deprimidas, es porque están siendo castigadas por pecados pasados o presentes y que ese es el estado en que Dios los quiere en ese momento.
Satanás tiene gran interés de que nos sintamos indignos e infelices. Si nos estamos sintiendo culpables e indignos, hemos sido debilitados como testigos de Dios.

El Señor quiere que seamos felices y que estemos contentos, porque ese es un testimonio de su gloria. Esto no significa que debemos estar absolutamente felices todo el tiempo, negando el sufrimiento traído por problemas y dolor.
Es cierto que somos pecadores y que hemos caído de la gloria de Dios, pero a través del gratuito regalo de Jesucristo, se nos ha otorgado un camino para lograr la felicidad a pesar de nuestros defectos.
No merecemos la felicidad por nuestros propios méritos, pero sí la merecemos porque Jesús nos la dio como un regalo. Jesús dijo: «Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia» (Juan 10.10b). Por esto somos libres para ser felices, no porque lo hayamos ganado, sino por lo que Dios ha hecho por nosotros.
Mito Nº 5 LA DEPRESIÓN ES UNA SEÑAL DE QUE HE PERDIDO MI SALVACIÓN
La línea de pensamiento es: «Si ya no siento la presencia del Espíritu Santo, significa que él se apartó de mí. Por lo tanto no soy más salvo». Este es un sub-producto de la culpa que flota libremente y del pensamiento negativo que acompaña a la depresión.
Juan 3.16 asegura: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna».
La salvación no reside en nada que hagamos o no hagamos fuera de aceptar el regalo de Dios de la vida eterna a través de su Hijo. El hecho de que un desorden psicológico, tal como la depresión, puede alterar nuestros sentimientos y encausarnos en el pensamiento negativo no altera la realidad constante de la muerte de Jesús en la cruz y de nuestra salvación a través de la fe en él.
LLEVAR LAS CARGAS, UNO DEL OTRO
«Dijo Jesús a sus discípulos: Imposible es que no vengan tropiezos; mas ¡ay de aquel por quien vienen! Mejor le fuera que se le atase al cuello una piedra de molino y se le arrojase al mar, que hacer tropezar a uno de estos pequeñitos» (Lucas 17.1-2).
Es difícil, para alguien que nunca ha experimentado el dolor emocional de la depresión, comprender verdaderamente lo que es. Cuando estás ministrando a un amigo o a un miembro de una familia que está en depresión, no seas como los amigos de Job que fueron rápidos en acusarlo y encontrarlo en falta.
Mejor permítenos: «Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo» (Gálatas 6.2).
No; los cristianos no somos inmunes a la depresión. Si, a causa de falso orgullo, rehusamos buscar tratamiento para nuestra depresión, muy probablemente permaneceremos en la depresión.
Dios nos ha confiado nuestras mentes y cuerpos para que los cuidemos mientras permanezcamos en este planeta. Somos responsables de buscar tratamiento para nuestra depresión y por hacer todo lo que sea necesario para estar saludables espiritual, emocional y físicamente.
Por sobre todo, debemos esforzarnos por recordar que aún cuando sucumbamos ante la depresión, a la ansiedad o a cualquier otro tipo de desorden emocional que exista en este mundo, primero, por sobre todo, somos hijos de Dios.
El amor y la aceptación de Dios no dependen de nuestros sentimientos o nuestro estado emocional, sino en lo que él ha hecho por nosotros. Él prometió que nunca nos abandonará o nos desamparará. Aún cuando nuestros sentimientos vayan arriba y abajo, nuestra salvación es constante y eterna.
Fuente: http://www.ccana.org/familia_16.html - Consejería Cristiana
A este muy buen resumen de muchos mitos a los que nos enfrentamos, quisiéramos agregar un tramo del discurso de Juan Pablo II a la XVIII Conferencia Internacional sobre "la depresión", del Consejo Pontificio para la Salud:
El papel de quienes atienden a una persona deprimida sin una función específicamente terapéutica consiste sobre todo en ayudarla a recuperar la propia estima, la confianza en sus capacidades, el interés por el futuro, las ganas de vivir.
Por eso, es importante tender la mano a los enfermos, hacerles percibir la ternura de Dios, integrarlos en una comunidad de fe y de vida en la que se sientan acogidos, comprendidos, sostenidos, en una palabra, dignos de amar y de ser amados.
Para ellos, al igual que para cualquier otra persona, contemplar a Cristo y dejarse «guiar» por Él es la experiencia que les abre a la esperanza y les lleva a optar por la vida (Cf. Deuteronomio 30, 19).
En el camino espiritual, la lectura y la meditación de los Salmos, en los que el autor sagrado expresa en oración sus alegrías y angustias, puede ser de gran ayuda. El rezo del Rosario permite encontrar en María una Madre cariñosa que enseña a vivir en Cristo. La participación en la Eucaristía es manantial de paz interior, ya sea por la eficacia de la Palabra y del Pan de Vida ya sea para la integración en la comunidad eclesial.
Si bien a la persona deprimida le cuesta un gran esfuerzo lo que a los demás parece ser algo sencillo y espontáneo, es necesario ayudarla con paciencia y delicadeza, recordando la advertencia de santa Teresa del Niño Jesús: «Los pequeños dan pasos pequeños».
Aplicación
Es muy importante poder discernir entre un sentimiento de tristeza o abatimiento y el padecer de depresión. El uno deberá ser derrotado por la presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas y sus frutos de sanidad, en un entorno de alabanza y adoración a Dios nuestro padre, que confirmarán nuestra esperanza, nuestra fe y nuestra confianza.
Mientras que el otro, además de lo anterior y apoyándose en ello, necesitará de asistencia profesional.
Para poder discernir correctamente, debemos despojarnos de todo tipo de mito seudo-religioso que nos llene de prejuicios y agrave mucho más la situación.
Ya sea que nos haya tocado ser una de las 121 millones de personas en el mundo que padecen de este trastorno, o que haya pegado cerca, en la familia, en la comunidad, entre nuestras amistades, tenemos que tener mínimos conocimientos de cómo manejar la situación y para ello, confiando en Él nos va a dar la respuesta de algún modo, acerquémonos confiadamente a preguntarle ¿Qué debo hacer Señor?

viernes, 25 de julio de 2008

Disciplina, no mal

Introducción:
Muchos cristianos mal informados y la mayoría de las personas que por superstición o tradición creen en la existencia de un dios supremo que gobierna el universo y los acontecimientos del mundo, están convencidos de que sus enfermedades, accidentes y diversas penurias, son males que Dios les manda, con alguna justificación conocida o con la pregunta que no falta ¿por qué a mi?


Otras personas, se van al otro extremo de crearse para sí, la imagen un dios inofensivo, proveedor de soluciones, bienes y diversos milagros, incapaz de alzar su voz o hacer cualquier tipo de correctivo.
Unos se apoyan erradamente en el ‘temor a Dios’ mal aprendido y otros en el ‘Dios es amor’ mal entendido.
Analicemos que nos dice el Apóstol Pablo respecto a estas dos opiniones:
Desarrollo
En la presencia del Espíritu Santo, reflexiona sobre el siguiente texto: Hebreos 12:5-13 y contesta las siguientes preguntas:
  1. ¿Cuáles son los dos consejos que hemos olvidado de Dios? (v.5)
  2. ¿Dónde estaban esos consejos? (Proverbios: 3:11)
  3. ¿Por qué Dios disciplina? (v. 6)
  4. Busca en algún diccionario el significado de ‘disciplina’
  5. ¿Por qué es necesaria la disciplina? (v 7)
  6. ¿Los padres terrenales disciplinan a sus hijos?
  7. ¿Los padres que disciplinan buscan hacerle daño a sus hijos?
  8. ¿Qué implica que un padre no discipline a su hijo? (v 8)
  9. ¿Tendremos una opinión distinta de la disciplina de nuestros padres terrenales que de la disciplina de Dios? (v 9)
  10. ¿La eficiencia de la disciplina de nuestros padres y el de Dios, son comparables? (v 10)
  11. ¿Cuál es el fruto de corto plazo de la disciplina? (v 11)
  12. ¿Y el del largo plazo?
  13. ¿Qué significa el consejo nos da Pablo? (v 12)
  14. ¿A qué nos exhorta y de qué riesgo nos previene? (v 13)
  15. ¿Cuál sería la consecuencia de desatender las correcciones que Dios nos hace? (v 14)
  16. ¿Qué sentimiento acarrea desconocer los motivos que tiene Dios al corregirnos? (v 15)
  17. ¿Qué consecuencia tiene en la comunidad ese sentimiento? (v 15)
Aplicación
Caemos en un gran error si pensamos que el Amor de Dios nos exime de sus correctivos, porque no podría amarnos y al mismo tiempo dejar que vayamos por caminos errados donde el mal puede llegar a ser mucho mayor que cualquier situación adversa que debamos atravesar para entender cuál es su voluntad para con nosotros.
Dios es Justo, y tan justo es, que Jesús tuvo que pagar por el pecado de todos nosotros, porque para Dios es inadmisible aceptar lo que no es santo, lo que no es perfecto. Por tanto no ha de ahorrarse tiempo y molestias en intentar enderezar nuestros caminos.
No entender esto, lleva consigo el riesgo de que nos amarguemos y en lugar de tratar de corregirnos, perdamos de vista la mirada paterna y amorosa de Papito Dios, que como a niños que se van a hacer daño, nos empujará, si es necesario, para evitarlo.
Antes de amargarte, antes de enojarte con Dios pregúntale ¿Qué debo hacer Señor? , no te va a defraudar ni va a tardar en darte su respuesta.

sábado, 19 de julio de 2008

¿Queremos poner celoso al Señor?

Introducción:
Enmarcada en las tantas dificultades de discernimiento que se nos presentan en esta gran aventura de ser cristianos, se nos presenta una no menor, el equilibrio entre la tarea del misionero y la integridad del discípulo.
Como misioneros estamos destinados a ir a los enfermos, como discípulos estamos obligados a no contagiarnos.
Desarrollo
En la presencia del Espíritu Santo, reflexionemos lo siguiente 1ª. Corintios 10:16 ss
Cuando el Apóstol Pablo tiene que aconsejar a la comunidad de Corintio, a cerca del riesgo que representa para el cristiano, compartir bienes (lo que Pablo llama ‘compartir la mesa’) con las personas que rechazan a Cristo, les dice lo siguiente:
En la Cena del Señor, cuando tomamos la copa y pedimos que Dios la bendiga, todos nosotros estamos participando de la sangre de Cristo. Y cuando partimos el pan, también participamos todos del cuerpo de Cristo. Aunque somos muchos, somos un solo cuerpo, porque comemos de un solo pan. Por ejemplo, en el pueblo de Israel, los que comen la carne de los animales que se sacrifican en el altar del templo, participan de ellos con Dios y con los que toman parte en el sacrificio. (vs. 16-18)
¿Qué nos quiere decir con esto Pablo? Nos quiere decir que lo que compartimos y con quien lo compartimos nos identifica a nosotros mismos. Nos viene a reiterar algo así como ‘Dime con quien andas…’ Y continúa explicándoles el porqué:
Eso no quiere decir que tengan algún valor los ídolos que otros pueblos adoran, ni tampoco los alimentos que se les ofrecen. Cuando los que no creen en Cristo ofrecen algo, se lo dan a los demonios y no a Dios. ¡Y yo no quiero que ustedes tengan nada que ver con los demonios! (vs.19-20)
Es decir, no es la influencia que puedan tener sus bienes, alimentos o recursos, para nosotros, sino el origen y/o el destino que le den a los mismos. Por ejemplo: el dinero en sí mismo no es malo, pero el dinero que proviene de la droga, prostitución, corrupción, o cualquier delito, sí es malo, porque es una ofrenda a los demonios. Y agrega:
Ustedes no pueden beber de la copa en la Cena del Señor, y al mismo tiempo beber de la copa que se usa en las ceremonias donde se honra a los demonios. Tampoco pueden participar en la Cena del Señor y al mismo tiempo en las fiestas para los demonios. (v. 21)
¿Por qué?
¿Queremos provocar acaso los celos del Señor? ¿Seremos acaso más fuertes que él? (v.22) Y caramba que han de ser duros los celos del Señor, (Éxodo 20:5)
Llegado a este punto, se puede presentar la siguiente duda: ¿Cómo hacer entonces para acercarme a aquellos que necesitan conocer de Dios? ¿Cómo puedo compartir con ellos sin provocar ‘los celos del Señor’? Pablo nos da la receta:
Hagan como yo, que no busco mi propio interés sino el de los demás, es decir, su salvación, y me esfuerzo por complacer a todos. (v. 33)
Aplicación
Aunque estamos en el mundo, no somos del mundo.
Somos embajadores de Cristo (2 Co. 5:20) y como tales, tenemos una dignidad que no debe ser expuesta a la corrupción del pecado, por nosotros mismos, sí, pero mucho más, por Aquel a quien representamos.
Nuestra presencia en lugares inapropiados y con gente inapropiada puede estar justificando actividades, actitudes y prácticas que distan diametralmente de las enseñanzas de Cristo.
Si tengo la oportunidad de compartir cualquier cosa, de la que tenga conocimiento, que proviene, por ejemplo, de dinero mal habido, antes, tengo que pensar si mi presencia o mi participación va a servir para, por lo menos, intentar llevar el mensaje del Evangelio, es decir lo que Pablo nos quiere explicar con ‘trato de agradar a todos con tal de ganarlos para Cristo’.
Si no es así, si considero que no voy a tener oportunidad de ‘devolver bien por mal’, de compartir de Cristo, de hacer que donde abunde el pecado sobreabunde la Gracia, entonces, mejor me abstengo, porque quizás en la ingenuidad y en la inocencia de pasar un rato agradable, de disfrutar de algo que me gusta, puedo estar compartiendo de ‘sacrificios ofrecidos a los ídolos‘y entonces estoy corriendo el riesgo de ‘provocar los celos del Señor’
A veces la situación se me puede plantear más difícil, por tratarse de gente amiga, compañeros de trabajo o estudio y hasta con familiares, urgirá entonces la pregunta ¿Qué debo hacer Señor? Ya que el Señor no transa con estas situaciones (Mat 10:34 ss), no transemos tampoco nosotros con ellas.

jueves, 10 de julio de 2008

Sólo una cosa es necesaria

Introducción:
Como discípulos de Cristo, muchas veces nos cuesta arrancar en el servicio o en el ministerio. Tenemos pereza, miedo o vergüenza, ya lo hemos reflexionado en jornadas anteriores.
Pero cuando arrancamos, cuando nos ponemos en marcha, muchas veces parecemos esos bólidos de Fórmula 1 que aceleran de 0 a 100 en escasos segundos.
Si eso sucede, corremos el riesgo de perder de vista lo importante y nos enfrascamos tanto en el hacer que a veces nos podemos olvidar del Hacedor.
Ante ese riesgo, nuestro querido Maestro, nos orienta una vez más desde las páginas de su Evangelio y el Espíritu Santo nos regala una sabia explicación de parte de uno de los Padres de la Iglesia.
Desarrollo
Comentario de San Agustín

Lc 10,38-42: Tú navegas todavía, mientras que ella está ya en el puerto
Entonces, ¿qué? ¿Hemos de pensar que vituperó la actividad de Marta, ocupada en el ejercicio de la hospitalidad, ella que recibió en su casa al mismo Señor? ¿Cómo podía ser vituperada con justicia quien se gozaba de albergar a tan notable huésped?
Si fuera así, cesen los hombres de socorrer a los necesitados, elijan para sí la mejor parte, que no les será quitada. Dedíquense a la palabra divina, anhelen ardientemente la dulzura de la doctrina, conságrense a la ciencia salvadora; despreocúpense de si hay un peregrino en la aldea, de si alguien necesita pan o vestido; desentiéndanse de visitar a los enfermos, de redimir al cautivo, de enterrar a los muertos; descansen de las obras de misericordia y aplíquense a la única ciencia. Si ésa es la mejor parte, ¿por qué no nos dedicamos a ella todos, dado que tenemos al Señor por defensor al respecto? Aquí no existe temor alguno de ofender su justicia, puesto que sus palabras nos apoyan.
Con todo, no es así, como dijo el Señor. No es como tú lo entiendes, sino como debes entenderlo.
Pon atención a estas palabras: Estás ocupada en muchas cosas y una sola es necesaria. María eligió la mejor parte (Lc 10,41-42). No es que tú eligieses la mala, sino que ella eligió la mejor. ¿Por qué la mejor? Porque tú te afanas en muchas cosas y ella en una sola.
Son necesarios quienes se dedican a alimentar el cuerpo. ¿Por qué? Porque hay hambre y sed. También es necesaria la misericordia para hacer frente a la miseria. Partes el pan con el hambriento, porque te encontraste con uno. Si te es posible, haz desaparecer el hambre. En la otra vida no habrá esas necesidades, y, como consecuencia, tampoco estos servicios.
Por tanto, Marta obraba justamente al atender la necesidad corporal del Señor -o no sé cómo decir, si necesidad o voluntad o libre necesidad-. Servía a la carne mortal. Pero ¿quién existía en carne mortal? En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios (Jn 1,1). He aquí lo que oía María. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn 1,14): He aquí a quien servía Marta. Luego María eligió la mejor parte que no le será quitada. Pues eligió lo que siempre permanecerá y, por tanto, no le será quitado. Quiso ocuparse en una única cosa que ya poseía: Mi bien es estar unida a Dios (Sal 72,28). Se hallaba sentada a los pies de nuestra Cabeza, y cuanto más abajo sentada, tanto más recibía. El agua fluye a la profundidad del valle, deslizándose desde los collados encumbrados.
No vituperó el Señor la obra de Marta, sino que distinguió los menesteres. Te afanas -le dijo- en muchas cosas y una sola es necesaria. Ésta ya la escogió para sí María. La preocupación por la multiplicidad de cosas pasa, mientras que el amor de la unidad permanece. Luego no le será quitado lo que eligió. Lo que tú elegiste, por el contrario -esto es lo que se deduce, lo que se sobreentiende-, lo que tu elegiste te será quitado, pero se te quitará para tu bien, para dársete lo que es mejor. Se te quitará la fatiga y se te otorgará el descanso. Tú navegas todavía, mientras que ella está ya en el puerto.
Estas dos mujeres, ambas amigas del Señor, ambas dignas de su amor, ambas discípulas suyas, son figura de dos vidas, la presente y la futura; una laboriosa y otra ociosa; una infeliz y otra dichosa; una temporal y otra eterna. Quienes lo habéis visto y comprendido habéis comprendido algo en verdad grande que deben ver y conocer quienes aún no lo han visto ni conocido. Esas dos vidas son las que os he descrito, en cuanto me ha sido posible. Vosotros reflexionad ahora, sin prisas sobre ellas...
Sermón 104,1-4

Aplicación
Reflexionando sobre este comentario, recuerdo un reproche que con cariño y firmeza nos hace nuestro Padre y Pastor, Julio Elizaga, cuando nos dice: ‘algunos son tan torpes que quieren trabajar para Cristo pero sin Cristo’


Como tantas otras veces lo hemos comentado, es una cuestión de equilibrios: ‘Ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre’


Ni quedarnos inmóviles y extasiados en contemplación, mientras nuestra misión queda sin cumplirse sin solución de continuidad. Ni arremeter como tontos dando tumbos y a ciegas, alejándonos de nuestro Maestro, al punto de vernos confundidos sin saber para Quién ni para Qué estamos haciendo.
Quizás ahora estemos en mejores condiciones de entender a Jesús cuando nos dice: Quédense en mí y yo me quedaré en ustedes. Ninguna rama puede dar fruto si está sola, sino que tiene que estar unida a la vid. Igual pasa con ustedes, no pueden dar fruto si no se quedan en mí. Jun 15:4
Dudas cuánto, dudas dónde, dudas cómo, no hay problema en ello, siempre tendrás respuesta a la pregunta ¿Qué debo hacer Señor?


Vuelve a San Agustín: Esas dos vidas son las que os he descrito, en cuanto me ha sido posible. Vosotros reflexionad ahora, sin prisas sobre ellas...

jueves, 3 de julio de 2008

Camino, Verdad y Vida

Introducción:
El día que preparábamos esta lectura (3 de Julio), la Iglesia celebraba la fiesta de Santo Tomás, ocasión que se nos presenta oportuna, para tomar como punto de partida, una reflexión de nuestro Papa, Benedicto XVI (Audiencia general del 27•9•06) Santo Tomás quiere seguir a Cristo donde sea que vaya y comprender todo lo que dice
Una segunda intervención de Tomás se nos narra en la última Cena. Jesús, prediciendo su inminente partida, anuncia que va a preparar un lugar para sus discípulos a fin de que también éstos puedan estar donde él se encuentre. Y les precisa: «Para ir adonde yo voy ya sabéis el camino» (Jn 14,4). Es entonces cuando Tomás interviene diciendo: «Señor, si no sabemos dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?»... Sus palabras dan ocasión a Jesús de pronunciar la célebre definición: «Yo soy, el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14,6). Es, pues, a Tomás a quien se ha hecho por primera vez esta revelación, pero es válida para todos nosotros y por todos los tiempos...
Desarrollo
Tomás, un discípulo como nosotros en otros tiempos, tiene dudas:
1. ‘si no sabemos dónde vas’ o lo que es lo mismo decir:
· ‘no tenemos claro hacia dónde nos lleva seguirte’, o

· ‘todavía no podemos entender lo que nos quieres decir’ o

· ‘qué quieres decir con que vas a dar tu vida por mi’

· ‘si no puedo tener tu visión, si no me he podido meter en tu plan’

2. ¿cómo podemos saber el camino? Equivalente a nuestras preguntas de hoy:

· ‘qué tengo que hacer’

· ‘dónde aprendo lo que necesito saber’

· ‘cómo estoy seguro de estar haciendo lo correcto’

· ‘cómo puedo conocer la voluntad de Dios’

Entonces viene el Maestro a contestarnos a Tomás y a nosotros ‘con esa claridad de manantial’, «Yo soy, el Camino, la Verdad y la Vida», desgranemos su respuesta:
3. ¿Qué significado tiene Yo soy? (Exodo 3:14)

4. ¿Qué significado tiene el Camino?

Luego de reflexionarlo – lee más abajo en las definiciones del diccionario bíblico.

5. ¿Qué significado tiene la Verdad?

Luego de reflexionarlo – lee más abajo en las definiciones del diccionario bíblico.

6. ¿Qué significado tiene la Vida?

Luego de reflexionarlo – lee más abajo en las definiciones del diccionario bíblico.


Describe con tus propias palabras lo que has entendido luego de reflexionar y estudiar las definiciones del diccionario.


Diccionario:

nom, CAMINO

Junto al significado literal (comunicación de ciudades y lugares), el Antiguo Testamento habla de la vida humana como un camino (Sal. 37:5) en el que el hombre es guiado por Dios (Éx. 13:21) y que cada uno puede andar (Jb. 23:11) o rechazar (Mt. 2:9). Por esto los profetas exhortan a apartarse de los falsos caminos (Jer. 25:5) y a dirigirse por los caminos verdaderos (Jer. 31:21).

El piadoso pide a Dios que le muestre el camino (Sal. 27:11; 119). El tiempo de la nueva alianza es iniciado con la llamada del Bautista a preparar un camino para el Señor (Mr. 1:3 y paralelos). Jesús es la coronación del camino que Dios ha planeado para la salvación (Ro. 11 :33 ss); se denomina a sí mismo camino (Jn. 14:6). Cristo, con su encarnación, ha abierto un nuevo camino por el que el hombre puede llegar hasta Dios (He. 10:19 s). Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento puede encontrarse la figura de los dos caminos, entre los que el hombre debe elegir (Sal. 1:6; Pr. 15:19; Mt. 7:13 s).

nom, VERDAD

Conformidad entre lo que se expresa y aquello que es objeto de la comunicación. A través de las Escrituras aparece lo que Dios designa como «la verdad». Es divina, y está por encima de las opiniones de los hombres, por prudentes y piadosos que éstos sean. En el AT se da la amonestación: «Compra la verdad, y no la vendas» (Pr. 23:23). «La verdad» debe referirse a Dios, el cual es verdadero, pero que como Dios no es llamado «la verdad». Ésta comprende todo lo que pueda ser conocido de Dios, sea declarada por la creación o dada a conocer por revelación. La verdad es el camino real a la libertad: «la verdad os hará libres» (Jn. 8:32; cfr. v. 36). La verdad no puede ser separada del Señor Jesús que es «el camino, y la verdad, y la vida». Él es la verdad, por cuanto es la revelación personal de Dios al hombre. Ello, objetivamente. Subjetivamente, el Espíritu es la verdad, al venir del Cristo glorificado.

nom, VIDA

Vida es aquello por lo cual un ser creado disfruta del lugar en el que el Creador lo ha puesto. Dios sopló en la nariz del hombre aliento de vida, «y fue el hombre un ser viviente» (Gn. 2:7). Al entrar el pecado, el hombre pierde el derecho a esta vida.
En las Escrituras se presenta comúnmente en contraste con la muerte. La vida eterna ha sido revelada en el Señor Jesucristo. «Éste es el verdadero Dios, y la vida eterna» (1 Jn. 5:20). «Y éste es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida» (1 Jn. 5:11, 12). Por ello, el que tiene al Hijo de Dios tiene la vida ahora, y lo sabe por el Espíritu Santo, el Espíritu de vida. El apóstol Juan habla de la vida como un estado subjetivo de los creyentes, aunque inseparable del conocimiento de Dios plenamente revelado como el Padre en el Hijo, y verdaderamente caracterizada por esto mismo. El Señor le dijo al Padre en oración: «Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado» (Jn. 17:3).

Aplicación
Ni siquiera los primeros discípulos estuvieron exentos de las dudas, aún teniendo a su lado al Maestro y habiendo visto las señales, prodigios y maravillas que Jesús hacía. Tú también puedes dudar, pero inmediatamente busca a Jesús, porque en Él están todas las respuestas.
Benedicto XVI, terminaba el discurso que nos sirvió de introducción diciendo: Al mismo tiempo, esta pregunta nos confiere el derecho, por así decir, de pedir explicaciones a Jesús. A menudo, no lo comprendemos. Tengamos la valentía de decir: «No te comprendo, Señor, escúchame, ayúdame a comprender». Así, con esta sencillez, que es la verdadera manera de orar, de hablar a Jesús, expresamos nuestra pobre capacidad de comprender y, al mismo tiempo, nos ponemos en la confiada actitud de los que esperan la luz y la fuerza de parte de aquel que nos la puede dar.
En otras palabras,: ¿Qué debo hacer Señor? para comprenderte, cómo hacer Señor para verte tal y cual eres y de esa manera:
  • Confiar en que Tú eres Dios
  • Que eres el único Camino
  • Que no hay otra Verdad, no hay otra Realidad, que tu verdad revelada.
  • Recordar que no hay otro a quien ir, por que sólo Tú tienes palabras de Vida